16 mayo, 2010

La historia del medio hermano de Brizuela Méndez - Útima Parte

Ante la sorpresa de todos, Brizuela les hizo saber qué le pasaba con las minas...

- “Estoy repodrido!!... Me siento usado!... No sé si me podrán entender!”, y se despachó con un rosario interminable de lamentos y confesiones acerca de sus relaciones tantas mujeres.

Consumado su descargo, Dobetti, más fastidiado aún que antes, arremetió nuevamente contra Brizuela…

- “Pero a vos quién te entiende, hermano... No querés que encima las minas te garpen??”.

Fue entonces cuando a Ferreyra, el que más luces tenía, pareció alcanzarlo una idea, de esas que escaseaban en ese antro:

- “Che, Gris!!... Y si les cobrás?”, dicen que le sugirió a Brizuela.

Eran otros tiempos, y un hombre que le sacaba plata a una mina no era bien visto; algunos admiraban a los tipos así, pero hay que entender que la mayoría los desdeñaban porque los consideraban vividores y miserables.

No obstante, en la Fundación, esa ley no era válida... Si algo escaseaba más que el dinero era la decencia.

Aquellas palabras de Ferreyra dejaron en todos los presentes un dulce sabor, como néctar. Incluso en Brizuela, que por primera vez sintió que su padecimiento genético iba a servirle para algo más que las burlas y pullas que acostumbraba escuchar: “Cebra”, “Medianoche”, “Biznique” o “Código de barras”.

A partir de ese día Ricardo Brizuela fue un héroe para la Fundación. Cuando la plata faltaba, allí estaba Brizuela con su billetera para pagar la luz, el teléfono, o su habitual bandeja de churros rellenos con dulce de leche.

El negro se había convertido en un titán, en un salvador que llegaría a dar hasta su vida para evitar el colapso económico de la institución... Así fue. Brizuela falleció fatalmente de un infarto de escroto en plena faena de salvataje, atendiendo a una vecina del barrio.

Doña “X”, así llamaré a mi entrevistada de hoy para preservar su honra y buen nombre, me relató de esta manera lo sucedido aquel día, años atrás: “… Fue una de mis peores experiencias con un hombre, fue horrible!!... Y de alguna manera me siento culpable de lo ocurrido por haberlo exigido tanto al pobre Brizuela... Yo siempre fui insaciable, quería más y más!!, y agregó que “Nunca olvidaré la impresión que me dio verlo estallar en mi interior”.

Luego de conversar unas palabras más, las lágrimas se apoderaron de la señora y debí terminar el diálogo abruptamente. El recuerdo de Brizuela muerto, su imagen destrozada, fueron demasiado para la mujer. No era ya la jovencita alocada de aquellos tiempos, peinaba canas, y se quebraba fácilmente…. Aún a ella –la atorranta del barrio, como solían llamarla- le resultaba difícil rememorar lo vivido. Hasta yo, debo confesar, también me sentí profundamente conmovido.

Cuando la acompañaba hasta la puerta me retrasé unos pasos y la pude apreciar mejor...

Aún con sus años, aquella mujer todavía guardaba una figura increíble; estaba francamente muy buena. Fue en ese instante que decidí adelantármele, y franquearle la salida.

Estuve así un rato, sin decirle palabra, sólo mirándola, esperando el cachetazo. Pero no sucedió; por el contrario, me susurró al oído: “Sabés, nene, vos me hacés acordar mucho a Brizuela”. Y volvió a quebrarse a mis pies….

FIN