Por Casimiro Arenas
Cualquiera que hubiera presenciado aquella conversación, habría quedado como yo... Destruido. Era el único testigo de un complot en contra de Demian que parecía llevar más de 30 años sin ser descubierto.
“Parece mentira”, pensé... Liberatti, aquel viejito inocente que se presentó una tarde en la Fundación DFK, allá por los 70 u 80 a buscar la “pelota de su sobrino” en los patios de la sede, no sería tal sino un “doble jugador” con una consigna... Un objetivo fijado por Dionisio Ferrante Kramer, hermano de Demian, y su más acérrimo enemigo desde el día que nació el Coloso tumbesino.
Por primera vez parecía insinuarse la causa real de ese maleficio que rodeaba a Demian, de ese vuelco nefasto que había dado su vida en su adolescencia.
No siempre había sido un hombre marcado por el infortunio. Hubo épocas, en su niñez temprana, en la que era un chico común, como todos los del barrio, tímido, callado y a veces sometido por su pares, pero nada tan destacable como para hacer de el un “freak” o un “monstruo”.
Por primera vez parecía que la luz se imponía... ¿Cómo era posible que nada le saliera bien?... ¿Podía un ser humano, Demian inclusive, tener tanta mala suerte?
Cualquiera que hubiera presenciado aquella conversación, habría quedado como yo... Destruido. Era el único testigo de un complot en contra de Demian que parecía llevar más de 30 años sin ser descubierto.
“Parece mentira”, pensé... Liberatti, aquel viejito inocente que se presentó una tarde en la Fundación DFK, allá por los 70 u 80 a buscar la “pelota de su sobrino” en los patios de la sede, no sería tal sino un “doble jugador” con una consigna... Un objetivo fijado por Dionisio Ferrante Kramer, hermano de Demian, y su más acérrimo enemigo desde el día que nació el Coloso tumbesino.
Por primera vez parecía insinuarse la causa real de ese maleficio que rodeaba a Demian, de ese vuelco nefasto que había dado su vida en su adolescencia.
No siempre había sido un hombre marcado por el infortunio. Hubo épocas, en su niñez temprana, en la que era un chico común, como todos los del barrio, tímido, callado y a veces sometido por su pares, pero nada tan destacable como para hacer de el un “freak” o un “monstruo”.
Por primera vez parecía que la luz se imponía... ¿Cómo era posible que nada le saliera bien?... ¿Podía un ser humano, Demian inclusive, tener tanta mala suerte?
Aparentemente, no. Hasta podría decirse que “ ... Lo que Demian tocaba se convertía en oro”. ¡No, no es una locura!. Síganme con este razonamiento....
Dionisio, se convirtió en un empresario de la alimentación (Mascotas FAMI), gracias a la perra de Demian que le sirvió de inspiración en aquel fatídico asado; Duilio, convertido en el Director de un Centro Médico en Denver, del más alto prestigio mundial en materia de adiciones y alteraciones mentales.. La causa de la inspiración: Sí, Demian.
Danilo, el menor de los Kramer, siguiendo los pasos de su hermano en U.S.A., descubrió su homosexualidad en aquel barco pesquero ruso, y hoy es un próspero comerciante de aceite de lino en San Francisco.
Entonces... ¿De qué mala suerte estábamos hablando?... Al contrario, “Demian podría ser un elegido”...
Y Dionisio lo supo... Por eso su empecinamiento en borrarlo de la historia, de hacerlo añicos con su poder. Y cuando ese poder le era insuficiente, no escatimar en utilizar otros como la magia negra, la brujería, las ciencias ocultas en general, con tal de convertirlo en la escoria que es.
Pero, como me gusta decir.. “... El destino aprieta, pero no ahorca”... La balanza estaría por inclinarse en favor del Peruano Dorado....
Cuando me retiré a escondidas de la sede de la Fundación, como me estaba meando, entré al barcito de Avda. Mitre y Laprida. Para no parecer un pordiosero (1) -eso lo aprendí de Demian- pedí un café en la barra.
De regreso del sanitario, un viejito –Don Horacio creo que así lo llamó el dueño del bar- estaba comentándole a este último que uno de sus inquilinos hablaba incoherencias. Que parecía drogado o borracho; decía ser frecuentado por un grupo de valientes hombres de barrio, denominado “... La Liga de Hombres Extraordinarios, que se dice poseen poderes”.
Relataba el anciano que “... Ellos iban a apoyarlo para salvarlo de una conspiración en su contra encabezada por un pariente o algo así... Esa gente de la Liga lo iba ayudar a alcanzar de una vez y para siempre la gloria”. ... “Dígame... ¿Usted también tiene que lidiar con locos así en su local?... "
Mientras decía esto último, el septuagenario se iba retirando. Balbuceaba algo ininteligible, como mascullando bronca por no alcanzar a entender porqué la gente termina así, como su inquilino.
Me quedé conversando con el cantinero un rato. Entre tantas cosas, le pregunté quién era aquel viejo, y me respondió “Don Horacio, el dueño de una pensión mugrosa donde paran muchos intelectuales, como ese Ferrante, del que estaba hablando”...
- ¿”Ferrante??... ¿Ferrante Kramer?, le pregunté desesperado... No podía creer que lo tuviera tan cerca.
- “Sí!!... El de la Fundación de la otra cuadra, lo conocés?
El dueño del bar no sabía bien donde quedaba la pensión. Tenía idea que era una casa “tipo chorizo”, como se las sabe denominar popularmente, pero irreconocible desde el exterior como tal. Y para peor, “Don Horacio” ya se había esfumado...
De pronto, una duda generalizada se apoderó de mí. ¿Había estado andando en círculos los últimos años?... ¿Existía realmente una conspiración en contra de Demian?... Y lo de La Liga...¿Sería otra de las tantas quimeras del Coloso?
No encontré respuestas, como en todo lo que rodeaba al Peruano Dorado. La vida del Peruano tumbesino comenzaba a preocuparme...
De ser cierto todo... ¿Podría alguien tan inocente, tan puro, tan “opa” como él hacerle frente a tanto poder por más ayuda que de la Liga tuviere?.
En principio, para mí las apuestas estaban “10 a 1” en contra del Peruano.
(1). “No seas un pordiosero como yo”, me repetía siempre el Maestro.
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