26 octubre, 2006

Danilo, el olvidado

En la casa paterna de los Ferrante Kramer, en Tumbes, Perú, se mentía mucho. Y había una razón: nadie quería hablar de Demian, porque les daba vergüenza hacerlo.

Por ello, tanto sus padres, como sus hermanos Dionisio y Duilio, decidieron falsear deliberadamente la realidad, pintando un panorama tan idílico como patético. Una permanente puesta en escena sobre un fingido amor hacia Demian, una perversa simulación que cobraría su precio en la persona de quien se esperaba fuera beneficiado por aquella farsa: el menor de los Ferrante Kramer, Danilo.

Danilo, el más pequeño de los cuatro, casi no recordaba a su hermano escritor. Apenas tendría 3 años cuando Demian partió a los Estados Unidos en busca de fortuna. Sólo sabía de él a través de lo que le contaba su madre, y de lo que escuchaba de sus hermanos Dionisio y Duilio: “Lo que somos, se lo debemos a Demian...”, solía comentar el primero. “Alimentos FAMI no existiría si no fuera gracias a él”, agregaría. O Duilio, que no escatimaba palabras de elogio en favor de Demian: “Fue él quien me mostró el camino, el que me dijo que debía dedicarme a curar las adicciones... Y aquí me ven, dueño de uno de los tres más importantes complejos del mundo en la materia, el Morrison Medical Center”.

Todos, incluidos sus padres, se la pasaban hablando día y noche de lo que les había dado Demian durante tantos años, de lo agradecido que le estaban y cosas por el estilo. Danilo, sólo escuchaba, en silencio. Grabando y decodificando desde pequeño y a su manera toda la información que recibía. Sin poder compartirla con nadie, porque nadie notaba su presencia.... A punto tal que era común que en la casa se refirieran a él por “Kramer”, ya que hasta habían olvidado su nombre.

En palabras de su psiquiatra, “Daniel, perdón... Danilo era como una bomba de tiempo”, y tenía razón. Danilo era una bomba a punto de estallar, un enemigo invisible que no haría su aparición sino hasta aquel día, en que todo cambió para los Ferrante Kramer. Aquella jornada en la que Danilo se hizo tan solo unas simples preguntas: “¿Por qué mi hermano no se fijó también en mí?... ¿Todo para mis hermanos... Siquiera un perro sarnoso es mejor que yo? ... ¿Por qué no puedo yo también recibir algo?”.

Fue apenas un instante, un soplo en el tiempo, pero bastó para dar cabida a aquel grito desgarrador de Danilo... Una frase que, como trueno, rompió el perfecto silencio de la casa que lo vio crecer: “Yo también quiero mi parte, yo también quiero mi pedazo!!”

La violencia interior de Danilo amaneció súbitamente. Y también el miedo en sus más cercanos. Esa furia había estado adormecida por años, y reclamaba su paga: el reconocimiento de Demian.

Él también quería ser destinatario de su interés, de su mirada. Y así, totalmente confundido por años de mentiras familiares, y desesperado por conseguir la atención de su hermano ausente, urdió un enfermizo plan. Un morboso camino para lograr su propósito: replicar los pasos de Demian, uno a uno, a la manera de un “copycat”, tal como se describe a los delincuentes que imitan los actos de aquellos a quienes admiran y son sus ídolos.

Danilo estaba muy enfermo, y no lo sabía. Su obsesión lo había llevado a indagar sobre cada paso dado por Demian, cada lugar en el que había estado ... Al menos, aquellos que se mencionaban en las cartas que le escribiera Demian a su madre, y que a hurtadillas había tomado sin que ella lo notara.

Comenzó por la primera, la que hablaba de su partida hacia los Estados Unidos, allá por los años ’60. Y fantaseó como un chico con aquel viaje de su hermano en un buque carguero que transportaba “carbón de coque”: “Llegó negro a USA, qué genio!”, diría. “Y tocó con Ellington.. qué grosso!!... “¿También estuvo con Capote y Malcom X?...¡Qué maestro!... Yo quiero ser como él”, se repetiría hasta el cansancio.

Fue así que se encaminó a cumplir el primer tramo de esa rica y azarosa vida de su hermano: ir de polizón en un barco de carga hacia Norteamérica.

