Camino a Tijuana, Tiger no hacía otra cosa que atar cabos… “Demian había desaparecido aquella tarde en que ganara su primer Gran Torneo por una razón…”.
Recordó aquella pelota de Duncan “… Que nunca apareció y que todos pensaron que había caído en el lago”; recordó también que “…Habían revisado a todos los presentes pensando que alguien había hecho la broma de quedársela, pero nunca la hallaron”
- “Y yo gané el torneo gracias a esa milagrosa pelota que nunca apareció; Duncan tuvo que volver a golpear, y perdió”, reflexionó Tiger, y se dio cuenta de que lo que había hecho su amigo, el “peruanito”, no tenía precio…. “Pequeño Tigre” -recordó las palabras de Demian- ...“Al establishment vamos a jugarle con sus reglas, y vamos a ganarle… Yo por latino, y vos por negro, jamás vamos a llegar por la buenas… Hay que dar el gran salto!”
- “Fuck, fuck… Puta la madre!!... La que se bancó este hombre por mí!!... Tengo que encontrarlo para devolverle lo que me dio!”, bramó Woods, golpeando el volante. Ya estaba llegando a Tijuana.
Fue directamente hacia la embajada de su país; ni bien lo vieron en la puerta de entrada, lo dejaron pasar. Desde el guardia hasta los funcionarios que se cerraban a su paso le pedían autógrafos. Tiger era más famoso que el Presidente…
Sobre el escritorio del Embajador, quien no tardó más de 5 minutos en recibirlo, Tiger casi ordenó: “Quiero saber dónde se encuentra este hombre!.... Se llama Demian Ferrante Kramer, y puede que se encuentre en algún lugar de Argentina. Tómenlo con pinzas, pero puede ser que una Fundación lleve su nombre”…
- “Ferrante Kramer?”, se le escuchó decir a un joven trajeado y peinado hacia atrás con fijador, un clásico en la administración yanqui… “En Denver hay una Fundación así; yo quise estudiar allí pero había carreras raras: Reiki, Quiromancia, Cofee Borra Vision, Origami, Tarot, y no sé cuántas otras más que no conocía nadie”, agregó, al tiempo que el propio Embajador estaba buscando el número para ponerse en contacto.
Dilbert Kooney, su casi único integrante y presidente del filial Denver de la Fundación, se deshizo en agradecimientos y dio información trascendental en la búsqueda del Peruano Dorado: Villa Martelli, Gran Buenos Aires, una pensión llamada Don Horacio en la calle Mitre, y un nombre: Walter Liberatti.
Las cartas estaban echadas…
Echadas a perder.
Continuará…