San Pedro estaba convulsionado. Desde la base de la
Fuerza Aérea de Tandil, se había movilizado una patrulla de aviones
Mirage para inspeccionar el espacio aéreo. Tantos eran los rumores, que la plaza principal parecía un cabildo abierto.
Mario Barbieri, intendente del pueblo no dejaba de declarar en los medios locales:
“…Y sí … Parece que viene Bush”, generando el estupor general. Cientos de personas llegaban a San Pedro y pocos tenían en claro que estaba pasando.
Daniel Losasso (enviado personal de Liberatti) tácitamente encabezaba el ingreso. Sin indicarlo, todos sabían que había que encolumnarse detrás de él.
Jara Valdez, con un handy conectado a su oído derecho, vociferaba instrucciones en forma frenética; al parecer estaba a cargo del operativo de seguridad.
Tapia, con los ojos llenos de lágrimas se acomodaba los anteojos de sol y su gorro panameño continuamente mientras hablaba al oído de un joven musculoso que lo acompañaba.
Jamás el pueblo había visto un despliegue semejante.

De golpe, sucedió la primera de las cosas extrañas. Al llegar al
Hotel de Turismo (al 400 del Boulevard Paraná), un grupo de seguidores enfervorizados identificados como el movimiento “18 de enero”, que responden al conocido activista
Danny Lay Libbonat, detuvieron su marcha y al grito de
“Demian si sos fiambre, por popa te entra la sopa…”, abandonaron la comitiva e invadieron la pileta como desentendiéndose de la situación lamentable que todos estaban viviendo.
Mientras tanto, el grueso de los seguidores del
Coloso de Tumbes se apostaba en la entrada principal del hotel, donde de acuerdo a los distintos informes, los esperaba
Patricio D´Orrys, para confirmar o dar por tierra con el tristísimo presagio.
El
Ilusionista de Boedo apuró el paso en la escalinata y cuando llegó arriba junto a Losasso, se dirigió a la multitud de seguidores de Demian:
“…Tranquilos, muchachos. Vamos a entrar a ver qué pasa. Esperen acá y ya salimos y les contamos”. Por un instante creyó dominar a la multitud. Pensó que no era necesario aplicar ningún conjuro para aplacar a las fieras. Se sintió un grosso en serio. Pero un griterío embravecido lo saco de su pensamiento.
Tony Kamo, mientras doblaba unas cucharitas con la mirada grito:
“¿Y vos qué te comiste salame?...Porqué vos sí y nosotros no?” Y al instante, más de doscientas personas que se encontraban frente al hotel ingresaron al unísono pasando por sobre la humanidad de
Ilusionista de Boedo.
“Habitación 69!!!!”, gritaba un botones del hotel mientras era llevado en andas por seguidores de
Sandro Dobetti. Todos subían como poseídos por las escaleras. Algunos pasajeros hospedados, salían a los pasillos frente al desconmesurado bochinche. En la movida eran arriados entre la multitud pensando que se trataba de alguna actividad para los clientes organizada por el hotel.
Llegaron a la habitación. La puerta estaba cerrada. Se hizo un segundo de silencio sepulcral, como si de golpe se respirara un respeto hacia la figura del peruano. El tumulto en el pasillo del primer piso hizo que
Jorge Bucay y
Quique Dappiagi se desmayaran junto a la escalera. Lita de Lazzari pedía asistencia médica para ellos a los gritos.
Losasso golpeó la puerta. El silencio podía oírse. Patricio, con cara de funeraria abrió la puerta y dijo suavemente:
“Pasen…” como si solo hubiese dos personas del otro lado de la puerta. Todos se agolparon para entrar.
Arnaldo André, intento poner calma diciendo con tono enérgico:
“…Che! Un poco de respeto!”. Todos se agolparon como pudieron frente a la cama en la que estaba Ferrante envuelto en una sábana. Hubo un silencio estremecedor.
“.. Y Patricio, qué onda?”, se alcanzo a oír de Ramiro González Pardo, quien hablaba con una copa de malbec en la mano.
“Amigos…” dijo Patricio con cierto aire de dramatismo.
“Creo…que es el fin de un mito. Demian se nos ha ido…”

Fue estremecedor. Al instante un llanto generalizado invadió la escena.
Jara Valdez se desplomó tomándose la cabeza.
Liberatti, absorto se quedó mirando un punto fijo en la pared. Dobetti se abrazó con
Lucca Paredes y con el hombre invisible, aunque ninguno de los dos se dio cuenta.
El
Hombre Auto de Castelar comenzó a golpearse contra la pared mientras que el
Hombre Perro se lamía las manos. Todos estaban desconcertados. De golpe,
Nacha Guevara que se encontraba llorando junto a la cama de Demian, lanzó un grito de terror:
“SE MUEVE!!!!!”, y al instante, la conmoción generalizada cambio de desazón a sorpresa:
Demian comenzó a moverse. Estaba vivo. Ese instante duró una eternidad. Todos miraron a Vásques, el
Ilusionista de Boedo, reclamándole si esto era uno de sus trucos:
“... No… Yo no tengo nada que ver. Es real esta volviendo a la vida”
“RESUCITÓ!!”, gritó
Tapia. Y la gente comenzó a bramar de alegría. Demian había vuelto en sí. Se incorporó en la cama, miró extrañado la situación y sin entender absolutamente nada que estaba ocurriendo, miró a un costado y encontró a
Pocho la Pantera, y balbuceando, dijo.
“Che…¿Se acabó el tinto?”
Esa frase desató la ira general.
¿Verdaderamente había sido real toda esta movida? ¿Había sido cierto que Demian había muerto y resucitado o su estado de coma correspondía a una sobreingesta de alcohol y sustancias alucinógenas?. Casi al instante se desató una trifulca…
“D'Orrys mentiroso!!”, gritó el
Hombre Invisible, lo cual hizo que Jara Valdez copara la parada para defender a nuestro amigo.
“No te enganches uruguayo del orto”, dijo
Rudolph Von Pappen…Y lo que siguió fue la debacle.
El frenesí de los asistentes y la tensión del momento hicieron que todos se trenzaran en feroces golpes de puño. Solo trascribimos algunas imágenes del momento como para que puedan tener una idea de la trascendencia del enfrentamiento:
Soledad Pastorutti ahorcaba con el poncho a
Sandro Dobetti contra la pared,
Arnaldo André era sometido por el
Hombre Alado de Almagro, colgado de la lámpara del pasillo
, Dilbert Kooney de la Fundación de Denver, recibiendo una golpiza encarnizada de parte de
Chiche Gelblum; en fin, un espectáculo desolador.
En el medio de la batalla,
Jara y Liberatti envolvieron el cuerpo semi consciente de Demian con la sabana de la cama y lo sacaron por la puerta trasera de la habitación para protegerlo de la catástrofe.
En ese mismo instante, mientras la policía hacía su ingreso para reprimir a los alborotados, en el cuarto contiguo, alguien tomó el teléfono y pidió una llamada de larga distancia a Perú. Específicamente a
Tumbes. Cuando atendieron del otro lado del teléfono con un
“Holá…”, de este lado la voz fue seca, clara y consistente:
“Fallamos. Tu hermano despertó”, y cortó.
FIN
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