31 julio, 2007

El día que Ferrante Kramer alcanzó el éxito - Parte 2

“Qué grandes son todos ellos!!”, se decía Demian para sí mientras observaba a sus amigos de La Liga... Estaba orgulloso de ellos y muy emocionado. El día de su coronación había llegado.. Al fin!!

Entre apretones de manos y palmadas, Demian aprovechó un hueco y gritó “Gracias Xavier”, y Artemio Ferreira, segundo de la Fundación, levantó su brazo para saludarlo. El enigmático “Xavier”, no era otro que él, secreto que Demian tenía muy bien guardado. Y que había decidido hacer público -para sorpresa de todos- aquel día, el de su consagración.

Demian no terminaba de creérsela. Nunca había imaginado que algo así le pudiera llegar a ocurrir.

En eso, un periodista de los tantos convocados aquella velada, le lanzó la clásica pregunta:
- “Ferrante ... ¿Qué nos puede decir de su Nueva Biblia Peruana... De qué se trata?..”

Demian, se disponía a responderle cuando comenzó a balbucear…

- “Esteee... La Nueva Biblia Peruana... Trata de, esteee....”

Allí se percató que algo andaba mal. Cómo podía haber olvidado el tema de su libro, era imposible... Muerto de pánico por el desconcierto se abalanzó sobre una copa de la abundante champaña que había sobre las mesas, y una tras otra comenzó a beberlas. No conforme, tomó directamente una botella y empinó el codo.

El líquido le desbordaba por las comisuras de sus labios, y comenzó a toser... Literalmente, se estaba ahogando...

- “Despertá, despertá, loco de mierda, te estabas ahogando!!”... Era Don Horacio, el dueño de la pensión.

Lo había encontrado dormido o desmayado, con la cara contra un plato de sopa que se había preparado.

Don Horacio se compadeció aún más cuando reconoció que el caldo lo había hecho con los huesos que horas antes le había dado a la mascota de la pensión, un perro pulgoso y maloliente llamado Dogui, que había sabido ganarse el afecto de todos los inquilinos, menos el de Demian... Recién ahora Don Horacio comprendía la razón de aquel odio..

A su alrededor, sobre la mesa, había una jeringa cargada con sopa –“Este boludo si no muere falopeado se va a morir por el colesterol”, pensó el viejo propietario del inquilinato, viendo la cantidad de grasa que tenía aquel caldo.

También había un pedazo de espejo, una pajita para beber gaseosas, una gillette, una colilla irreconocible a medio consumir, algunas aspirinas, un paquete de Renomé y un poco de Poxiram. La fiesta había sido completa, al parecer...

- “¿Quién le provee de estas cosas al peruano,?”, se preguntó Don Horacio...

Era sabido que Demian el único peso que conocía era el de la balanza de la farmacia.

- “¿Será el viejito de la Fundación de la otra cuadra?”, especuló.

Pero a su edad, no estaba para hacer el detective... Así que decidió llevarlo hasta la cama y quedarse un rato a su lado velando por su salud...

Aquel mismo día, en la Fundación, Walter Liberatti recibiría un llamado...

- “Hola Walter, sos vos?”... Era Dionisio, el primogénito de los Ferrante Kramer.

- “Sí, Jefe... Hola qué alegría escucharlo... Qué tal, cómo anda todo por allá?..”

- “No me sobés ni te hagas el simpático, que te tengo en la mira Liberatti... Decime, le estás dando al que te dije algunas cositas raras para que se divierta... Me llegó de un pajarito la noticia que le están proveyendo de falopa y chupi... Querés que te haga cagar de una, infeliz?”

- “No, Jefe, no le doy nada, siquiera si lo estamos viendo por aquí. Vive en la pensión de mala muerte de siempre. Y está cada vez peor...”

- “Y qué hay de esa Liga de la que habla el sorete de mi hermano... Es real, o es otra de sus fábulas cuando está dado vuelta?”

- “La verdad, no sé... Todos dicen que es una nueva locura que le comenzó a dar vueltas por la cabeza para salir de su depresión. Quizás La Liga sólo exista en sus sueños...”

La conversación terminó como de costumbre, con un insulto de Dionisio al viejo Walter.

A veces, cuando cortaba, Liberatti se preguntaba porqué había aceptado aquella vez trabajar para él. Dionisio era un monstruo, y él se había convertido en otro al traicionar a Demian. En el fondo, estaba medio arrepentido. Quizás por eso, a escondidas y aún a riesgo de “sufrir un accidente”, le llevaba de vez en cuando un poco de “combustible” para que al menos imaginara “ser alguien importante” en sus alucinadas quimeras.

Entretanto, en Tumbes, Dionisio se preguntaba si no había llegado la hora de poner en la cancha a Don Horacio....

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo reconocer a ese tal Rudolph Von Papen. Personaje siniestro si los hay.

Adolfo Hytt
Munich - Alemania