12 marzo, 2011

Una tarde en el zoo - Parte 2/4

Demian se quedó esperando un rato dentro de las oficinas, y a los minutos apareció el que debía ser el Presidente del Complejo...

- “Por fin amigo!!!, gracias que llegó!”, exclamó un corpulento personaje, mucho más trajeado que el anterior.

- “Algo le habrán anticipado de lo ocurrido, no?... Venga, voy a mostrarle”, le dijo amablemente a Demian, entretanto aparecía un tercer hombre en escena, al que presentaría como Cárdenas, el encargado de logística del zoológico.

Demian se dejaba llevar como un carrito de supermercado. No entendía una pepa qué mierda pasaba. Tampoco le importaba. Habrían caminado unos 200 metros cuando Cárdenas y el Presidente detuvieron su marcha...

- “Mire, señor... Cómo se llama usted?... Qué maleducado soy, no me presenté ni le consulté por su nombre!... Soy González Oliva, usted?.."

- “Ferrante Kramer, señor... Demian Ferrante Kramer, para servirle”, respondió el Coloso tumbesino.

- “Mire señor Kramer, tenemos un grave problema... Inauguramos hoy una nueva gestión del Zoológico capitalino, y tuvimos una tragedia de magnitud.... En un rapto de locura temporal, aparentemente, el gorila asesinó a su compañera, Rosita”.

- “Ah, pobre!!”, exclamó Demian.

- “El tema no sería para tanto, si no fuera porque en horas nomás vamos a recibir la visita de autoridades de la Organización Mundial de Sanidad Animal. Un hecho como el ocurrido sería el acabose para nosotros y este emprendimiento comercial. Estaríamos perdidos. Nos revocarían la licencia. Gracias a Dios que contamos con usted”, dijo González Oliva.

- “Y por qué yo?”, replicó el Peruano completamente perdido...

- “Porque gracias a su mona, vamos a poder abrir sin problemas, y a sacar a toda esa chusma de la puerta de entrada que tanta mala prensa nos hace”, sentenció.

- “Señor, ya le dije al otro que lo de la mona era historia antigua... Que la había dejado afuera… No estoy borracho, señor!!... Y terminemos con esto... Dígame, me va a dar o no algo de comer o alguna moneda?... Para qué me cuentan todo esto que no me importa?”, dijo Ferrante, harto de participar de un obra que no entendía.

González Oliva maldijo en voz alta al encargado de seguridad: “Vargas, y la reputamadrequete parió... A quién me trajiste?”. Entre tanto, Oliva miraba al peruano con odio. No tenía nada que ver, pero ante la ausencia de Vargas que se había borrado, era una perfecta víctima para desquitarse.

Demian le vio la cara a González Oliva y sintió miedo. Tanto, que retrocedió sin darse cuenta que se acercaba peligrosamente a la zona de exclusión del mandril. Un ámbito prohibido donde con sus brazos el animal puede alcanzar a un visitante.

Demian suplicaba clemencia...

- “Por favor, entienda, a mí me hicieron entrar, y yo entré porque pensé que me iban a tirar un sánguche… algo!... No tengo la culpa que haya sido todo una confusión”, y era cierto el lamento del peruano, él era una víctima inocente de las circunstancias.

No había terminado de justificarse, cuando Cárdenas, el encargado de logística le indicaba con disimulo a Oliva observara lo que estaba sucediendo...

Aquella bestia que hacía horas había dado muerte a su compañera de jaula sin causa aparente, había abrazado a Demian con una ternura pocas veces vista en un animal salvaje. Demian desconcertado, no sabía cómo sacársela de encima, y solamente atinaba a repetir “Salí Rogelio, salí Rogelio”, seguramente en estado de shock ante el recuerdo de su salida de Tumbes, allá por los años ’50.

Cárdenas y Oliva no entendían la reacción de Demian, pero veían que el Peruano Dorado tenía fascinado al animal. Y eso era lo que les importaba. Desde que había dado muerte a Rosita, el simio no reconocía ni a los cuidadores, y atacaba a quien quisiera acercársele. A todos, sin excepción.

Pero allí estaba Demian, controlándolo….

Continuará…