Había pasado como una semana, y Demian no podía terminar de convencerse de que aquello pudiera haber sido un sueño... Si bien recordaba haberse acostado con unas copas de más -más de 50-, lo vivido esa tarde le había parecido tan real que no aceptaba que fuera producto de algún estado alterado cercano al delirium tremens.
La recomendación de Don Horacio - “Demian, deberías hacerte ver por un doctor.. ¿Por qué no vas al Durand, que ya te conocen??”, lo irritaba más; había estado en peores y nunca sentido algo tan palmario...
Sin embargo, el tiempo pasaba sin que sucediera nada fuera de lo habitual. Alguna que otra mosca volando, una cucaracha sobre su cama, el revoque que se desprendía de a pedacitos semejando una nevisca, pero ningún llamado...
- “Don Horacio... Me llamó alguien por teléfono?”, voceó en la soledad del pasillo.
- “No, Demian, nadie”, le respondía el viejo posadero, quien a esa altura se daba cuenta del estado terminal del otrora Coloso literario.... La pensión no tenía teléfono, siquiera timbre.
Entre trago y trago de lo que creía ser agua, mirando las manchas de humedad del techo, Demian comenzó a sentir voces....
- Ferrante, Ferrante!!... Tenés carta, te la dejo acá!!...
- Pará, pará ... Quién sos??... No terminó de decirlo, cuando aquella voz se esfumó al compás de un rápido traquetear de zapatos. Salió al pasillo llevándose por delante todo lo que tenía a su paso, pero ya no había nadie.
Pensó que se trataba de una alucinación, que tenían razón los que le recomendaban ver a un médico. Pero, no... Allí estaba la carta, sobre el umbral de entrada de la habitación. Era real, no parecía un sueño.
Gritó nuevamente llamado a Don Horacio, pero éste no contestó. Probablemente había salido por víveres... No importaba.
Donde debía estar la estampilla, había un escudito de San Lorenzo de Almagro... “...Sin duda es del Ilusionista del Boedo”, murmuró. Y efectivamente, era de Héctor.
La carta decía: “Demian, como te habrás dado cuenta por el escudito del CASLA, soy Héctor Vasques, El Ilusionista de Boedo. Tal como te prometí, está llegando tu hora. Vas a lograrlo, vas a ser el escritor más famoso de Latinoamérica. Los de La Liga vamos a ser tus lanceros de hoy en adelante, y queremos consagrar esta unión con una bienvenida. Ponte tu mejor vestimenta y ven esta misma noche a Medrano 1234, cuarto Piso “A”. Es la casa de Cacho, el travestido de Almagro. Vamos a estar todos!!
Nos vemos.
Héctor
“¡No era ningún sueño, qué mierda... Lo que me pasó, sucedió de verdad, esta carta es real!”, gritaba desaforado, en tanto Don Horacio infería por el batifondo que Demian nuevamente se encontraba en plena ingesta de alcohol...
Demian no tenía qué ponerse, a más del pijama maloliente que llevaba encima. No tenía nadie a quien pedirle. Liberatti parecía estar jugando para el bando contrario, no iba a recurrir a él.... Las preguntas aparecerían en algún momento: “¿Y para qué querés la ropa, vas a alguna fiesta, se puede saber..?”.
“No, mejor no”-se dijo- no podía confiar en ninguno de la Fundación. El mejor candidato era Don Horacio, no salía nunca... “... Alguna ropa en buen estado tendrá”, especuló.
Mucho le llamó la atención a Don Horacio el pedido de Demian. El Peruano Dorado le hablaba de una carta que había dejado alguien, mientras mostraba un rollo de papel higiénico en sus manos... “Es la misma gente que me invitó la vez anterior, se acuerda?”.... Tenía la vista extraviada, como en trance...
El dueño de la pensión asentía con la cabeza y sonreía, mientras desempolvaba un viejo traje que había dejado un inquilino, de esos que se rajan sin pagar. La prenda era horrible; las solapas, enormes, parecían dos alas delta, y el color, semejaba a una diarrea.
La exclamación de agradecimiento de Demian al ver el atavío sorprendió a Don Horacio... No entendía como Ferrante se podía maravillar de semejante porquería multicolor. Además, era 5 talles menor, parecía haber pertenecido a un enano.
- “Perfecto!!”, clamó Demian... “Me queda pintado!”, agregó.. Y no mentía...
El traje le apretaba tanto que parecía pintado sobre su cuerpo... No había espacio molecular entre su piel y la tela. Las mangas apenas le llegaban a los codos, y el pantalón parecía una bermuda. Era todo un payaso, nada alejado de lo que acostumbraba de consuno. No obstante, Demian se sentía un “winner”. La Liga le ofrecía una bienvenida... Nadie, desde hacía mucho, lo trataba así...
Y así, con la facha de un matambre con patas, Demian partió hacia el lugar del convite. Estaba chocho, iba de traje... Pobrecito!!!
Continuará ...
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1 comentario:
Están seguros que esa Liga va a ayudar a Ferrante?... Por favor, qué peqgue una!!!
Esther Mansilla
del barrio de Boedo, como el ilusionista y del Ciclón
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