13 agosto, 2006

Hello Piano Man! .... Kramer y una revancha a medias

Demian nunca pudo digerir aquel fracaso discográfico junto a Biggy Teicher. Diez mil discos quemados y otra ilusión transformada en humo ........ un humo con ribetes kármicos a esta altura, y presente en casi todos los pasajes de su ominosa vida..

Corría el año 1961, y comenzaba a faltarle el dinero. Falto de inspiración literaria, pasaba la mayor parte de su tiempo en la asociación “Power to the People”, un ámbito político – religioso a cargo del reverendo Bitch Sanonof, un cuarta línea de aquella agrupación libertaria liderada Malcom X.

Una tarde, mientras Demian cambiaba los inciensos del altar de la Iglesia St. Marcus, en Lousiana (el trabajo era ad honorem, pero tenía acceso a las urnas de donaciones), se apersonó el mismísimo “Duke” (Ellington). Nunca había visitado el templo, lo que le otorgaba al hecho características místicas, como de las que presagian la llegada de buenas nuevas.

Ellington sabía del affaire sobre el malogrado lanzamiento discográfico de Ferrante & Teicher. Y reconoció de inmediato a Demian ... sucedía que sus fiascos resonaban mucho en la TV .... tanto, que se había ganado el mote de “Mr. Disaster” , y bien merecidamente.

Al verlo, al Duke se le vino de golpe a la memoria toda la historia de aquel infame dúo, y le brotó de muy dentro un sentimiento de piedad hacia Ferrante, quien a esa altura estaba a punto de evocar el incendio con su torpe manejo de las velas bautismales.

Apartado que fuera de sus tareas por el reverendo Sanonof, Demian se dirigió a la calle azuzado por el gran maestro del jazz que tanto admiraba, quien ahí mismo se comprometió a reivindicarlo: “... esta noche, Ferrante, en el Estadio de Baseball de Lousiana, llegará tu hora grande ... vas a poder demostrar lo que sabés hacer en el piano”, le dijo.

Y fue muy poco, por cierto. Ni bien se hubo sentado sobre la banqueta, un apagón dejó más negro el lugar de lo que ya estaba (ver foto tomada escasos segundos antes del corte de luz), con el agravante de que el tono negruzco de su piel – producto de la persistencia de “carbón de coque” que Demian contrajo durante su viaje a los EE. UU en el buque carbonero - lo había abandonado en aquel preciso momento, convirtiéndose en el único “hombre blanco” en escena, en una “luna llena” que presagiaba la ira de los lobos que pronto vendría.

Los abucheos, insultos y agresiones de los frustrados espectadores (toda la comunidad negra estaba allí presente para ver al gran Duke), estaban dirigidos a Ferrante... el culpable a los ojos de todos de lo que allí ocurría... y, para colmo, un impostor disfrazado!

Como pudo, Demian huyó en la oscuridad gracias a un encendedor que llevaba consigo. Por desgracia, en la corrida, casi sobre la salida, se le cayó y no supo dónde... pensó, es el encendedor o mi vida, y eligió lo segundo.

Si bien el incendio que arrasó con el estadio aquella noche le fue adjudicado a “ ... una masa enardecida en busca de su desquite ante la malograda fiesta de jazz”, lo cierto es que Demian cuenta que pudo escapar “... gracias a un potente y ruidosa luz que me iluminó y empujó desde atrás poco antes de salir”.

A meses de aquel incidente, y cuando todo lo relacionado con la música parecía terminado para Demian, Ellington volvió a aparecérsele nuevamente por la iglesia. Superando supersticiones, y respondiendo al llamado de la sangre (1), lo invitó a tocar unos temas con él, bajo la promesa de grabarlos en un “Extended play” (2 ó 3 temas de cada lado), y concediéndole a Ferrante la elección de sus nombres (El Duke le encomendó a Demian escribir las letras dada su profesión de poeta; el disco fue finalmente instrumental) (Ver foto)

El disco no pudo ver la luz, debido a que Ferrante tituló a uno de ellos “X” en homenaje a Malcom X, y el Movimiento Anti Poder Negro de Mississippi amenazó con iniciarle juicio por utilizar su figura con fines comerciales.

Se hicieron más de 10 mil placas de aquel master, pero nadie jamás pudo escuchar esos temas de Ellington. Las cintas se perdieron ... y los discos, los 10.000, igualitos a los que ilustran esta nota, tienen en el centro pegada la etiqueta de color rojo, pero carecen de surcos. La razón: la prensadora, que no es otra que Sun Records – damnificada en el evento F & T -, decidió no grabarlos para evitar un nuevo incendio (2).

(1). El Duke ya sabía que Ferrante era blanco, pero como compartían el mismo grupo sanguíneo quería tenerlo cerca en caso de necesitar una transfusión

(2). El incendio se evitó, y las placas vírgenes se reutilizaron para grabar 10 mil discos más de... sí, de Elvis (éste se fumaba, pero no quemaba a nadie).