Su corta experiencia en Editorial Codex -se recordará-, y un poco también de confusión acerca de su persona, fueron factores determinantes en la elección de Ferrante Kramer para aquella tarea. Así como le ocurriera al personaje caracterizado por Peter Sellers en “La fiesta inolvidable”-, el apuro y equivocadas referencias le allanaron el camino al Peruano Dorado para convertirse en el hombre envidiado del momento, en un “elegido”.Y no era para menos... Había sido seleccionado para reportear a una celebridad de las letras, el gran José Saramago, casualmente en Argentina allá por mediados de los ‘90.
La gente de Editorial Planeta estaba buscando a una persona a la altura de las circunstancias. A algún hombre “del medio” que estuviera dispuesto a enfrentar la avasallante personalidad del escritor portugués. Y Ferrante era del medio, digamos mediocre; al menos en eso no se equivocaron al elegirlo.
Se cuenta que alguien lo mencionó al pasar y lo anotaron por error en la lista de “personas a llamar”, no se sabe bien... No obstante, la cuestión es que el Peruano Dorado de pronto pasó a integrar una nómina de la que participaban “grossos” como Jorge Lanata, Pacho O’Donnel, Sergio Renán, Mariano Grondona y Ernesto Sábato, entre otros.Ante la falta de mejores candidatos, el nombre del peruano comenzó a tomar cada vez más fuerza. Y de allí al mito, hubo muy poco. A la pregunta “Queda solamente para llamar a Ferrante Kramer.... Perooo... ¿Quién carajo es este Ferrante Kramer?”, salieron al ruedo los que decían no saber nada, como también los fabuladores de siempre -dispuestos a contestar cualquier pavada con tal de figurar-, que afirmaban haberlo visto varias veces por televisión, que era “una eminencia”, “un filósofo” o “un genio del arte moderno”; hasta los hubo aquellos que improvisaron una falsa biografía que bien podría haber sido premiada con el Cervantes.
Así, y luego de infructuosos intentos, finalmente Demian fue contactado por los funcionarios de Editorial Planeta y tratado con inmerecida deferencia. A esa altura de los acontecimientos, Demian era casi un “semidiós”, a la luz de los falsos títulos atribuidos por sus anónimos seguidores.
Como el llamado era de una empresa, imaginó que tenía que ver con alguna solicitud de empleo que había enviado, aunque no sabía cuál, ya que había contestado un par de avisos más para “cuidador de perros” en una veterinaria, y “lanzador de cuchillos” en un circo de Temperley, respectivamente.Pero lo sorprendió el hecho de que el llamado fuera de una Editorial y para hacer una entrevista... Lo sorprendió tanto como el nombre de quien sería su entrevistado... “Quién será Saramago, quién será...?”, se preguntaba mientras escuchaba a los de la Editorial rogándole su participación. Sin embargo, esta vez su ignorancia terminaría beneficiándolo.
Inconsciente, y partidario de arrojarse a la pileta sin agua, Demian aceptó sin chistar la propuesta, circunstancia que dejó perplejos a los funcionarios de Planeta: “Es nuestro hombre, sin duda... Ni titubeó cuando le dijimos que se trataba de Saramago... Qué seguridad, qué determinación... Se nota que es un tipo experimentado!”, exclamaron, sin conocer el verdadero trasfondo del asunto.
A pesar de no registrar al peruano, Saramago no opuso traba alguna. Tenía por norma no discutir con las Editoriales; además, sabía que las elecciones que hacían eran serias, cuidadas... Y confió... Una pena...





































