15 febrero, 2011

Una tarde en el zoo – Parte 1

El gentío no dejaba ver qué sucedía adentro. Pero todos murmuraban y comentaban que había pasado algo terrible.

Las puertas del zoológico capitalino estaban entreabiertas; no se dejaba más que salir a las pocas personas que quedaban en su interior. Todas ellas mostraban el mismo ceño, estaban horrorizadas.

Ferrante Kramer tenía una debilidad por Palermo... “Palermo me inspira, de allí salieron mis mejores cosas”, afirmaba Demian siempre que se encontraba con sus pares de letras. Sus detractores, en cambio, discreparon siempre con él: “Más que haberle salido sus mejores cosas, en Palermo le han entrado con las peores cosas”, aludiendo sarcásticamente a sus noches de alcohol y travesaños, sus dos más claras adicciones.

No obstante existir opiniones encontradas en relación con la actividad del Peruano en ese barrio porteño, lo cierto era que Demian se encontraba allí ese día. Entre toda esa gente.

Quizás, buscando inspiración para “sus obras”, como solía decir el titán peruano. O más precisamente buscando “sobras”, en algún tacho de basura... Lo más probable.

- “Eh, usted!”, se escuchó gritar desde adentro del zoológico. El hombre que reclamaba la atención de ese “alguien” que estaba entre la multitud, no dejaba de hacer señas. Sin embargo, nadie respondía a su llamado...

- “Señor, señor!!... “, se le escuchó decir a una mejer, “... Creo que le hablan a usted!”, agregó, mientras señalaba al hombre de traje que lo llamaba, puertas adentro del zoo.

- “¿A mí?... ¿Se refiere a mí, señora?, preguntó el interpelado...

Aquel sorprendido no era otro que Demian Ferrante Kramer. Y quien demandaba su presencia, un alto ejecutivo de la empresa a cargo de la explotación del zoológico.

Demian se acercó con sigilo, tímidamente. Quizás por su apariencia, quisieran convidarle con alguna moneda, pensó.

- “Sí, amigo, me llamaba?”, inquirió Demian, “::: Tiene algo para mí?”, preguntó.

- “Sí, pase, porqué se quedó ahí dando vueltas?... Cree que tenemos todo el día para resolver esto?”, le recriminó el trajeado al Peruano.

Demian no entendía qué pasaba, pero tentado por la curiosidad, se dejó llevar por su mecenas casual... Mientras caminaban rumbo a lo que parecía ser la administración del Zoo, el enigmático personaje no hacía más que hablar por el handy, asintiendo...

- “Sí, lo encontramos, señor.... No!!... Debe haber dejado el animal en alguna camioneta, ahora le consulto, OK, corto y fuera!”, dijo por el walkie talkie.

Demian escuchaba, pero no había caído en la cuenta que se referían a él...

- “Dígame, entiendo que la mona la dejó afuera, no?”, interrogó el hombre sin nombre.

El Peruano Dorado se asombró del buen olfato de su compañero de caminata. Había bebido la noche anterior, pero casi no tenía aliento a alcohol. Cómo se habría dado cuenta que había dormido la mona, se preguntó. No obstante, rápido para esas lides, actuó con astucia. No fuera que por una tontería se perdiera la oportunidad de recibir algún mango o un poco de morfi.

- “Esteee... Sí!, la dejé afuera, cómo la voy a traer conmigo... Tendría que estar loco.”

- “Está segura afuera, no?”, repreguntó dudando el funcionario...

- “Sí, maestro, pero el que tiene que estar seguro es usted, si no, me voy”, aludió Demian, intentando desconcertar a su oponente.

- “No, está bien, le creo... Venga, pase, en unos instantes lo va a recibir el Presidente del Holding... Estamos en un grave problema”, confesó sin darse cuenta a Demian, aunque el Peruano no registraba nada de lo que le decían.

Continuará…