Estaban como locos... Casi derriban la puerta de la pensión “Don Horacio”, donde vive el Peruano Dorado.
El grupo, encabezado por Walter Liberatti, ex presidente de la Fundación Ferrante Kramer, se abría paso sin pedirle permiso a nadie, siquiera a su dueño...
- “Dónde se piensan que están!”, reclamó a viva voz el propio Don Horacio, pero no lo escuchaban. Parecían poseídos, e iban en dirección a la pieza de Demian.
- “Demian, Demian!... Por favor, salga, tenemos grandes novedades!”, gritaba Liberatti. Adentro, no se escuchaba nada; la habitación parecía estar vacía. Fue en ese momento que Sandro Dobetti, partícipe de la movida, se dignó a mirar al dueño de la pensión...
- “Dígame, sabe si el maestro Ferrante está adentro?”, sentenció con soberbia, algo que no le quedaba al viejo Dobetti, otro fracasado más de ese conjunto de atorrantes...
Don Horacio intentó mantener la calma y le contestó que no lo había visto salir, que seguramente estaría borracho como solía estarlo casi siempre. Pidió que le abrieran paso y le dejaran abrir la puerta con el manojo de llaves que llevaba siempre colgado del cinturón para situaciones de emergencia.
El grupo, encabezado por Walter Liberatti, ex presidente de la Fundación Ferrante Kramer, se abría paso sin pedirle permiso a nadie, siquiera a su dueño...
- “Dónde se piensan que están!”, reclamó a viva voz el propio Don Horacio, pero no lo escuchaban. Parecían poseídos, e iban en dirección a la pieza de Demian.
- “Demian, Demian!... Por favor, salga, tenemos grandes novedades!”, gritaba Liberatti. Adentro, no se escuchaba nada; la habitación parecía estar vacía. Fue en ese momento que Sandro Dobetti, partícipe de la movida, se dignó a mirar al dueño de la pensión...
- “Dígame, sabe si el maestro Ferrante está adentro?”, sentenció con soberbia, algo que no le quedaba al viejo Dobetti, otro fracasado más de ese conjunto de atorrantes...
Don Horacio intentó mantener la calma y le contestó que no lo había visto salir, que seguramente estaría borracho como solía estarlo casi siempre. Pidió que le abrieran paso y le dejaran abrir la puerta con el manojo de llaves que llevaba siempre colgado del cinturón para situaciones de emergencia.
Todos -Walter, Sandro, Saverio Penetieso, Aguirre Caspa y Maldonado- obedecieron al instante, mientras el anciano Don Horacio, mirando las llaves, balbuceaba... “Maestro, maestro, le dicen a ese vago!!... El único maestro que conozco es éste”, señalando el “maestro de llaves” que tenía en sus manos.
Al abrir la puerta, un vaho a pedo acuoso, colillas de cigarrillo berreta, transpiración y vino barato, invadió el órgano olfativo de los allí presentes. La escena era dantesca... Ferrante Kramer tirado sobre el inodoro, con la cabeza en su interior... A los costados, vómito, y una imagen que los llevó a pensar en lo peor: un revólver...
Pero, no era lo que todos pensaban...
El arma era de plástico. Un juguete con el que el peruano solía amedrentar a los chicos del barrio que lo cargaban y le gritaban cosas como fracasado, sucio, loco, trolo, y tantas otras verdades al paso...
No obstante haber superado ese instante de incertidumbre acerca de la salud del peruano, lo cierto era que Ferrante continuaba como muerto. No reaccionaba a nada. Muchos, hasta aprovecharon la ocasión para pegarle con ganas, so pretexto de querer volverlo en sí....
En una de esas, Dobetti, conocedor del peruano, pidió paso...
- “Déjenme a mí.... El fuego se apaga con fuego!”, gritó, y llevó una vieja petaca que tenía en su bolsillo a los labios de Demian. La respuesta fue istantánea. El Peruano Dorado se incorporó de inmediato ante el olor a güisqui, y como en medio de un trance, saludó a todos por sus nombres y pidió lápiz y papel....
- “Quiero escribir algo”, lanzó en medio de la estupefacción del grupo... “Me encuentro inspirado”
- “Déjese de tonteras, maestro!” -dijo Walter- “Venimos a verlo por algo realmente importante que salió en los diarios de todo el mundo hoy!”, agregó eufórico.
- “Si no lo sacamos de malas con ésta, no lo sacamos más”, exclamó Penetieso, el escribano de la Fundación, mientras desplegaba el diario del día...
- “Ve, lea, Don Kramer.... Ve a qué me refiero!”, interrogó con ahínco...
En el Clarín podía leerse: “Un cómico sueco se come parte de su culo”. La nota hacía referencia a un tal Fredrik Wikingsson, y a su escatológica hazaña realizada frente a las cámaras del Kanal 5 de Suecia.
Demian los miró, se agarró los cantos con ambas manos y dijo: “Muchachos, paren... Todo tiene un límite... No jodan!”...
Ya era tarde. El grupo le devolvió una sonrisa, y Walter se dispuso para lo que sería su alegato a favor del corte de nalgas....
Al abrir la puerta, un vaho a pedo acuoso, colillas de cigarrillo berreta, transpiración y vino barato, invadió el órgano olfativo de los allí presentes. La escena era dantesca... Ferrante Kramer tirado sobre el inodoro, con la cabeza en su interior... A los costados, vómito, y una imagen que los llevó a pensar en lo peor: un revólver...
Pero, no era lo que todos pensaban...
El arma era de plástico. Un juguete con el que el peruano solía amedrentar a los chicos del barrio que lo cargaban y le gritaban cosas como fracasado, sucio, loco, trolo, y tantas otras verdades al paso...
No obstante haber superado ese instante de incertidumbre acerca de la salud del peruano, lo cierto era que Ferrante continuaba como muerto. No reaccionaba a nada. Muchos, hasta aprovecharon la ocasión para pegarle con ganas, so pretexto de querer volverlo en sí....
En una de esas, Dobetti, conocedor del peruano, pidió paso...
- “Déjenme a mí.... El fuego se apaga con fuego!”, gritó, y llevó una vieja petaca que tenía en su bolsillo a los labios de Demian. La respuesta fue istantánea. El Peruano Dorado se incorporó de inmediato ante el olor a güisqui, y como en medio de un trance, saludó a todos por sus nombres y pidió lápiz y papel....
- “Quiero escribir algo”, lanzó en medio de la estupefacción del grupo... “Me encuentro inspirado”
- “Déjese de tonteras, maestro!” -dijo Walter- “Venimos a verlo por algo realmente importante que salió en los diarios de todo el mundo hoy!”, agregó eufórico.
- “Si no lo sacamos de malas con ésta, no lo sacamos más”, exclamó Penetieso, el escribano de la Fundación, mientras desplegaba el diario del día...
- “Ve, lea, Don Kramer.... Ve a qué me refiero!”, interrogó con ahínco...
En el Clarín podía leerse: “Un cómico sueco se come parte de su culo”. La nota hacía referencia a un tal Fredrik Wikingsson, y a su escatológica hazaña realizada frente a las cámaras del Kanal 5 de Suecia.
Demian los miró, se agarró los cantos con ambas manos y dijo: “Muchachos, paren... Todo tiene un límite... No jodan!”...
Ya era tarde. El grupo le devolvió una sonrisa, y Walter se dispuso para lo que sería su alegato a favor del corte de nalgas....
Continuará...
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