02 febrero, 2012

La Iglesia Ferrante Kramer – Última Parte

La dirección era en Pasteur al 500, en un viejo y derruido edificio de departamentos, sin portero automático. La puerta de entrada estaba abierta, y salía y entraba gente sin parar, como si dentro funcionara una compraventa…

Por otra parte, las caripelas de los visitantes no eran para nada amigables. Miraban de arriba a abajo a quien estuviera más de 10 segundos apostado en la vereda…

- “Qué buscan?”, inquirió un tremendo morocho que hasta ese momento parecía un casual transeúnte.

- “Esteee….”, balbuceó Liberatti, ensayando una muletilla para ganar tiempo y articular algo creíble…. “… Estamos buscando a un peruano que….”

- “Piso 3, al fondo…. La puerta está abierta, entren sin llamar!

Liberatti y los otros quedaron absortos con la respuesta; se trataba de la dirección declarada por Kellner. Y si bien aún todo estaba igual que cuando llegaron, la confirmación de que en el lugar vivía Demetrio, los hizo respirar con cierto alivio…

- “Bueno, al menos la dirección que dio es verdadera… Vos viste, Walter, que cuando dijiste PERUANO al de la entrada, ni titubeó y te mandó al tercer piso, no?”…

- “Sí, pero todavía no tengo en claro algo, me parece que este lug…”, estaba por decir algo más, cuando se escuchó que un grupo de hombres ascendían violentamente por las escaleras tras de ellos. Afuera, el corto ulular de una sirena confirmaba la presencia de la policía. Estaban fuertemente armados.

Liberatti y compañía fueron invitados a desalojar el lugar: “Váyanse!”, recomendó un uniformado armado hasta los dientes… “… La mano viene pesada, estamos tras un grupo peligroso… Drogas, prostitución, todo”

Liberatti quiso quedarse, contrariamente al resto que quería volverse a Martelli. No obstante, los convenció y se ubicaron en la vereda de enfrente del edificio, fuera del cordón policial…

Como a la media hora, un grupo de personas, encabezas por Kellner, salía por la puerta del edificio. Estaban esposados… Detrás, vestido con apenas unos taparrabos y plumas que semejaban a un brujo africano, lo retiraban a Demian, semiinconsciente… Parecía bajo los efectos de alucinógenos.

- “De qué se trata todo esto, oficial?”, preguntó Liberatti alterado a uno de los policías que parecía de la GEO…

- “Un tipo que venimos buscando desde hace rato, un estafador que promete curar dolencias, enfermedades y todos tipo de males, un delirante!... Les vendía drogas a sus pacientes, pobre gente!!... y para curarlos, los obligaba a tener relaciones sexuales con una especie de sacerdote o semidiós peruano!!. Ve, ése que está saliendo allí, es su cómplice, el sacerdote, otro loco y degenerado como él!!”, exclamó con cierta indignación y repugnancia…

El oficial había señalado a Demian…

Semanas tardaron en probar que Ferrante no tenía nada que ver. Algunos vecinos de Martelli que atestiguaron conocer a Kellner, quien se decía historiador y jugador de ajedrez, ayudaron un poco a que el juez hiciera lugar al pedido de Penetieso, abogado defensor del Peruano…

Kellner -de quien también se supo no era su verdadero nombre, se llamaba Arturo González Cuenca- fue declarado inimputable y recluido en una institución psiquiátrica. Y aunque se comprobó que había sido muchos años atrás un frustrado estudiante de Historia en la UBA, el diagnóstico no dejó dudas sobre su estado, fue lapidario: mitomanía, esquizofrenia y delirio persecutorio.

Demian fue dado de alta en Hospital Durand a los 15 días, luego de numerosas intervenciones quirúrgicas en gran parte del intestino delgado, severamente dañado en uno de sus extremos.

La repercusión negativa de la noticia, aparecida en los principales diarios nacionales, produjo la baja de 9 socios de la Fundación. A partir de ese día, nadie habló más de religión en presencia de Demian…