15 febrero, 2016

DEMIAN FERRANTE KRAMER YA TIENE SU PROPIO LIBRO DE HISTORIAS!!

Después de más de un año y medio sin poder ingresar al Blog por restricciones de Blogger (no convalidaba la clave de acceso), tenemos el agrado de informarles a los seguidores del PERUANO DORADO que hemos publicado en BUBLOK PUBLISHING el primer libro de Demian, con más de 50 de sus nefastas historias.

Quienes tengan unas monedas para comprarlo, pueden hacerlo ingresando desde Argentina a:

http://www.bubok.com.ar/libros/197504/DEMIAN-FERRANTE-KRAMER-EL-PERUANO-DORADO

Y desde cualquier otro lugar del mundo, a:

 http://www.bubok.es/libros/235047/DEMIAN-FERRANTE-KRAMER-EL-PERUANO-DORADO

El libro se encuentra editado en FORMATO FISICO (papel ahuesado, con tapas blandas) y se envía a pedido al domicilio del comprador. Puede abonarse con tarjetas de crédito.

Tambien, existe la opción de descarga como LIBRO VIRTUAL en formato PDF.

Esperamos contar con el apoyo de todos los que nos han seguido y seguramente nos seguirán ahora que pudimos volver a nuestro querido Blog.

Un abrazo a todos.

Patricio D'Orrys

02 abril, 2014

Ferrante Kramer en el cine: “El western que no fue” – Parte 2/4



Algunos de los que nos acercaron esta historia del peruano, todos ellos actores jóvenes de aquel entonces, aseguran que Anthony Mann -el director del filme- parecía despedir espuma por la boca.

Pero que cuando escuchó al peruano decir “Yo sé algo de caballos...”, su cara cambió...

- “Pero por qué no hablaste antes, peruano?... Hace una semana que estamos parados”, le recriminó Mann a Demian.

Lo que no sabía el director era que Demian no había hablado antes porque no sabía montar ni un caballo de calesita. Pero que había decidido jugarse por la amistad del grupo; no soportaba ver a sus amigos de otrora con caras por el piso, sin trabajo, pensando en un futuro sombrío... La cagada se la había mandado él, y solo él podía reparar lo hecho.... O hacer una cagada mayor, el pronóstico era incierto tratándose de Demian.

Pero las cartas estaban echadas... ¿Qué mal podía hacerle a la empresa que perder un poco más de dinero en celuloide, si ya estaba perdido lo hecho hasta el momento?.. Sin el doble de riesgo, la película no tendría la acción que la hizo en definitiva diferente, ni sería el clásico que todos recuerdan. Habría sido un bodrio insufrible.

Los guionistas, y los que armaban el storyboard (secuencia gráfica dibujada de las escenas que Demian debía filmar), prepararon durante días al peruano. En un caballo mecánico, Demian realizaba la ficción de lo que luego serían las escenas verdaderas, con caballos de verdad. En la teoría, podía decirse que Ferrante conocía las cosas al dedillo. Hasta había llegado a convencer a los del staff técnico que era tan bueno como el accidentado Ned Kirby.

No obstante esa seguridad que aparentaba durante los ensayos, Demian entraba en pánico  cuando quedaba solo en el set e imaginaba lo que se le venía. Comenzaba a sudar como “un caballo” y a pensar en lo peor... Se veía rodando por el piso, pisoteado por el alazán, sangrando, con la columna rota, sin dientes... Entonces, “respiraba profundo”, y decía en voz alta:

- Unos, dos y trees!”, y su rostro recuperaba la sonrisa de siempre, como por arte de magia. Quizás, imaginándose ganador, y eliminando de esa manera el dolor, la vergüenza o la humillación que se avecinaban... Vaya uno a saber cómo lo hacía; para Demian, contar hasta tres lo sacaba de la depresión y le devolvía el coraje perdido...

“Vamos peruano, vamos!!...Con el caballito de madera no te va tan mal”, se repetía, para infundirse ánimos. Pero una cosa era con el animal de prueba -algo como el que usan los chicos en los parques de diversiones-, y otra cosa era “Destroyer”, el caballo salvaje con el que debería lidiar en tan solo unos días….

