16 mayo, 2007

Señales (Parte 1)

- “Usted ha equivocado el camino, amigo... Ése ha sido su problema!”

Demian estaba desconcertado.... ¿Quién era aquel viejo linyera?, se preguntaba... Apenas había compartido con él algunos minutos, y parecía saberlo todo de su persona. La curiosidad crecía dentro del peruano, necesitaba saber más...

- “Si hubiera prestado atención a las SEÑALES que le dio la vida, no estaría como está, Ferrante?

¿De qué “señales “ hablaba?... ¿Y cómo sabe mi nombre? –se preguntaba Demian-...

Ese enigmático personaje parecía un sabio, cual Oráculo de Delfos. Y lo que había comenzado como un inocente acercamiento para compartir una petaca de licor, se estaba convirtiendo en una lección para el tumbesino. Sin embargo, y aunque un tanto incómodo por la situación, Demian decidió quedarse y escuchar las intrigas del anciano...

- “Amigo, sé mucho porque viví mucho... Y así como me ve, aunque le parezca un zaparrastroso, yo he sido muy feliz y lo sigo siendo porque hago lo que me dictan desde arriba... Ah!!, y si le extrañó que lo conociera, no se asombre... He leído su Biblia Peruana, es uno de mis libros favoritos”.

Demian no salía del éxtasis. Como a borbotones, de su boca comenzaron a salir una tras otra preguntas que encontraban rápidas y sencillas respuestas en la cálida voz de aquel pordiosero.

Así, uno a uno, Demian fue viendo sus errores del pasado –lo que le llevó más de 5 horas tan solo repasarlos a modo de resumen- y reflexionando acerca de si se encontraba aún a tiempo de darle un giro a su patética existencia... Se trataba solamente de “prestar más atención a lo que ocurría a su alrededor”. Nada más que eso, ni nada menos..

Demian no sabía cómo empezar, y recordó el primer consejo del anciano: “Déjese llevar...”

Como un ciego irremediable, Ferrante se aferraba a cualquier cosa que encontrara a su paso. Un boleto de colectivo, una colilla de cigarrillo mal apagada, un chicle pegado sobre el poste de un semáforo... La cosa parecía no funcionar para él; quizás había empezado muy tarde, y ya nadie quería hacerle llegar ninguna SEÑAL.

Fue cuando estaba a punto de rendirse que apareció aquella mujer buscando algo.

- “Señora, qué le pasa, ha perdido algo?”, inquirió Ferrante, con actitud de ayudar...

- Mi perro, señor!!, .. Mi perro!!... Nunca lo saco a la calle a esta hora, se asustó con tantos autos!!...

- “Allá está, ayúdeme, se está alejando!!”, exclamó angustiada.

A unos cien metros, Demian alcanzó a ver una silueta entrañable... Muy parecida a la del can de su niñez, y moteado al mismo tono café con leche...

¿Era esa la estrella que estaba buscando?... La cosa parecía cerrar, pero faltaba un detalle, “EL NOMBRE”... Si tenía nombre musical, no le cabrían dudas que se trataba de una “señal”..

- “¿Cuál es el nombre del perro, señora?, preguntó Demian.

- “Bronco” –le respondió-, defraudando sus expectativas de alcanzar con aquella respuesta la veta mística que estaba buscando.

“Bronco, Bronco!!”, gritó Demian con voz fuerte y firme, y el can pareció obedecerlo de manera mágica, acercándose sumisamente como si fuera él y no la mujer su verdadero amo.

La sorpresa de Ferrante alcanzó su clímax cuando la dueña, consternada por la emoción del reencuentro, lanzo un: “Venga con su dueña, MI SOL... Ay!!, Bronco, luz de mis ojos, MI SOL que ilumina todos los días de mi vida!!”

¿Había escuchado mal o la señora llamó al perro “MI SOL”?... No!!... Había escuchado bien. La señora se refería a él también con ese calificativo musical, dos notas: MI y SOL, al igual que su querida FAMI... “¡Qué Dios la tenga en la gloria!", murmuró recordándola.

De pronto, Bronco se acercó a Demian, y comenzó a emitir unos gruñidos raros, como si intentara decirle algo. La escena era extraña, porque el perro parecía estar hablándole en un idioma conocido para ambos. Pero, no... Al ver la cara de pavo del peruano, lo tomó por la botamanga de su pantalón y comenzó a tironear, al tiempo que levantaba los ojos mirándolo fijamente...

Habrá estado así unos segundos hasta que, sorpresivamente, lo soltó y comenzó a correr por donde había venido. En la esquina, observó a Demian como indicándole el camino y dobló raudamente desapareciendo de su vista...

La dueña cayó nuevamente en llanto, y Demian decidió seguirlo. Lo hizo por un largo rato, hasta que se convenció de que había perdido su rastro. Se encontraba en algún lugar, vaya a saber dónde....

Continuará ...

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