07 mayo, 2011

Una tarde en el zoo – Ultima parte


Todo daba la impresión de estar saliendo según lo planeado, cuando de pronto el simio comenzó a ponerse un poco raro. Como si hubiera percibido algo fuera de lo habitual. Y comenzó a dar vueltas alrededor de Demian.

Ferrante advirtió que algo andaba mal, y comenzó a saltar, semejando a un monito. Estaba poniéndose nervioso, pero quería que la bestia no se diera cuenta de su impostura.

- “Bueno, vamos, calmate gorila!”, exclamaba Demian a los saltitos... “Pará de dar vueltas, sentate!”. Pero no hacía más que incomodar y excitar más al animal.

Demian no se daba cuenta, pero era su “voz” lo que despertaba esa conducta en el animal. El gorila reconocía la voz de su amigo, la voz del Peruano Dorado… El mismo al que había acariciado hacía tan solo unos instantes... Y tan caprichoso como irracional, quería a Demian nuevamente con él, quería recuperarlo.

Pero los monos no pueden razonar como los seres humanos... No podía darse cuenta del embuste, del disfraz. La bestia creía que Demian estaba dentro de su nueva compañera, escondido en alguna parte de su cuerpo, o que quizás devorado por ella. Y enloqueció…

Cuando las autoridades de la Seccional de Bomberos llegaron al lugar donde se encontraba Ferrante Kramer, ya habían pasado más de 40 minutos. El orangután fue dopado con dardos tranquilizantes disparados por un rifle especial; tres dardos dieron antes en el peruano, lamentablemente.

Demian tenía el disfraz casi intacto. El simio no había podido desgarrar su ropas; solamente le había desprendido la capucha superior -dejando la cara y la cabellera del peruano al descubierto- , y un pequeño trozo de tela de la parte posterior, por debajo de la cintura, que dejaba traslucir un slip colorado que Demian utilizaba aquel día.

- “Uy, mira, parece el culito de un monito de verdad”, dijo uno de los bomberos que cargaba a Demian sobre la camilla.

Sí, lo mismo pensamos nosotros. A decir por las palabras del profesional del rescate, es difícil dudar acerca del destino del Gran Ferrante Kramer durante aquella jornada trágica.

Esa tarde, Gerardo Sofovich, administrador del zoológico, y afecto al juego y a las cábalas como pocos, dilapidaría una fortuna en el Casino marplatense. Su número: “Colorado el 7!!”
 
FIN