Continuar…

21 julio, 2013

Ferrante Kramer en el cine: “El western que no fue” – Parte 1/4



A lo largo de su dilatadísima carrera artística, quizás haya sido ésta, la historia de hoy, la que más contribuyó a formar a Ferrante Kramer en el hombre dúctil y abierto que es. 

Una especie en sí misma, un ser único e irrepetible, que tenía prohibido el “NO” como regla de vida... Un corajudo impertinen que enfrentaba los desafíos que se le presentaban, entregado abierto como una flor.

Todos sabemos de las incursiones del peruano en el cine, allá por mediados de los años ’60, junto a Sergio Leone, o más acá, con Ford Coppola -El padrino- y Scorssese -La Biblia Peruana (aún no filmada)-.

Pero lo que pocos conocen es la “oportunidad perdida” de Demian en estas lides. La pantalla grande nos privó de lo que pudo haber sido su “consagración” artística...

Pero ha quedado el esfuerzo de aquella participación suya. Ha quedado la memoria; los testimonios que hoy nos permiten con orgullo construir este hermoso relato de la trayectoria del Peruano Dorado en Hollywood. Corría el año 1960 cuando...

... la industria del cine estadounidense estaba abocada a realizar el “western de la historia”. Una película que con el correr de los años se constituyera en un clásico. Y a la vista de lo que resultó aquella iniciativa, vaya que logró su cometido...

Desde el vamos, el filme habló por si mismo. Habían elegido a Anthony Mann, uno de los más prestigiosos directores de la época, y se barajaban para el reparto nombres como Glenn Ford, María Schell, Anne Baxter, Vic Morrow y David Opatoshu, figuras estelares de aquel momento glorioso del cine estadounidense.

Ferrante Kramer se encontraba recién llegado a los Estados Unidos, y el destino lo había llevado a trabajar como “clarkista” de los grandes estudios de la Metro Goldwyn Mayer ( MGM, la del león). Su trabajo consistía en el traslado de los decorados, vestuario y cuanto elemento se utilizaba en la ornamentación de los sets de filmación.

El hecho de ir de acá para allá, sumado a su habitual simpatía, lo convirtieron en poco tiempo en casi “una mascota” de los directores y actores de la época. “Peruco, vení, sosteneme esto”, “Me vas a comprar cigarrillos, peruano?... El vuelto es para vos!”, “Me hacés un favor, me atás los cordones?” o “Me tocás el pito? (esto último referido al pitido que se estilaba al finalizar la jornada de trabajo), eran  frases aparentemente serviles y humillantes que en realidad escondían el verdadero cariño que en el fondo sentía aquella gente por Demian.

Todos querían al peruano, nadie lo ocultaba... Y muchas veces pensaban en él como parte de ese “gran circo” que es Hollywood -acaso por su actitud payasesca y su proclividad al ridículo-, pero no encontraban la manera de brindarle esa oportunidad.

Hasta que un día, de esos mágicos que caracterizaron siempre la vida del Peruano Dorado, la puerta pareció abrírsele... Por casualidad... O porque alguien desde arriba estaba moviendo los hilos de ese títere tumbesino y le indicara qué movimientos debía hacer, Demian cometió el error de atropellar con su clark a Ned Kirby, un doble de riesgo, incapacitándolo por más de 120 días (casi le cortó los pies).

“Cimarrón”, así el nombre del western que marcó una era en el cine yanqui, se encontraba a medio filmar, y Kirby era irremplazable. Era el encargado de montar bravíos corceles sin montura; sin trucos... Kirby era la sensación de las escenas haciendo lucir a Glen Ford, a quien doblaba magistralmente. Y por culpa de Demian, todo se había derrumbado.

A partir de aquella trágica jornada, todos en el set, principalmente el director del filme, Anthony Mann, comenzaron a ver en Demian a un enemigo, al culpable de la catástrofe. Glen Ford le tomó un odio indescriptible. David Opatoshu, no podía siquiera escuchar su nombre. Y Vic Morrow, el que fuera luego el famoso Sargento Sounders de la serie Combate, hasta quiso estrangularlo.

La película estaba literalmente parada, no había un ser sobre la tierra con las habilidades de Kirby. O al menos eso se creía hasta que se escuchó aquella voz:

- “Yo sé algo de caballos... En mi pueblo, tuve una larga experiencia con todo tipo de animalitos”

Era Demian, quien viendo que con el correr de los días cada vez más personas lo miraban con ganas de matarlo, decidió ponerle el cuerpo a la cosa... Lástima que nada supiera de montar a caballo, ni se le pareciera en lo más mínimo a Glen Ford....

