04 agosto, 2006

Ferrante Kramer y el cine I : "El no saber de límites"

Demian nunca midió riesgos a la hora de encaminarse hacia un proyecto. Si bien los libros lo marcaron a temprana edad (Ver en este sitio “Una luz en la cultura ...”), las películas de Errol Flyn que viera en alguna de las tantas huidas con su abuelo a Lima, único lugar donde se contaba con “cinematógrafo”, despertaron en él la pasión por el celuloide, y esa necesidad de quedar marcado por la historia grande del cine.

A mediados de los 50, como ya se ha visto en entradas anteriores, se comenta que rogó favores al encumbrado Truman Capote, intentando una alianza que terminó a las trompadas. Capote era amante del cine, y Ferrante pensó que por su intermedio llegaría a ocupar ese lugar en la pantalla grande que tanto ansiaba. Truman era “amante del cine”, pero lo que Ferrante le pidió a cambio cuentan que lo sumió en una profunda depresión, y le abrió los ojos acerca de los verdaderos móviles del filme.

Según varios biógrafos del peruano que coinciden en esta anécdota, la propuesta era la de llevar a la pantalla “Oscar Wilde, el desenfreno”, obra en la que Capote había tramado escenas de sexo explícito con el único anhelo de conseguir aquel cuerpo, otrora esbelto, de un Ferrante Kramer lleno de bríos y esperma veinteañeros.

A partir de aca, las dudas sobre la virilidad de DFK comenzaron a multiplicarse. A las historias de amor - ya explicadas - generadas por los medios locales, se sumaron rumores que bordeaban la leyenda (Ida Lupino, Sofía Loren, Mímicha Reutemann y Zsa Zsa Gabor, por citar sólo algunos de los romances que la prensa le endilgó). Demian las rechazó de plano. Animicamente quebrado por la oferta de “fama por sexo” planteada por Capote, y el constante acoso periodistico para descubrir si finalmente se entregaba a los brazos de alguna mujer, se recluyó por unos meses en Menphis, ciudad en la que conoció al por aquel entonces incipiente Elvis y al ignoto iluminador Francis Ford Copolla.

Con este último, al que Demian llamaba “el franchute” parafraseando “francis”, tuvo una química explosiva con el peruano desde el primer día en que se vieron, sin darse cuenta, se convertiría en la puerta de entrada a un mundo al que Demian añoraba: El cine.

Una noche, despues de copas baratas en tijuana, Francis le prometió que cuando fuera director de cine, lo haría “actuar a lo grande”, tanto más que lo que le había negado Truman.

Copolla le barajó algunos títulos en los que estaba trabajando: “Homoeróticus, supermacho” (luego protagonizada por Lando Buzanca), “La naranja mecánica” (cuyo protagónico le fuera arrebatado a último momento por Malcom McDowell, ante un repentino cambio de director), y “El padrino” (con libro de Mario Puzzo).


Este último fue el que se convirtió finalmente en el debut de Ferrante Kramer en el cine mayor, y le valiera una nominación como “Best Performance in Short Time Screen Appearance” (traducido como Mejor Actuación en el menor tiempo de pantalla), en la primera y única edición del desaparecido Sausalito Film Festival, Sausalito, México, cuando corría el año 1974.

Célebre es la aparición de Demian, quien entra y sale de pantalla en apenas 5 segundos, cuando Robert Duvall besa la mano del Padrino Al Pacino (ver foto). La crítica dijo (cita reproducida por el New Yorker, Set. 14, pág. 52, 1974):”.... el gesto adusto, lo penetrante de su mirada detrás de sus innecesarias gafas, y el porte varonil de Ferrante, lo hacen un digno ganador del premio mexicano..”.... y sigue... “.. quien con objetividad vea la escena una o mil veces, concluirá, como yo, que Demian se come la pantalla de un solo tarascón”;

Oh! Sorpresa, el que firmara aquella nota no era otro que el mismísimo Truman Capote, accidental e involuntario crítico de “La voz del Sausalito”. Un Truman en decadencia por aquellos últimos años, pero hidalgo y rendido ante el talento de ese grande; un Truman auténtico, que ofrecía con su crítica un claro desagravio a quien, décadas atrás, castigara con su desprecio el rechazo de quien, muchos afirman “... fue el amor de su vida”.

La fama, las mujeres, el dinero en abundancia y las ofertas de negocios (lo querían la CBS, la Paramount, la Columbia, la Warner... todos), transformaron al cálido Ferrante en un desconocido hasta para sus más íntimos. pese a esto... él estaba listo para el éxito absoluto en la pantalla grande.

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