Algunos de los que nos
acercaron esta historia del peruano, todos ellos actores jóvenes de aquel
entonces, aseguran que Anthony Mann -el director del filme- parecía despedir
espuma por la boca.
- “Pero por qué no
hablaste antes, peruano?... Hace una semana que estamos parados”, le recriminó
Mann a Demian.
Lo que no sabía el
director era que Demian no había hablado antes porque no sabía montar ni un
caballo de calesita. Pero que había decidido jugarse por la amistad del grupo;
no soportaba ver a sus amigos de otrora con caras por el piso, sin trabajo,
pensando en un futuro sombrío... La cagada se la había mandado él, y solo él
podía reparar lo hecho.... O hacer una cagada mayor, el pronóstico era incierto
tratándose de Demian.
Pero las cartas estaban
echadas... ¿Qué mal podía hacerle a la empresa que perder un poco más de dinero
en celuloide, si ya estaba perdido lo hecho hasta el momento?.. Sin el doble de
riesgo, la película no tendría la acción que la hizo en definitiva diferente,
ni sería el clásico que todos recuerdan. Habría sido un bodrio insufrible.
Los guionistas, y los que
armaban el storyboard (secuencia gráfica dibujada de las escenas que Demian
debía filmar), prepararon durante días al peruano. En un caballo mecánico,
Demian realizaba la ficción de lo que luego serían las escenas verdaderas, con
caballos de verdad. En la teoría, podía decirse que Ferrante conocía las cosas
al dedillo. Hasta había llegado a convencer a los del staff técnico que era tan
bueno como el accidentado Ned Kirby.
No obstante esa seguridad
que aparentaba durante los ensayos, Demian entraba en pánico cuando quedaba solo en el set e imaginaba lo
que se le venía. Comenzaba a sudar como “un caballo” y a pensar en lo peor...
Se veía rodando por el piso, pisoteado por el alazán, sangrando, con la columna
rota, sin dientes... Entonces, “respiraba profundo”, y decía en voz alta:
- Unos, dos y trees!”, y
su rostro recuperaba la sonrisa de siempre, como por arte de magia. Quizás,
imaginándose ganador, y eliminando de esa manera el dolor, la vergüenza o la
humillación que se avecinaban... Vaya uno a saber cómo lo hacía; para Demian,
contar hasta tres lo sacaba de la depresión y le devolvía el coraje perdido...
“Vamos peruano,
vamos!!...Con el caballito de madera no te va tan mal”, se repetía, para
infundirse ánimos. Pero una cosa era con el animal de prueba -algo como el que
usan los chicos en los parques de diversiones-, y otra cosa era “Destroyer”, el
caballo salvaje con el que debería lidiar en tan solo unos días….
Continuar…