Liberatti estaba confundido. Del otro lado del teléfono tenía a un periodista de la revista MonteVideo de Uruguay, que llamaba preguntando por los festejos del cumpleaños del Peruano Dorado.
Hasta ahí, nada raro, de no ser porque habían preguntado por un tal Juan José Tapia, el "presidente de la Fundación". Liberatti trató de explicarle el malentendido, aclarándole que los festejos del cumpleaños de Demian este año -por cuestiones presupuestarias- se limitaban únicamente a una cena intima de los miembros de la Fundación, en la casa de Sandro Dobetti, cuyo menú no había sido definido fehacientemente, dudando de hacer unas pastas o unas empanadas.
El periodista charrua se sorprendió… “¿Cómo empanadas o pizza, si acá nos mandaron una invitación para un desfile en Villa Gesell, con motivo de los festejos del onomástico Nº 74 de Demian Ferrante Kramer?”
- “¿Le enviaron?” -preguntó confundido Walter...”¿Quién le envió?”…
- “La Fundacion Ferrante Kramer”- respondió el hombre, ya casi pensando que le estaban tomando el pelo
- “¿Usted no podrá pasarme por fax esa invitación?" - le pidió Walter, con tono paternal.
Intuyó que el presunto error ya estaba mutando a un problema.
- “Bueno”, dijo el periodista de mala gana mientras, al parecer, acomodaba la hoja.
- “Deme señal”, ordenó.
- “Sí, gracias”, dijo Walter, con cierto temor…. Intuía que algo raro estaba pasando, y no le erró. Sus ojos lo confirmaron cuando la máquina comenzó a escupir el fax.
Pasaron varios minutos hasta que verdaderamente Walter pudo dimensionar el alcance de lo que acababa de ocurrir.
¿Algún imbécil le estaría jugando una mala pasada o efectivamente habría una entidad hermana en el Uruguay?... Este último pensamiento lo sobresaltó, y no era para menos.
Bajo su mando, la Fundación Ferrante Kramer no había podido en casi veinticinco años de actividades desarrollar un evento relativamente decente relacionado con el Peruano Dorado. Tampoco en los últimos tiempos, en manos de su actual presidente, Artemio Ferreyra.
Qué estaba sucediendo que ahora, sin comerla ni beberla y casi por casualidad, se encontraba con otra agrupación similar, pero de origen uruguayo, que no solo planeaba una fiesta para una fecha que hasta ese momento él creía propia, sino que, también, contaba con el apoyo de empresas de primer nivel del país hermano y de los medios de comunicación.
Walter no dudó, y llamó a Dobetti. Por primera vez en años, dio una instrucción:
- “Sandro, suspendé todo. Nos vamos a Villa Gesell…” Continuará...
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