07 julio, 2007

Shutdown Windows - Parte 2

Marck no perdió tiempo. Tuvo sexo un par de veces mas con la joven argentina. Llegó a jurarle amor eterno solo hasta que obtuvo una serie de datos necesarios como para emprender el viaje hasta los confines del polo sur. Si la historia de ese ignoto escritor peruano estaban en Argentina, allí habría de ir.

Una fría mañana de octubre se subió a un 737 en el aeropuerto JFK de Los Ángeles en un vuelo con interminables escalas: México DF; Lima, Perú; San Pablo, Brasil y finalmente Ezeiza en Buenos Aires.

Todo fue desconcertante desde el minuto cero. Le resultó difícil conseguir un taxi para trasladarse hasta la ciudad. Cuando consiguió uno, le pareció un costo demasiado alto: U$S 103 dólares hasta lo que el taxista denominó "microcentro". Teniendo en cuenta que su pasaje en avión había tenido un costo de U$S 699, intuyó que lo habían estafado.

Poco importó. La fundación Bill & Melinda Gates corría con todos los gastos. Y él iba a ser reconocido por Bill. Todo su esfuerzo era válido para lograr su objetivo.

Se hospedó en un conocido hotel cinco estrellas de la zona de retiro, que se convirtió en su base de operaciones. Dos días después, estaba parado al 1100 de la calle Laprida en Villa Martelli en la puerta de la casa de Walter Liberatti. Con la excusa de traer unos regalos de parte de su nieta, Marck tardó treinta segundos en estar sentado en el living de la casa del presidente de la Fundación DFK.

Estoy haciendo una investigación sobre escritores latinoamericanos, comenzó Marck con su prédica, provocando casi inmediatamente la reacción desconfiada de Liberatti. “¿Y que tengo yo que ver?” -le espetó Walter hasta con fastidio.

“Conozco la obra de Demian, señor. Lo he seguido por meses. Tengo la llave para abrir un nuevo mundo a la historia del peruano”.. Y sincerándose, pasó a explicarle detalles de su proyecto.

Walter lo escuchaba en silencio. Cuando Marck terminó su monólogo se produjo un silencio sepulcral. Walter, con una mezcla de sabiduría y resignación le dijo a Marck suavemente: "Pibe...vos estas en pedo".

El joven americano no entendió el verdadero significado de la frase de Walter, y confundiéndolo con una aprobación por parte de él, saltó desde su silla al grito de
“Camon!!!!!.”...

Walter se compadeció y tal vez por lástima lo llevó a la Fundación.

La sede se encontraba cerrada hace unas semanas. Una neumonía tenía a Artemio Ferreyra arrinconado en su casa desde hace un tiempo y, a Walter, cada vez le daba menos ganas de ir a perder el tiempo allí, pero sin dudas seguía siendo el referente de la institución.

“Aquí tiene la biblioteca... Todo lo que sabemos de Demian se encuentra allí. Use todo lo que necesite, pero por favor no se lleve nada... “. Las palabras de Walter sonaron apesadumbradas... “... Si puedo ayudarle en algo, estoy en la presidencia...”, agregó

La presidencia, era la segunda habitación que tenia la casa, que también se usaba para sala de reuniones, deposito de materiales y bufete.

Golpeó suavemente la lamparilla eléctrica y se hizo un poco de luz. corrió unas cartas españolas una botella y unos vasos sucios que se encontraban sobre una mesa en el centro del salón.

Echó un vistazo a las paredes esperando encontrar estantes con libros...Grande fue su sorpresa cuando solo encontró cajas con remeras (que habían quedado de un fracasado emprendimiento cuando la imagen de Ferrante lloraba sangre), algunas fotocopias manchadas, unos afiches presentando la Fundación Ferrante Kramer (la misma de la sudadera de la muchacha en Michigan) pero nada que le permitiera empezar a elaborar una justificación racional de porque debía ser Ferrante el elegido por Bill.

¿Habrá sido como Sócrates? cuya enseñanza pasó a través de los siglos de boca a boca y nunca había escrito algo? seria una oportunidad fantástica. Estaba frente a un hecho que probablemente podría revolucionar la industria editorial en todo el mundo.
Tanto creció su estado de emoción que Marck no vio a Walter Liberatti que se acercó a la mesa silenciosamente, le dejó una taza de te y un platito con bizcochos 9 de oro. “Tómese un tecito pibe..”, le dijo Walter paternalmente... “Algo calentito no le va a venir mal”, concluyó.

Y sin más, giró sobre si mismo y se retiró de la habitación mientras decía: “Ya sabe... si necesita algo me avisa.”

Marck sintió una profunda admiración por estos hombres que sin él entender porque, hacían un esfuerzo sobrehumano por mantener viva la imagen de este peruano desconocido.

Evidentemente –pensó- "Demian debe haber sido un gran hombre, seguramente podré hacer que el aporte de Bill y Belinda incluya también una sede respetable para esta entidad, a la altura de lo que fue Ferrante Kramer."

Lo que él no sabía es que las características de la Fundación y su sede social estaban exactamente a la altura de lo que era el peruano.

Continuará…

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