05 junio, 2011

La Iglesia Ferrante Kramer – Parte 1/7

Demian lucía orgulloso su walkman marca Crown de la década del ’80. Lo había conseguido en una barata de Villa Martelli, junto con un par de auriculares que parecían dos cacerolas atadas con cinta adhesiva.

Iba en dirección al Círculo de Ajedrez local, donde lo habían convocado para festejar el aniversario de su encuentro con Bobby Fischer, algo que como tantas cosas de su pasado no recordaba, pero que sabía eran buenas oportunidades para comer algún sánguche de miga e ingerir una bebida alcohólica.

- “Allí, viene!”, se le escuchó decir a Rellenesi, dueño del locutorio ubicado enfrente de la entidad.

- “Dónde?”, inquirió Demetrio Kellner, ocasional concurrente y pésimo jugador....

- “Ahí, no ves al que viene caminando para acá?... “

Y la verdad, para qué mentirnos, la pregunta de Demetrio no había estado de más. El personaje que componía Demian aquella tarde era tan monigotesco, que nadie en su sano juicio esperaría que un esperpento así fuera el “gran maestro” que alguna vez había hecho tablas con Fischer...

- “Ése?... Ése es Ferrante Kramer?... El que hizo tablas con Bobby?”, repreguntó asqueado..

- “Bueno, tablas, tablas propiamente dichas, no, Demetrio!...”, reflexionó.... “... En realidad fueron tablas, pero de queso, mortadela y palitos salados...”... Ferrante hizo de mozo aquel día.... El que jugó fue el gordo Rubinstein, y perdió por afano”

- “Entonces, qué festejan, me quieren decir?”, gritó indignado Kellner, “... Para esto me hicieron venir!... Podría haberme quedado en la biblioteca, leyendo historia precolombina que es mi pasión... Son unos imbéciles!”

- “Bueno, che!... No es para tanto, si querés irte, te podés ir!.... Nosotros nos bastamos para bancarlo al peruano!... No necesitamos hacer bulto con gente que no sienta orgullo por lo nuestro”, sentenció Rellenesi.

Todos los presentes asintieron, levantando su brazo en alto, cual saludo fascista...

- “Disculpá... Peruano, dijiste?”, balbuceó Demetrio

- “Sí, qué tiene?... Aparte de hincha pelotas, malhumorado y amargado sos xenófobo?”, saltó Liberatti, callado hasta ese momento.

- “No, no me mal interpreten!”, se atajó el ruso.... “... Sucede que creo que por algo me tocó estar hoy aquí...”, dijo

Todos se lo quedaron observando. Tenía la mirada perdida...

Y aquel personaje que minutos antes había juzgado como un tremendo pelotudo por su manera de vestir, caminar, pero más aún por esas “cacerolas” que pendían de sus orejas, parecía ahora revelársele ante sus ojos de manera diferente.

La razón de ello.... sólo Kellner la sabía.

Continuará....