Copa va, copa viene, lo cierto era que Demian estaba un poco mareado y no se sentía seguro de sí. Por aquel entonces no era un alcohólico perdido; siquiera había probado más que alguna que otra droga, pero de las blandas, y para presumir delante de sus compinches de letras...
- "No quiero más Don Santiago, estoy muy mareado... Me va a dar el libro, si o no??", exclamó elevando el tono de su voz.
- "Sí, mocoso... Acá tenés", le dijo entregándole en mano un libro de tapas negras, enfundado en polietileno o celofán. Antes de irse, el editor asaltó a Demian con una última pregunta: "Decime, no tenés unos pesos para imprimir más ejemplares??... Te vas a perder este negoción?"...
Justamente el peruano había cobrado su mensualidad en el supermercado donde trabajaba, y viendo la oportunidad, le entregó los 1000 pesos que llevaba encima. En el fondo, pensaba: "Creo que los traje porque estaba convencido que se me iba a presentar una buena como ésta... Intuición, lo que se dice!!"...
Se despidieron a los besos. Demian casi no podía estar en pie del pedo que tenía...
- "En la esquina pasa el bondi, peruco!", fue lo último que se le escuchó decir a Don Santiago antes de cerrar estruendosamente la puerta. Eran las 10 de la noche, y en la calle no había un alma...
En eso, un viejo Fiat 128 se detuvo delante de él. En su interior había 3 morochazos...
- "Caballero, disculpe, vemos que se encuentra solo esperando el colectivo, y a estas altas horas de la noche es inconveniente que permanezca en una zona peligrosa como ésta... ¿Desea que lo acerquemos hasta la estación del ferrocarril?"..
"¡Qué pardoja!" –reflexionó Demian para adentro- ...".. ¡Tanta precaución, tanta desconfianza acerca del Gran Buenos Aires y con qué me encuentro!". Ferrante estaba sorprendido, no conocía de tanta amabilidad desde sus épocas en Denver...
"Señores, me sobrecoge gratamente vuestra invitación... Pero no quiero importunarlos" –respondió Demian- ".. ¿Realmente hay lugar para mí en el carro, o es mera cortesía de este pueblo generoso de Aldo Bonzi?"
El culto lenguaje de Ferrante desconcertó a sus ocasionales anfitriones, pero pareció entusiasmarlos aún más...
- "Pero, cómo no va a haber lugar para un tipo como vos, con esa pinta y esa labia!!", le gritó el que manejaba. Entretanto, la única luz de mercurio que alumbraba la escena, dejaba entrever un tatuaje colorido y llamativo sobre la parte superior de su brazo: "Love & Hate".
Demian subió, y para romper el frío, exclamó: "Ciento veintiocho, no?"
- "Si, Don, pero no creo que lleguemos a esa cantidad esta noche, no negro?", vociferó mirando a su compañero que se encontraba en el asiento trasero... Las risas mordaces dominaron la ocasión...
Y así transcurrió la velada para Demian, dando vueltitas con el coche y aprendiendo una inolvidable lección de vida...
- "Chau, Moctezuma!!.. Y espero que hayas aprendido en quién se puede confiar y en quién no?", bramó desde el Fiat Quique, conductor del rodado y líder del trío.
Demian estaba asustado. Ya no pensaba lo mismo de la hospitalidad pueblerina de Aldo Bonzi. Lo último parecido a lo que había experimentado con aquellos muchachos le recordaba su partida de la selva tumbesina... A la última tarde con Rogelio, Traka-Traka y Trompita...
No obstante, había podido conservar su libro, y era lo que realmente le importaba... "¡Upalala!!, aca tá!!", gritó... Tenía entre sus manos el primer ejemplar de su Biblia Peruana, todo un orgullo para él. Y una "venganza personal" contra aquellos que no apostaron por su futuro como escritor, para los que le dieron vuelta la cara...
Llegó a la pensión de Martelli donde paraba, se sentó sobre el borde de la cama, y sacó de un tirón la funda de celofán que cubría el libro.
Al abrirlo, grande fue su sorpresa. La primer página decía "Los hombres de negro y los Ovnis"; era el libro piloto –finalmente editado en 1977- de un joven escritor llamado Fabio Zerpa. Demian no tenía idea de quién era ese tipo, pero enseguida lo relacionó con los "negros" que lo tuvieron a maltraer toda la noche...
Y menos idea aún qué eran los "ovnis", aunque dedujo que debieron ser aquellos voluminosos cilindros de látex con los que tanto se habían divertido todos, menos él...
Del otro lado del Gran Buenos Aires, en Temperley, un recién iniciado en el tema extraterrestre abría el que creía el prototipo de su primer libro, acusando similar asombro... En sus manos, Fabio tenía un ejemplar de "La Biblia Peruana", e imaginó que había sido víctima de una estafa por parte de la Editorial.
Sin embargo, leería el libro una y otra vez. Aquella Biblia habría de marcarle sus pasos futuros. No sería aquel el único contacto de Fabio con el Peruano Dorado. Las Pistas de Nazca, al sur del Perú, los tendría como protagonistas años más tarde.
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