Continuará…

17 febrero, 2013

Dakota del sur, el comienzo del odio



La hamaca cavilaba de lado a lado, al compás de la brisa. Cual péndulo, hipnótica. Aquel verano se había tornado insoportable para él. Como abstraído, entrecerraba sus ojos mirando a lo lejos, en un intento vano por desentrañar alguna figura humana.

Demian estaba solo, como todos los veranos en la casa de su tía Harriet, hermana de su madre Felisa. En el medio de esa nada, el peruano aguardaba la presencia de quien sería su compañía por lo que restaba de ese cálido y aburrido enero en Bassett, un pequeño pueblo de Dakota del Sur, ubicado en la intersección de las rutas 7 y 20.

Junto a él, una vieja bicicleta con una sola rueda, que el viento se encargaba poner en movimiento para regalarle el único sonido posible, un chillido agudo e insoportable. Tan patético como aquella soledad. Más allá, un viejo trineo, entretenimiento de vaya a saber quién, en los crudos inviernos que castigaban la zona.

Harriet había salido un momento al pueblo, de compras. Tardaría unas horas.... "Allí dejé preparándose tu merienda, Demian". dijo al despedirse. Demian había quedado a cargo de la casa. Bah!... a cargo, es un decir. Como cualquier chico de 11 años, el peruano era tan solo una presencia humana, en el mejor de los casos. Estaba ansioso, espectante. No sacaba su vista del horizonte, como si de tanto mirar apurara al visitante esperado...

De pronto, el milagro se produjo. Alcanzó a divisar un puntito en movimiento. Podía ser un perro, un jabalí, un búfalo... Pero, no, se movía en línea recta hacia la casa, de manera inteligente y decidida, y su forma no semejaba ningún animal.

Demian miró hacia la puerta y atinó a ir hacia ella, pero el impulso le ganó la partida. Como una bala -algo premonitorio si analizamos su paso por la vida-, corrió hacia aquella silueta que haría de sus tristes días un parque de diversiones.

-          “Dionisio!”, gritó, y rompió ese pétreo y monótono silencio
-          “Dionisio!!”, repitió con tanta furia que hasta pudo escucharse un eco lejano, devolución de las formaciones rocosas que circundaban el lugar
-          “Demian...”, se escuchó a lo lejos una voz seca y dura, cuyo énfasis distaba mucho de la festiva bienvenida dispensada por el peruano.

Demian corrió presuroso. Su entusiasmo le impidió ver un par que cascotes y unos yuyos que le provocaron un par de caídas y magullones en aquella enloquecida carrera hacia su hermano. Pero no le importó. Se recuperó de ambas como si nada le importara más que aquel muchacho, de 15 años, al que iba a darle el más grande de los abrazos...

-          “Dionisio, hermano querido! Qué alegría me da verte!”
-          “Hola, Demian...”, se le escuchó, tan seco y parco como antes. Sin vida, sin ganas, algo que Demian percibió de inmediato, aunque disimuló con maestría.
-          “La tía Harriet no está, estoy solito!!..”, le informó a su hermano... “Y estoy preparando el chocolate caliente que tanto nos gusta!”, remató eufórico, entretanto intentaba tomarlo de la mano para llevarlo a la casa.

Dionisio escondió la suya en un acto por demás descortés que no le importó hacer manifiesto.

-          “Vamos, debe estar calentito ya!”, volvió a decirle, cuando Dionisió comenzó a percibir un extraño y acre olor en el aire

Estarían a unos 500 metros de la casa, pero suficientes para ver lo que estaba sucediendo. El humo y el hedor a madera quemada no podían provenir de otro sitio.

-          “Demian, apagaste el fuego antes de salir de la casa de tía Harriet?”, reclamó Dionisio sabiendo la respuesta.
-          “Esteee... Uh!!, me parece que se está quemando el chocolate!. Desde acá se ve el fueguito chiquito de la hornalla"
-          “Pelotudo!... Las llamas chiquitas que ves tienen como 10 metros, es la perspectiva!!. Se está quemando la casa, sos un imbécil, Demian y la p....!"

