Demian hurgueteaba en su vida todos los días, tratando de entender porque el era un personaje distinto (ver entrada "El Elegido"). Esas dudas lo acompañaban todas las mañanas, durante el día y estimamos que también al anochecer (esto no podemos validarlo porque como se vio, una determinada parte de la vida de Demian fue oscura, por lo cual no tenemos certeza de que en determinado momento de su historia, Ferrante podría discernir entre el día y la noche).
Tropezar...tropiezan todos. y Demian no podía ser la excepción. Hasta Aquiles para salvar a su amada, en cuclillas, recibió el flechazo que terminó con el mito de su invencibilidad. Demian Ferrante Kramer, señores, fue como ese flechazo, que destruyó -tal vez sin quererlo- otro mito moderno.
Corrian los años del jolgorio Menemista (puede encontrarse en entradas anteriores, la relación de DFK con la fauna política argentina), y con mucho éxito, Jorge Bucay (Médico psiquiatra y psicoterapeuta gestáltico), bebía deía las mieles del éxito -con más de una veintena de libros publicados y el apoyo de distintos personajes mediáticos- en su momento de gloria.
Demian, como nos tuvo acostumbrados durante toda su vida, puchereaba y buscaba algo para hacer, mientras ojeaba una revista Mecánica Popular en un puesto de Av. Belgrano al 600, despatarrado sobre la vereda.
Jorge Bucay salió de una mueblería hacia un taxi que lo aguardaba en la calle, y tropezó con la pierna de Demian, cayendo boluptuosamente sobre él. Diagnóstico: fractura de clavícula.
Bucay se sintió más que culpable y trataba de atender a Demian mientras este gritaba presa del dolor y la desesperación "Al Durand no! por favor". Bucay intentó usar su experiencia gestáltica para calmarlo y recién lo logró cuando lo invitó a comer un choripán en un carrito de la costanera.
Allí nació una amistad que puso a Demian dentro del círculo íntimo del famoso psicólogo, a cargo de distintas tareas menores. En la foto que ilustra esta entrada, vemos a Demian junto a Bucay, Nacha Guevara y al sobrino del entrañable Osvaldo Pacheco, en un viaje en tren al Chaco, en enero de 1990.
Una tarde de setiembre de 1998, y ante el gran flujo de trabajo que tenía Bucay, reunió a sus colaboradores en su quinta de Del Viso -donde Demian usualmente desarrollaba tareas de jardinería, pero ese día estaba utilizando sus dotes conocidas de parrillero, haciendo unas achuras para amenizar la reunión- y les explicó su idea. Todos contribuirían con textos propios en la nueva obra de Bucay a cambio de una retribución económica, ya que el Doctor estaba considerablemente tapado de trabajo.
Mientras Demian servía mollejas, intentó pasar el aviso -frente a la risotada general- acerca de su experiencia literaria (el tenía escritos más libros que todos los asistentes a ese almuerzo!!!!). Bucay, tal vez por lástima o por afecto, le tiró un par de temas guía y le dijo: "Demian...armate algo que si es bueno lo subimos al libro..." Todavía hoy son comentadas las caras del entorno, menospreciando el gesto samaritano del Doctor Bucay.
Demian se dedicó durante semanas, e increiblemente, él, que escribió libros hasta en un banco de aeropuerto, no podía sacar nada en limpio... pero no quería defraudar la confianza que uno de los psicólogos mas afamados y conocidos del mundo habia depositado en él.
Hurgueteó todo un fin de semana en la librería Fausto de Santa Fe, vivió semanas en la bibilioteca del Congreso y finalmente despues de más de un mes, logró consolidar un texto de casi 20 páginas para entregar a Bucay.
Ese trabajo fue un éxito y formó parte junto con otros trabajos del libro Shimitri de Jorge Bucay. El libro fue un récord de ventas, ahora sí la fama golpeaba a la puerta de Demian. Bucay lo consideraba, lo habia convertido en su asesor. Demian sabia que ahora si iba a vivir de la literatura. Todo era un sueño...
Pero despertó de golpe. Una mañana leyendo Clarín casi entra en convulsiones: la escritora española Mónica Cavallé, declaraba desde Lisboa, que Jorge Bucay habia plagiado su obra.
Monica Cavallé... el nombre le resultaba familiar..
"No hay un libro copiado, hay sólo citas que no han sido correctamente acreditadas", insistió con fastidio el autor, que negó haber reconocido el plagio, tal como informó el lunes el diario El País, en un artículo titulado "Bucay reconoce haber copiado en Shimriti una sesentena de páginas de un libro ajeno".
Bucay —que en vano pidió una rectificación al diario español— dijo (por consejo de Demian) tener sólo una verdad: "No soy ni un filósofo ni un pensador, soy alguien que aprende y transmite, no tengo nada que ocultar pero no voy a aceptar que alguien me haga decir lo que no dije." Las excusas ya sonaban insostenibles...
En el artículo, el diario cita párrafos del libro de Bucay en los que se advierte la similitud que guardan con los pasajes de Cavallé en La sabiduría recobrada. Frente a esto, el autor se defendió diciendo que él era "sólo un repetidor de cosas". También resaltó, en su defensa, que en muchas oportunidades la gente se confunde y cree que los cuentos que él narra en sus libros son de su autoría, pese a que él ha reiterado en entrevistas que la mayoría de ellos son milenarios y no salen de su imaginación. "Lo mismo ocurre en este libro: yo sólo recreo imágenes; las ideas se configuran en base al pensamiento de Lao Tsé, Osho y Cavallé".
"Lamentablemente he aprendido la dolorosa frase que dice: habla mal que algo queda. Hay gente que se pone contenta de que se hable mal de mí porque están esperando que yo caiga para poder ocupar el espacio que yo tengo".
¿Había sido una jugada de Demian? ¡Había sido Ferrante un estúpido que arruinó la carrera de alguien que por primera vez confió en él? ¿O fue una movida maquiavélica para ocupar su lugar?
El hecho es que de un día para el otro Demian desapareció del entorno de Bucay. Dicen que se llevó un par de toallas de la casa del Doctor, y sus amigos aún lo buscan para ajusticiarlo.
La figura de Bucay entró en crisis. Ya no le creen ni sus hijos.
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