09 abril, 2011

Una tarde en el zoo - Parte 3/4

Sí, allí estaba el Peruano Dorado, controlando al animal como un mago. Quizás fueran su abundante pelambre o su cabellera las que atraían la atención del animal. Vaya uno a saber!

No importaba mucho cual fuera la razón de ese embrujo, lo valioso para los dueños del emprendimiento era que el Peruano Dorado dominaba a su antojo al animal, y eso había despertado en ellos una idea tan descabellada como esperanzadora...

- “Estás pensando lo mismo que yo, Cárdenas?, preguntó Oliva a su socio.

- “Creo que sí, jefe”, respondió.

- “Andá a buscar el traje, Cárdenas, está en el depósito.... Te dije que lo íbamos a utilizar alguna vez más, no?... Aunque no pensé que fuera bajo estas circunstancias”, señaló mientras Cárdenas se dirigía hacia el lugar en busca del material.

Cárdenas y Oliva habían tenido hacía un mes atrás una “pertusa” con un par de mocosas, a las que habían prometido contratarlas como empleadas del zoológico. Para deslumbrarlas, los veteranos se habían gastado una fortuna en regalos, e incluso disfrazado de “Maguila” y “El correcaminos”.

Oliva miró a Demian y le espetó: “Te querés ganar unos pesos, peruano?... Hay 200 pesos por tan solo un par de horas jugando a la Mona”.

Demian ya se había orinado del susto. Seguía adherido a los barrotes de la jaula, sostenido por el orangután que no dejaba de acariciarle el pelo como si se tratara de una Barbie.

- “Sí, sí, pero haga que esta bestia me suelte, por favor”, suplicó Ferrante.

- “Ok”, respondió el Presidente del zoológico...

En minutos Demian fue liberado. Una golosina con un poderoso somnífero arrojada a la bestia hizo que cayera dormida, y el peruano aprovechara para zafarse.

Cárdenas y González Oliva le expusieron a Demian el Plan. Debía disfrazarse de “mona”, y pasar un rato junto al gorila, al menos hasta que las autoridades de la Organización Mundial de Sanidad Animal inventariaran la dotación. Según ellos “... No va a ser tan difícil, el mono parece haberse encariñado con vos, peruano... Tu olor, tu voz, tu pelo, no sabemos qué, pero tenés al animal fascinado”, aseguraban ambos.

Demian, desesperado por alimento y algún dinero, quería convencerse... Escuchaba con atención cada argumento de Cárdenas, cada palabra de Oliva. Además, él ya había tenido experiencia con animales. Muy bien no le había ido, pero... “Qué le puede hacer otra mancha más al tigre!”, pensaba.... Finalmente, aceptó.

Hacía un calor tremendo aquella tarde, y el disfraz apretaba; era sumamente incómodo. Además, debía aguantar el olor a chivo que le había dejado Oliva, ya que no lo había lavado desde la festichola.

- “Bien, bien, Peruano!... A ver, pegate unos saltitos y hacete algunos ruiditos simiescos!”, gritaba Cárdenas, medio alentándolo y otro poco cagándose de risa por adentro. Verlo al Coloso literario más grande de Latinoamérica investido en la piel de un chimpancé, era una imagen difícil de olvidar. Y escucharlo hacer “Umm!.. Umm!”, como un mono tití, casi una ofensa al buen gusto.

El gorila se había acercado al Demian- simio y parecía haberse producido una buena química entre ellos. Hasta parecía que la bestia sonreía con su nueva pareja.

- “Qué tal, muchachos.. ¿Parezco un mono?”, decía Demian desde el interior del traje, mientras saltaba y hacía “monerías”.

- “Sí, peruano, parecés un mono, más que un mono!... Parecés un... “, y se guardó la respuesta. Ferrante parecía un pelotudo….

Continuará…