En la primera parte de esta intrigante historia, vimos como por un hecho azaroso –el hallazgo de una libreta de anotaciones de Ferrante Kramer- Casimiro Arenas y su compañero, Esteban Reynoso, se encontraban a un paso de develar un misterio que podía significarle alcanzar la negada gloria al Coloso de Tumbes.
Sin embargo, la empresa no era sencilla... Los obstáculos en esa carrera por encumbrar al escriba peruano recién comenzaban. Y el primero de ellos era llegar a los Estados Unidos....
Arenas, además de biógrafo de Ferrante, era un niño bien, adinerado, y con bastante tiempo libre. No se amilanó por el hecho económico que implicaba una investigación de esa magnitud...
Sabía que había que ir a los EE.UU, viajar de Estado a Estado, pagar hoteles, aviones, micros, taxis, comidas, comisiones y propinas... Y no sólo las propias, sino también las de quien tenía el mérito del hallazgo: Reynoso. Pero, valía la pena; después de tantos años de infructuoso trabajo, por fin se pondría fin al “mito” y se daría lugar al “genio”, al “artista magno” al “Cervantes del nuevo milenio”. El dinero no contaba ante semejante recompensa.
El invierno estadounidense de aquel año fue uno de los mas violentos. Y recorrer Louisiana de norte a sur y de este a oeste no resultó una tarea fácil.
Bibliotecas, organizaciones estatales, ONG’s, escuelas, clubes y universidades fueron escrutadas por aquel “dúo dinámico” – tal como se los denominó, especialmente porque se los veía siempre juntos, incluso en la cama-, pero el fatídico mensaje encriptado de Ferrante “Louisiana – 2324”, no encontraba respuesta por ninguna parte.
Se llegó a averiguar en distintos aeropuertos del estado de Louisiana; quizás alguna persona hubiera dispuesto de un casillero bajo ese número allá por los 60 o los 70... Pero nada.
Arenas y Reynoso estaban a punto de rendirse. Más de un mes dando vueltas por U.S.A., en medio del frío desanimaban a cualquiera. Y Casimiro, durante todo ese tiempo no había mantenido relación sexual alguna, circunstancia que lo estaba poniendo nervioso y hasta llevándolo a pensar en su compañero, quien parecía no oponer resistencia a las miradas libidinosas de su jefe. Al parecer, Esteban le había salido un verdadero Robin...
Sin embargo, Arenas no era de esos que cambiaba de bando así porque sí.... Además, en los Estados Unidos, sobraban las oportunidades de conseguir una mujer... Y dinero no le faltaba.
El experimentado conserje del hotel de Louisiana en el que se encontraban, el más importante de la ciudad, interpretó “de una” la demanda de Arenas, y le entregó un “book” con fotos de mujeres de distintas edades.
- “Me gustan las maduras, de entre 35 a 45 años... Morenas, no hay problema, no soy racista”, le indicó Casimiro al encargado con una sonrisa.
- “¿Qué le parece ésta, Señor?”, le preguntó el conserje, señalándole una foto.
- “Hermosa, lo que estaba buscando”... Fue en ese instante, cuando el empleado del hotel estaba cerrando el libro, que algo llamó su atención.
- “Me permite”, inquirió, al tiempo que tomaba el libro en sus manos.
Al abrirlo, comprobó lo que su vistazo anterior le había insinuado. Bajo la foto, se leía el nombre de la dama: LOUISIANA.
Y al costado, entre paréntesis, un número: 2324.
- “Disculpe señor”, le dijo Arenas al conserje. “Sabe usted algo de un tal Ferrante Kramer, allá por los años 60 o 70 que haya tenido algo que ver con esta mujer”.
La cara de sorpresa del conserje, un negro que semejaba a Mike Tyson en sus mejores épocas, fue antológica. Se le transformó por completo, como si hubiera visto un fantasma.... El apellido Ferrante Kramer lo había impactado, no cabía duda. La huella del peruano aún se notaba casi 30 años después de su partida de los EE.UU.
Casimiro se dio cuenta de inmediato que había dado en el clavo. Que tanto él como su asistente habían estado andando en círculos. Se recriminaba una y otra vez el haber tenido la respuesta delante suyo desde un principio, y no haberla visto...
- “¿Para qué tendré estos ojos, no?”, se preguntó consternado en voz alta, mirando a su interlocutor ocasional...Sucedía que su emoción era inmensa; el mito se estaba abriendo paso hacia la consagración...
Al recuperar el conocimiento, Casimiro sintió que tenía los huesos molidos... Sangraba por lo labios y tenía los ojos en compota.
Parecía estar en una estación de trenes. A su lado, entero, sin mácula se encontraba Esteban, con un vaso de gaseosa en la mano.
- ¿Qué me pasó, Esteban?, inquirió Arenas a su socio, al tiempo que escupía un diente...
- Todo fue un error, un malentendido, Casimiro ...Nuevamente, la quimera de Ferrante de la que tanto me hablaste, le respondió ...
Esteban le contó a su jefe que había estado "con Louisiana", la del “book”, y que hasta se la había montado: “Estaba buena la veterana”, le dijo a Arenas; el pibe, terminó siendo todo lo contrario de lo que él pensaba. Y continuó con su relato...
- “... Parece ser que Ferrante se rajó del hotel sin pagar la cuenta de un mes –más de 6 mil dólares de aquella época – y que además todavía lo están buscado los que manejan las “mujeres de la calle” porque lo que pasó entonces.
Demian había sido un fiestero de aquellos. Andaba saltando de mujer en mujer, alardeando de una supuesta fortuna, y debiendo favores, servicios y dinero a los dueños de la calle. Pero, un día le llegó la hora..Demian se enamoró de la negra Louisiana y quiso huir con ella a México.
En síntesis, lo de siempre... Una nueva decepción. No había nada importante en aquel escrito de Ferrante; era apenas una libreta de anotaciones caseras..
Y aquella frase de Demian que había generado tantas expectativas: “Estados Unidos es un infierno!!”. “Drogas, sexo, es la perdición...Tremendo!!. Reina la sodomía, es difícil decir NO. Pero hay que ponerse duro... Esa es la única salida!!”... no era otra cosa que una referencia a su vida lujuriosa de entonces...
Una nueva mirada de Arenas sobre aquel texto hizo interpretara de otra manera las palabras del peruano, y entendiera que se trataba de los dichos de un drogón preparándose para una nueva fiesta.
Sorprendido de su estado, Casimiro le preguntó qué le había pasado.
- “Mirá, cuando le dijiste al Conserje el nombre Ferrante Kramer, te puso una trompada en la cara que te desmayó, y después te siguió pegando por largo rato en el piso... Yo no pude hacer mucho, el negro era una mole!!”.
- Si está bien Esteban, pero por qué me duele tanto el culo??, inquirió Arenas.
- Bueno, te mentí, con Louisiana no pasó nada. ¿Esteee...Amigos??
1 comentario:
Casimiro Arenas, el biógrafo de Ferrante, también se la come??. No se salva nadie en ese Blog???.. Y los autores.. Por casa, cómo andamos??
Néstor Dante
Bánfield
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