20 agosto, 2006

El perro de Demian: una historia de amor negro

No todo ha sido infortunio en la vida de Ferrante Kramer, también supo de placeres, alegrías y regocijos. Pocos, como los que le deparó su perro Fami, pero tan intensos y entrañables como esta historia que seguramente conmoverá al más pintado.

Correría el año 1943. Demian tendría apenas 10 años recién cumplidos, cuando su padre Doroteo lo despertó una mañana cualquiera con la sorpresa de su vida: un cachorro collie café con leche que apenas emitía insonoros ladridos, retozaba sobre su cama y presagiaba lo que sería el primer afecto de amistad entre un animal y un ser racional, Demian y Fami.

Y así, amigos lectores .... tal como les cuento, se produjo aquel hechizo mágico entre ambos. Un pacto hipnótico que no encontraría límite sino hasta su partida del Tumbes natal, a los 18 años.

Ferrante no lamentó nunca dejar a su familia. La madre, media tocada; los hermanos, uno peor que el otro. Pero Fami .... Fami lo era todo, su amigo, su hermano, su ídolo.

Sin embargo, tuvo que dejarlo atrás cuando partió al exterior en busca de mejores aires, del reconocimiento al “demorado poeta” que tanto aspiraba, de un lugar en el mundo aunque fuera en soledad. Habían sido 10 años inolvidables de dicha plena, pero se juró que no sería por siempre.

Ni bien hubo desembarcado del buque carbonero que lo dejó en Nueva York, Demian no hizo otra cosa que tratar de sentar cabeza cuanto antes para reconstruir su vida. Y en esa vida deseada estaba Fami, su perro.

Y llegó el día. Había juntado unos cuantos dólares cuando se dirigió a una empresa de servicios dedicada al traslado de mascotas desde y hacia cualquier sitio del mundo: “Petexpress”. A su consulta, le respondieron que todo se podía hacer, que no había “ ... ningún problema, amigou” ...y pensó: “Es la oportunidad que tanto había esperado, voy a tenerlo otra vez conmigo!”.

Llamó de inmediato a su familia, necesitaba que estuvieran al tanto. Atendió Dionisio, quien le dijo: “...Sí, ... no hay problema ... qué parte querés que te mandemos?.... vos no sabés como está!... justo hoy lo estábamos asando....”, y se sentía de fondo “...ya va Duilio, ya te paso la patita que levantaba.. querés ésa o la otra ... mirá que hay 4!..." y se le cagaba de risa directo sobre el auricular, mientras Dionisio agregaba.... “ ... te dije que eras un blando de mierda, que no había otro como vos... pero me equivoqué, no sabés cómo está de tiernito Fami... ja, ja, ja!!! “, y se recontracagaba de risa el muy sádico.

Demian no supo ni insultarlo... estalló en lágrimas mientras imaginaba a Fami sobre la parrilla, quemándose cuan Juana de Arco inocente. A partir de ese día Demian no conoció más la risa, todo le daba igual. Ya no escribía, no quería saber de nada ni con nadie. Algo en él había muerto cuando su familia asesinó a Fami.

Vagando sin rumbo por las calles de Manhattan en uno de aquellos días de los años ’50, sintió el impulso irresistible de pararse frente a un televisor, de esos que se acostumbran poner detrás de las vidrieras de los comercios que venden artículos para el hogar.

Inconmensurable fue su sorpresa, cuando en una película que estaban pasando por un canal de TV, vio a su perro.... “ es él, no me cabe duda alguna”, gritó como loco. La serie se llamaba “Lassie”... y se dijo para adentro: LA SI, dos notas musicales.... igual que FA MI, también dos notas, como yo le puse a mi perro (1)..... es el destino!!!, es Fami, y lo tengo que recuperar”.

Averiguó cómo llegar a los estudios de televisión, ya que se trataba de una serie. Demian se preguntaba cómo habría llegado Fami hasta los EE.UU. e imaginó que él había subido al buque carbonero y que el perro lo había hecho también ... pero que luego al descender en Nueva York, como estaba completamente negro por el carbón de coque, Fami no lo reconoció. “Sí... fue eso lo que pasó, ahora cierra todo”, se repetía para convencerse.

Llegó hasta la puerta de entrada a los estudios. Como le impidieron el paso, golpeó al guardia y corrió hasta el set de filmación... era “matar o morir”. Tenía que recuperarlo. Abrió los pesados portones y lo vio, sujetado fuertemente por 2 personas que lo tenían abierto, tomado por las patas, y queriéndole clavar algo puntiagudo. Se dijo para adentro: “Lo están maltratando.... lo usan para ganar dinero, lo tienen maniatado como a un perro!”.... y se abalanzó sobre los guardias a la voz de: “Suéltenlo, hijos de una ... gran bitch!”.

El perro se zafó y apagando el grito de Demian: “Fami!!” ... se lanzó sobre su yugular ferozmente. Lassie mordía y tironeaba ... jalaba y volvía sobre el cuello del peruano. En tanto, y mientras despedía una baba viscosa por la boca, inútiles eran los esfuerzos de los guardias para sacárselo de encima.

A los 15 minutos, se sintieron 2 disparos. Uno mató al perro. El otro se incrustó en uno de los glúteos de Ferrante. Ambos cayeron y quedaron tendidos sobre el piso, mirándose. Como fondo, un escenario dantesco, al que la sangre contribuía con su tinte trágico.

Fue en aquel instante, cuando Ferrante balbuceó: “Fami, por que?”.... “Por que, si durante 10 años nunca fuiste así ... vos me querías!”... Uno de los asistentes del set, que escuchó, le dijo: ” Mirá, primero, es al pedo que le preguntes, porque es un perro y además está muerto. Y que 10 años ni 10 años, man! ... , el dog tenía 3 años, y estaba rabioso... Ah!!. y para cuando te cures lo de la bala en el ojete, te vas a tener que poner la antirrábica también, entendiste?”, y agregó, con bronca como para ponerle el tiro de gracia: “ ... por tu culpa, nabo, ahora tenemos que salir a buscar otro perro de mierda como ése!”

Mientras lo subían a la ambulancia, una sensación de asco e indignación lo volvió a invadir. Sucedió que recordó las palabras de Dionisio de aquel día: “Y vos... qué parte querés? (2)... no sabés lo tiernito que está!”.


(1). Hasta ahora, nunca se había utilizado en una historia un ejemplo de deducción detectivesca tan inteligente, con excepción de las hechas por el conocido Sherlock Holmes.

(2). “Y vos, de qué querés”, utilizado por “El noble repulgue”, fue tomado de las frase de Dionisio Ferrante Kramer, actualmente en juicio con la empresa de empanadas por uso indebido de derechos intelectuales.

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