Afortunadamente, la espera no fue larga. A los pocos días, un barco que transportaba aceite de lino se dirigiría a aquel lugar. Ya no se acostumbraba exportar carbón, por lo que optó decidirse por el primero que se le apareciera: “Qué puede cambiar?... Coque o aceite de lino, bah!!... Da igual”, se dijo y se encaminó al puerto aquella cerrada y fría noche de otoño. La embarcación estaba a punto de zarpar.

A las pocas horas de su partida, el buque ya se encontraba a cientos de kilómetros de la costa. Entre tanto, Danilo permanecía agazapado debajo de uno de los botes salvavidas, a la espera del amanecer.

Sin embargo, el hambre se hizo sentir prematuramente, y decidió ir a cubierta para intentar obtener algún alimento. Y lo hubiera conseguido de no haber sido por aquel tropiezo. A su paso, unas botellas de aceite mal acomodadas se cayeron con él, causando un fuerte estruendo que despertó a casi a toda la tripulación: un grupo de 10 marinos rusos, contratados por un inescrupuloso empresario yanqui en su afán por reducir costos.

Danilo sabía perfectamente inglés, pero nada de ruso. Embadurnado de aceite como se encontraba, al intentar incorporarse patinó y cayó de rodillas delante de uno de los tripulantes, frenando milagrosamente su caótica trayectoria al tomarse del cinturón del marinero y dar de mejilla sobre su bragueta.

Ante lo gracioso de la escena, al unísono todos los navegantes rompieron en carcajadas. Creyeron ver en la actitud de Danilo un gesto conciliador, una señal para evitar ser expulsado del buque, y comenzaron a jugar con él. Ayudados por el aceite que había en la cubierta, se lo arrojaban entre ellos como si fuera una patineta. Estuvieron así por largos munutos, riendo y bebiendo cerveza, hasta que en una de las tantas idas y vueltas el pantalón de Danilo se le desprendió, quedando sus blancas y afeminadas piernas al descubierto.

Todos los rusitos dirigieron de golpe sus miradas al menor de los Kramer. Sus ojos tenían un brillo lujurioso, escandaloso. Y se percibía un acalorado e ininteligible ronroneo entre ellos. Uno del grupo, el que parecía más licencioso, llegó a practicar el clásico silbido: “Fui .. Fuiii!!”, usual cuando se ve a una señorita. Fue en ese momento cuando el más grande de ellos – a la sazón capitán - se abalanzó sobre Danilo, lo rodeó con sus brazos y sentenció una orden a los demás. La consigna estaba clara: evitar la que se veía venir, una violación grupal y de fácil empernamiento, ya que el candidadto venía bien lubricado.

El grandote, cuyo nombre la prensa sindicó como “Igor Pratsky”, llevó a Danilo hasta una habitación, se encerró con él, y no dejó que ninguno de los restantes ingresara durante toda la noche. A la mañana, Pratsky habló con los demás miembros de la tripulación, calmó los ánimos y llegaron a un acuerdo de convivencia: “Tenemos un polizón, esto es un hecho, señores.... Y debemos enfrentar la situación hasta llegar a puerto, correcto?”.

Fue así que para preservar la integridad de Danilo hasta su ingreso a USA, cada uno de los 10 marineros rusos lo protegió durante las 60 noches que duró el viaje, turnándose civilizadamente entre ellos y hasta a veces disputándose cortésmente la tutela del invitado ilegal.

Quienes conocieron a Danilo en los Estados Unidos afirman que casi no abría la boca, y que desistió de seguir los pasos de su hermano. En su autobiografía titulada “Yo, Danilo”, en uno de sus párrafos referido a Demian puede leerse: “Quiero ser yo, y nadie más... No quiero ser una copia de mi hermano. De él tengo suficiente, me bastó con revivir aquellos pedazos de su vida en el buque carguero que me trajo hasta aquí”.

Un dato de interés que a la fecha sigue siendo una incógnita para los estudiosos de los Ferrante Kramer: el carguero declaró en EE.UU un faltante de 1000 litros de aceite de lino. Por testimonios de los 10 tripulantes, las culpas recayeron sobre Danilo. Actualmente, Danilo reside en San Francisco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

I was a San Francisco Medical Center´s doctor between 1953 and 1977. I remember to aid Mr Danilo Ferrante Kramer in the emergency first aid room a morning.

He comes togheter five russians marines. He was broken ass very much, but i can see him very happy...

Regadrs and to be continued with this page. It´s wonderful.