Como las sugerencias de la Fundación son como mandatos para nosotros, cumplimos en informarles que Demian no nació en un hospital, ni en un sanatorio ni en su casa, como todos podríamos llegar a imaginar. Fue parido en una plaza, un día lluvioso y gris. Una plaza muy peculiar, de cuyos “sortilegios” hablaremos más adelante.
Se preguntarán qué tiene que ver esto con la nota de hoy?... quizás mucho, quizás nada, ... veremos. Ahora, vayamos al tema que nos ocupa .... apenas una corta historia.
A principios de los ’80, Ferrante no mostraba aún signos de la debacle moral a la que ingresaría su vida pocos años después. Todavía estaba entero, íntegro. A punto de retirarse el último presidente de facto, Bignone, en Argentina ya se podía respirar el despertar de las masas. El advenimiento de la democracia traía nuevos aires, y con ella el renacer de las artes: la música, las letras, el cine y el teatro.
De todas ellas, la que más había tomado vuelo era la música, y Demian sabía que ahí había lugar para él, para lo suyo.
Por esa razón, solía frecuentar un barsucho ubicado en Sarmiento y Rodríguez Peña, donde paraban la mayoría de los músicos “under”, los que recién comenzaban. Su estrategia era “entablar contacto”, y qué mejor lugar que ése para hacerlo!, se decía.
Y lo hacía de manera simple, acercándose a la mesas con su pesado laúd, el mismo que le había regalado su padre en Tumbes (1), quien no pudo acompañarlo en su travesía por el mundo cuando Demian dejó su tierra natal.
Piadosa, la joven concurrencia del lugar le permitía cantar y “tirar sus ideas”, como Ferrante decía. Para saber de ellas, este cronista reporteó al dueño del bar, Darío Fabián Kempes (pariente lejano del goleador del Mundial 78), quien presenció las anécdotas.

Kempes me sigue asombrando con una de no creer: “Ah!!... tengo otra: a sus más allegados, los de confianza, Demian tenía la contumbre de darles pequeños golpecitos en la panza.... alternando sus manos, como la Mona Giménez, pero más rapidito. Lo hacía de puro cariñoso que era, nomás; y decía al ritmo que los daba: ZAS!, ZAS!... Recuerdo que al que lo tenía de punto con ese yeite era al tano Miguel ... sabés quien era: Mateos!!!. ¿Qué me contás nene??”
Y me revienta la cabeza con otra.... mortal!!: “Escuchá ésta que es para coleccionistas. Faltaba una pierna para el truco porque les había fallado el patilludo ése, y lo invitaron a jugar a Ferrante. Como había morfi en la mesa y siempre andaba cagado de hambre, se prendió como huérfano a una chota (2). En una de esas el loco de Ferrante grita FLOR, pero un pelado del otro equipo le responde, “CONTRA FLOR AL RESTO”. Demian la pensó un poco y sonriendo en joda dice: “CONTRA FLOR, A LO SUMO”. Todos se rieron de la broma, menos uno que se quedó pensando. Era el pelado al que saludó con un “Chau Luca”, cuando se retiró pasada la medianoche... ésa no la entendí, pero igual tengo una foto...mirá!!, éste era el pelado”, y agrega “¿qué me contás nene??”.

Como ven, tres sencillas anécdotas, bien cortitas, pero que lo dejan bien parado. Tal como era él: un seco, bonachón, medio garronero, sin visión de futuro, pero con brillantes ideas.
Ideas que nunca aprovechó para sí, pero que significaron mucho para los demás y para la historia grande de la cultura, aunque de él no se hable nada. Por eso existe este Blog, para recordar lo importante que fue esa vida suya “signada por la yeta permanente”. ¿Una frase final para concluir esta historia? .... se me ocurre: “Demian Ferrante Kramer.... un gran hombre meado por los perros (3)!”.
Ah!... me olvidaba!. Les dije que había nacido en una plaza, no?.... con muchos sortilegios. Efectivamente, estaba llena de “sortilegios”, de todos las formas, colores y gustos. Casualidad o fatalidad del destino, la cuestión es que Felisa lo parió en el canil. Y no fue en un día lluvioso, lo que pasa es que la arenita siempre estaba muy húmeda allí.
(1). Años después, en un allanamiento casual en la pensión de Constitución donde vivía, descubrieron vieja droga en el interior de su pesado laúd. Su padre había intentado usarlo como mula, pero se acobardó a último momento y no viajó con él.
(2). Kempes hace una extraña asociación entre los huérfanos y los trolos que no comparto, pero exigió que pongamos “chota” en lugar de “teta”.
(3). De todo tamaño
PD: Nunca voy a poder olvidar las últimas palabras de Don Kempes antes de retirarme del lugar: “¿Qué me contás nene?”