20 diciembre, 2009

Sebastián Delgado, el rimoso - Parte 1

Se apareció de repente en la Fundación, como salido de la nada…

Su presencia causó sorpresa, no obstante estar acostumbrados a la presencia de locos, pordioseros, delirantes con proyectos faraónicos o simplemente mangueros.

Pero lo que verdaderamente llamó la atención de los allí reunidos aquella tarde, fue la edad del convidado de piedra… No llegaba a los 40; los miembros de la entidad casi lo doblaban en años… ¿Qué hacía en aquel lugar un tipo tan joven?.

La respuesta llegó rápidamente…

- “Éste es un taller literario, o algo así, no?”, fue lo primero que dijo…

Liberatti, que se encontraba sentado en su escritorio con la mirada sobre unos papeles, levantó la vista….

- “Ejem… sí, algo parecido. Somos una Fundación creada para difundir la obra y trayectoria del más grande escritor latinoamericano de todos los tiempos, Demian Ferrante Kramer… Nada más ni nada menos que eso…”, sentenció, y se volvió hacia sus papeles, ignorándolo…

- “Ah, yo pensé que era un taller, donde por el pago de una cuota le enseñan a uno a pulir su escritura, estructurar las ideas, expresarse mejor….”, balbuceó decepcionado, acallando su voz en la medida que avanzaba en su alegato…

Sin embargo, algo de lo dicho por el muchacho impactó al viejo Walter… La palabra “cuota”. Cuota significaba dinero, y para las alicaídas arcas de la Fundación, hasta 5 pesos representaban una fortuna…

- “Eesteee, sí caballero…” -dijo Liberatti, veloz como una Pentium 4- “Como le estaba diciendo, somos una Fundación, pero muy abierta a las iniciativas artísticas de la comunidad!!. Creo que podríamos darle clases, y orientarlo un poco en el vasto campo de la literatura a través de la obra de Ferrante Kramer… Obviamente, pago de una módica cuota, mediante… “, agregó.

- “Y de cuánto se trataría esa cuota, se puede saber?”, inquirió con suma humildad…

Liberatti, hizo como que consultaba una carpeta que sacó de un cajón de su escritorio, y a viva voz preguntó a Losasso, uno de los 5 socios presentes en ese momento…

- “Decime, Losasso, la mensualidad sigue en 100 pesos?”… Losasso contestó con un tímido “Sí”, sin saber muy bien de qué le estaba hablando Walter….

- “Guauuu!”, exclamó el joven; todos se miraron… “…Trato hecho!... Pensé que se me iban a despachar con una cifra impagable!... Qué increíble, solamente 100 pesos, un regalo!... Estoy en la Fundación Ferrante Kramer, y voy a poder perfeccionarme... Estoy emocionado!”, no dejaba de repetir evidentemente exaltado por la admisión.

- “Bueno, bueno, joven!...Vayamos a los papeles, entonces!”, dijo en tono festivo Liberatti, intentando sacar provecho de ese aborto cuanto antes… “Apellido y Nombre?”, consultó, birome en mano…

- “Sebastián…. Sebastián Delgado”, contestó… “Ah!, y me saben decir EL RIMOSO, porque me la paso haciendo rimas con todo!... Becker es mi favorito!”, dijo, buscando en el grupo alguna mirada cómplice.

Sandro Dobetti, que parecía escuchar atentamente la conversación, interrumpió…

- “Ah!!...Becker??... También es mi ídolo, nene!... Pero ya no juega más, no?...¿Se retiró de los courts?...”

La ignorancia era tanta en aquel lugar, que nadie se percató de la gafe, con excepción de Delgado….

Continuará…

07 diciembre, 2009

La disputa - Última Parte

Los invitados a Xilingom, la empresa de Pinedo Díaz, no paraban de llegar… Una enorme fila de autos había invadido ambas manos de la calle; hasta un viejo vagabundo del lugar, aprovechó para hacerse el día con el clásico “Se lo cuido, maestro?”. Aquella noche era de grandes festejos.

Walter y Demian llegaron poco antes de la hora de inicio. Al ver la muchedumbre, los lujosos cero kilómetro estacionados, y gente tan bien vestida, sintió una mezcla de temor y vergüenza….

“Dios mío!! –pensó- … Espero que el peruano se la banque y no haga ningún desatre”. Y no era para menos, le sobraban experiencias en las que Demian había sido la nota de la noche, y no la nota bien temperada o afinada.

De pronto, Walter se dio cuenta que Ferrante se le había adelantado. Lo había perdido de vista. “La puta madre!”, refunfuñó, mientras intentaba encontrarlo con la mirada entre medio de la multitud.
- “Walter, querido!”, exclamó Pinedo Díaz de pronto, “Qué paso con Ferreyra, no pudo venir?”…

- “Quizás vega más tarde”, respondió Liberatti sin convicción; en verdad, sabía de propia boca de Ferreyra que jamás vendría; se había prometido a sí mismo no presenciar nunca más un papelón de Ferrante.

- “Venite, Walter, pasá, que Ferrante está tomando unas copitas en la parte de atrás, en la cocina…. Quería estar un poco entonado el hombre!!.... Además, se encontró con un viejo amigo, Pocho La Pantera, que es el número musical que contratamos”.

Walter sintió que le temblaban las piernas. “Está el Pocho!, balbuceó, “Qué bueno, no?”, dijo sollozando. “Perdón, pero yo me voy a sentar”, le espetó a Pinedo.

- “Qué te pasa, Walter, te sentís mal?”, exclamó preocupado el anfitrión…

- “No, todavía no…Me estoy preparando”, dijo, y se sonrió de manera compasiva; los que lo conocían, habrían asegurado que en realidad escondía unas tremendas ganas de llorar…

A partir de ese entonces, todo se tornó confuso para Walter. Previendo lo peor, prefirió quedarse donde estaba y no ver. Súbitamente, reconoció la voz de Pinedo Díaz, provenía del equipo de audio instalado en el salón.

Luego del interminable acople de rigor, Pinedo comenzó a hablar de quien sería el conductor de la ceremonia, “El gran maestro!... el escritor peruano Demian Ferrante Kramer!!. Un viejo conocido de Martelli, un hermano, un amigo de la casa, un representante de la cultura de nuestro querido pueblo de …..”

Así siguió unos segundos más hasta que escuchó la voz de Ferrante, “Hola, pibe!”, y ya no tuvo dudas de lo que vendría…

- “Dame el micrófono, Pinedo, dame el micrófono, turro!”… “Que mi plata no vale, qué te pasa!”… “Vení, Pochito, sumate que empieza la pachanga!”, fue lo último que se animó a escuchar Leberatti.

Así como estaba, casi al borde del infarto, decidió huir por donde cargan y descargan los camiones. En silencio. Solo. Para que nadie lo viera.

Sabía que en pocos minutos su vida no valdría nada…

FIN