31 octubre, 2006

El zombie

La falta de trabajo en Denver, Colorado, a comienzos de los ’70, hizo que Ferrante Kramer se trasladara a Detroit, la capital automovilística, tentado por un aviso clasificado: “Se busca muñeco de pruebas”.

Corrían los primeros tiempos en que se hacían los ensayos dinámicos para constatar los daños que provocaban los choques en las personas, y las compañías solicitaban nuevos “voluntarios”, con buena paga, para hacer los temerarios “Crashtest”... Los veteranos, bien habían muerto o se encontraban en estado vegetativo, circunstancias que Demian desconocía.

De aquel período, afirman sus biógrafos, pueden inferirse “Las severas secuelas padecidas por Ferrante, especialmente sus desvaríos, pérdidas de memoria, alucinaciones y mesianismo, que se sumaron a las que los alucinógenos ya habían causado en el pasado”.

Pero así como aquella época significó un deterioro para Ferrante en su salud mental – comenzaría a ser tratado en un psiquiátrico por personalidad múltiple (1) -, contrariamente su economía había mejorado de manera notable. Se lo podía ver almorzar y cenar con relativa frecuencia, y había abandonado su característica casa de cartón en las afueras de la ciudad – junto al desarmadero de autos de la General Motors – para vivir en un modesto hotel alojamiento en el que abonaba media tarifa, porque había acordado con la dueña prestar servicios de limpieza.

Y no sería solamente su economía la que habría de prosperar en aquellos tiempos, sino también el amor. Todos sabemos que más allá de sus tortuosos romances y de sus cuestionadas relaciones bipolares – casuales o buscadas – Ferrante fue “Hombre de una sola mujer”. Al menos eso es lo que dicen quienes sostienen que Hilda Las Condes, la chilena, lo marcó para toda la vida. No obstante, en palabras de los que lo denuestan, "Ferrante fue un viva la joda” toda su vida, y afirman que “Le daba lo mismo una mina que un chimpancé”.

La cuestión final es que, en Detroit, Demian conoció la mujer que para la mayoría de sus seguidores “Representó su reencuentro con el amor mágico, con aquello que duele pero apasiona de la misma manera, con una demorada revancha sentimental”.

Ruanda Allegro, se apareció “de golpe” en la vida de Ferrante. Paradójicamente, como consecuencia de un “golpe” sufrido mientras probaba un Chevrolet Killer (2), la haitiana, enfermera del Detroit General Hospital, asistió a Ferrante por más de 15 días, durante los cuales conoció cada centímetro cuadrado de su cuerpo, ya que también era la encargada de su aseo personal e higiene.

"Fue amor a primera vista", coinciden sus biógrafos, y casi "Un rito" cotidiano lo vivido entre ellos en aquel hospital. "La haitiana fue como una esclava para él, no hubo más que sonrisas y caricias entre ellos", agregan quienes se atreven a entrar en intimidades, y hasta de "Sexo desenfrenado en la 313", los que refieren al hecho mencionando la numeración de la sala que ocupó Demian, citada en algunas biografías del peruano como la del "Ceremonial de la lujuria".

Sin embargo, las rosas se acabarían pronto. La bocota de Demian, quien hizo comentarios inapropiados acerca de sus “relaciones” con la centroamericana, produjeron el despido de ésta, lo que desencadenó su deportación posterior, ya que se trataba de una indocumentada.

Demian recién se enteró de lo sucedido a su salida del nosocomio unos meses después. Ruanda, su amada, se había tenido que marchar súbitamente. No le habían dado tiempo siquiera para dejar una nota, la habían expulsado de los Estados Unidos como a un animal. Fue entonces cuando Demian decidiría emprender una rauda carrera en su búsqueda, que no se detendría sino hasta Haití.

Pero contrariamente a lo esperado, tocar tierra haitiana para Demian significó la aparición de extraños dolores. A su clásica ciática, se sumaron neuralgias en todo su cuerpo, erupciones, gases, fuertes puntadas y convulsiones... Todos ellos, sin causa aparente. “Algo no anda bien”, se dijo.

Y si bien su estado era a cada momento más calamitoso, así, atacado por insufribles dolencias, Ferrante se dirigió igualmente a Puerto Príncipe, la capital del país, en busca de su amada.

Su entrada a Puerto Príncipe causó estupor en la gente. Nunca Demian llegó a saber a ciencia cierta el porqué de tal asombro, la razón de tantas miradas estupefactas de quienes lo veían tambalearse en medio de aquel mercado de pulgas en el que se encontraba. Pero de hecho, sí había una razón: estaba “maldito”. Parecía un "Zombie", un "muerto en vida" como lo define la cultura lugareña. O un ser conjurado al que le "Quemaron el cerebro", extrañamente algo no muy lejano de lo ocurrido con Ferrante.

Su corta caminata antes de caer rendido por el cansancio y la fiebre, no fue suficiente para que Demian registrara al menos uno de los cientos de muñecos con su “rostro”, y repletos de alfileres, que pendían de los puestos que dejaba a su paso. Centenares de fetiches malignos construidos por una mujer traicionada y llena de odio, Ruanda, quien había jurado en silencio vengarse del causante de su regreso a aquel miserable país. La misma Ruanda que, poco tiempo atrás, no supiera otra cosas que “dar amor” al peruano.

Demian despertó en Detroit a los pocos días de ser reingresado a USA. No recordaba mucho, ni entendía lo ocurrido. Y si bien los dolores habían desaparecido casi por completo, llamó su atención la aparición de otro nuevo: una punción fina y persistente sobre sus genitales, algo que lo preocupó sobremanera y que pensó estaría relacionado con alguna infección urinaria producto del frío sufrido durante su odisea en barco.

Sin embargo, sus sospechas estaban muy lejos de ser correctas. Tan lejos como lo estaba Haití, donde ya no se veían en aquella feria callejera los clásicos muñecos de Ferrante con miles de alfileres clavados. Ahora se podían ver otros, de nuevo modelo, mucho más baratos, con un solo alfiler inserto en la bragueta.

Mientras tanto, en su casa, Ruanda ya se encontraba diseñando el próximo, uno más revolucionario y útil: un gracioso lapicero conformado por un sonriente Ferrante Kramer bocabajo, con un orificio en su parte superior junto a la leyenda "Inserte su lápiz aquí".

(1). Decía ser Jim Morrison, Duke Ellington o Pipo Mancera.
(2). La GM desitió sacar a la venta el modelo Killer. La noticia del accidente de Ferrante tomó estado público y se prefirió sepultar el proyecto.

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