17 julio, 2007

Los 12 Majestuosos - Segunda Parte

Ni bien hubo ordenado su leche malteada al cantinero, Demian escuchó que alguien se dirigía a él…

- “Usted es ese tal Kramer, que investiga lo de los extraterrestres, no? "

Demian giró su cabeza y vio a su interlocutor… El sujeto, barbado y de apariencia desdeñable, había sido el único en dirigirle la palabra en días. Y lo había hecho sin que él se lo pidiera.

Más allá de su aspecto -que íntimamente le aconsejaba cortar la conversación ahí mismo-, Demian pensó que aquel viejo pordiosero podía ser al menos el comienzo de algo… Después de todo, no tenía nada que perder…

- “Si soy Ferrante Kramer, por qué me lo pregunta?"

- “Puedo serle de mucha utilidad, señor… Si tan solo me pagara un vaso de Urium estaría dispuesto a ….”

Dudó en seguir escuchando, de entrada nomás lo había pechado… Pero… ¿Qué más daba?... Un copa de brandy no era un gran precio a pagar para obtener la verdad.. Y accedió.

Lo que aquel viejo revelaba a Ferrante sonaba medio increíble. El peruano no hacía otra cosa que anotar datos, direcciones, números… “Los 12 majestuosos, señor Kramer… Ellos son la clave… Ellos tienen el secreto, y lo tienen bien guardado, es como un rompecabezas… Hay que unir las partes…”.

Sí, “…Los 12 majestuosos”, se decía Demian para sí… Pero, ¿Dónde encontrarlos?.

La respuesta llegó de la boca aguardentosa del anciano, poco antes que dos caballeros elegantemente vestidos lo sacaran a patadas del lugar. ¿Por qué lo trataban así, si no había hecho nada malo?, reflexionó.

- “Kramer, no siga preguntando”, le dijo uno de ellos que regresó al único efecto de amenazar a Demian... “Diviértase, salga de noche, disfrute la vida.... Acá cerca hay un night club para latinos como usted. “El Péndulo”, se llama... Hágame caso, córrase!...”, agregó, más complaciente...

- “A mi nadie me aprieta”, pensó… “Yo esto lo voy a seguir hasta descubrir qué pasó acá en Roswell, y quienes son los 12 majestuosos estos de los que tan poco se habla”…

Y gritó ante los allí presentes en el merendero: “Cobardes, son todos unos cobardes… nadie quiere hablar de lo que pasó aquí, y se van a arrepentir… A los tibios los vomita Dios!”… La amenaza resonó tan fuerte y enorme, que muchos bajaron la cabeza en actitud avergonzada.

No obstante ese mal trago, Demian estaba feliz. Tenía una carta ganadora, conocía el lugar aproximado donde se podían encontrar esos 12 nefastos personajes. Se lo había dicho el anciano antes que esos patovicas lo sacaran del bar...

Decidió salir en busca de sus presas a la medianoche, para lo cual dio vueltas y vueltas tratando de despistar a los que aparentemente le seguían los pasos. De forma muy astuta, y andando en círculos finalmente Demian pareció marearlos… Los había perdido de vista, un fenómeno....

Eran más de las 23 hs, y estaba neblinoso. Fue entonces cuando avizoró la casa. Estaba en las afueras del pueblo. Parecía deshabitada. No había luz, solo la poca que la luna dejaba traslucir…

Entró con una linterna de mano, parecía suficiente. Al menos lo fue para quedar estupefacto con lo que vio…

El interior de aquella posada parecía ser un centro de actividades clandestinas. Todo era un desorden, como si se hubieran ido todos de golpe escapando de alguien o de algo…. “¿De quién?” – se preguntó-. Había artefactos que Ferrante no tenía idea qué cosa hacían… Cilindros de un material flexible muy extraño, agujas, aparatos y cosas raras que no entendía… Largos alambres o algo así; máscaras o antifaces, amarras, camillas con sujetadores, luces… De muchos colores. Todo muy difícil de catalogar en la penumbra.

“¿Qué hago con todo esto, qué puedo agarrar como prueba?”, se preguntaba Demian, inquieto, sobresaltado por la emoción de haber encontrado algo, pero a la vez desorientado.

En segundos, su entusiasmo se desvaneció… Él necesitaba documentos, algo que comprometiera al gobierno como el principal encubridor de un hecho como el que ya estaba seguro que había ocurrido en Roswell: “La caída de un OVNI”. Y si no se trataba de extraterrestres, que fueran los rusos, daba lo mismo. De lo que estaba seguro Demian era que en el lugar había un gran secreto bien guardado.

Fue en ese momento, cuando todo parecía perdido, que vislumbró un cesto de residuos. Y en su interior, entre colillas de cigarrillos, fotografías rotas en pequeños pedazos… Alguien había querido desembarazarse de ciertas pruebas rápidamente, pero no lo había logrado en su totalidad…

Con su linterna casi al punto de extinguirse el último haz de luz, Demian examinó cada pedazo minuciosamente con la esperanza de encontrar algo. Y lo logró…

Frente a sí, el peruano creía tener las pruebas que tanto había estado buscando. Eran imágenes rarísimasUn poco desenfocadas. Pero más allá que no supiera bien de qué se trataban aquellas fotos, su instinto le indicaba que estaba por enfrentarse a algo muy grande…

Continuará…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ustedes se estan dando de la buena.
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Saludos

Wanda Nara
Caballito

barricas dijo...

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