Demian se puso a correr como loco. Aquellos 200 metros no terminaban más. Dionisio blasfemaba e insultaba al pequeño Demian con todos epítetos y neologismos dignos de una nueva revisión de la Real Academia.

-          “La casa, la casa”, gritó Dionisio, “Mis cosas, mis juguetes, mi infancia!”, sentenció en medio de un mar de lágrimas.
-          “Uy!!, que cagada me mandé!”, sollozó Demian por lo bajo, “Pero no te hagás tanto problema, que la bici estaba toda rota, tenía una rueda sola...”, agregó a modo de consuelo un tanto pelotudo...

A Dionisio se le transformó el rostro. Algo pasó por su mente... Y entre llantos, comenzó a revolver a su paso lo poco que quedaba de la casa, hasta que vio el viejo trineo, ardiendo como una pira funeraria

-          “El trineo, el trineo!”, gritó y se ahogó por el humo...

La última imagen que pudo ver de su querido juguete era su nombre “Dionisio Ferrante Kr...”. El fuego ya lo había consumido el resto del apellido....

-          “Mi trineo, mi trineo!,” repitió ritualmente...

Dionisio buscó a Demian con su mirada, quien corría sonriendo con la vieja bicicleta caliente en sus manos, repitiendo “Te salvé la bici, Dionisio, la bici, la bici!!”, como si se tratara de una patética réplica del enano de la Isla de la Fantasía...

Demian sintió los ojos crispados de su hermano en los suyos, y todo el odio. No comprendió porqué... Solo años después, viendo Citizen Kane, de Orson Welles, tomaría cuenta de lo sucedido aquella tarde.

14 agosto, 2012

Un hecho que pudo haber cambiado al mundo (1) – Ultima parte


Demian tendría una labor pequeña, por ser su debut, pero bien remunerada: $ 1.000 dólares, cifra que le permitiría irse a Norteamérica y dejar atrás a su hermano y las discusiones por el poder en el seno de la familia.

Y aunque también sería la última, se debatía entre “aceptarla o rechazarla”, ya que sus manos, a partir de ese día en que cruzara la línea, estarían manchadas de sangre.

Sabía del riesgo que corría. Sabía que no podría ver a nadie más frente a frente sin sentir vergüenza. Y quizás haya sido por eso que tomó la resolución que tomó.

A la mañana siguiente del robo, Demian se anotició por los diarios... Toda la banda, 9 (2) en total los que participaron del robo, habían sido abatidos. Un llamado anónimo había puesto en alerta a la policía, y ésta les había tendido una trampa mortal.

Demian, finalmente, había decidido no participar del hecho. Intuición, arrepentimiento, sentido común?....

No…

A los pocos días del hecho, el peruano recibió una carta en su hogar. Era la primera vez que le escribían... El remitente llamó la atención de la madre, Felisa, quien le entregó el sobre y le preguntó: “¿Dime, hijo, en qué andas?”.

El peruano no respondió. Simplemente cumplió lo que la carta le ordenaba y se dirigió al Ministerio del Interior a retirar algo... Era un premio: La Beca “Pájaro Campana” al “Buen Comportamiento Ciudadano”. Casi U$S 2.000 cash. Y todo por avisar a la policía del robo que finalmente se frustró gracias a su ayuda.

Demian partió a U.S.A. bajo un nombre falso al poco tiempo. Y su padre, Doroteo, jamás fue detenido nuevamente por la policía durante su trabajo nocturno (3).

Ah!... Y un dato más no menor: el día que Demian partió al extranjero, aquellos zapatos de tacos altos desaparecieron misteriosamente.

Fin

(1). La nota fue así titulada, ya que de haber muerto Demian en el enfrentamiento policial, el mundo no lo estaría padeciendo como escritor hasta el día de hoy.
(2). El cuerpo de Edmundo Carlés, jamás pudo ser identificado en forma positiva entre los 9 abatidos. Algunos historiadores suponen que sobrevivió al asalto del camión blindado, y que sería el verdadero “cerebro” detrás del complot en contra del peruano Dorado… ¿Será cierto?
(3). Dicen que dentro del trato con las autoridades del Ministerio, Demian exigió que la policía dejara trabajar tranquilo a su padre por las noches… “Con un aportante menos en la familia…” -decía Demian pensando en su partida hacia los EE.UU- “… va a tener que romperse mucho más el culo para mantener a mis hermanos”

 FIN