Si existe un personaje excéntrico y polémico como nadie en este mundo, ése es sin lugar a dudas Bobby Fischer.
Ya era famoso desde pequeño en su ciudad natal, pero su notoriedad llegó al clímax cuando se consagró Campeón Mundial de Ajedrez en 1972, al vencer al soviético Boris Spassky en una jornada memorable en Islandia, y constituirse en el primer norteamericano en obtener ese título luego de casi 25 años de hegemonía rusa.
Sin embargo, y más allá de que su fama había trascendido todas las fronteras, Bobby no era conocido por todos. Entre esas excepciones se encontraba Ferrante, quien no sabía nada de él hasta aquella tarde de 1996, cuando el genio del ajedrez nos honró con una de sus tantas visitas a la Argentina..
Fischer había llegado a Ezeiza en medio de un recibimiento multitudinario. Era un icono rebelde y se lo admiraba por luchar contra el “establishment”. Por aquellos años, Ferrante estaba pasando por un mal momento económico y era habitual verlo manotear valijas en el aeropuerto intentando hacerse de una monedas trabajando de changarín.
Y fue en ocasión de interponerse en la marcha de un Bobby Fischer preocupado solamente por quitarse de encima a las decenas de paparazzi que lo perseguían, cuando el norteamericano se lo llevó puesto como un poste.
Ferrante, ya un hombre mayor por aquel entonces, acusó el golpe exclamando con dolor una frase que haría historia en el ajedrez nacional: “Ay...beesttia.... bestiiia!”, a la que Bobby reaccionó como si la hubiera entendido. Fischer detuvo su andar, clavó su vista en Demian, se le paró delante y quitándose uno de sus guantes lo abofeteó al grito de “Whaatt??...I’m the best, not you, son of a bitch!” (“Qué?...Yo soy el mejor, no tú, hijo de put..!!”).
Ferrante, entendiendo que el americano lo había llamado “bicho”, respondió a mansalva: “Bicho serás vos, pelotudoo!”. Entre tanto, Fischer – totalmente sacado - era contenido por los guardaespaldas para evitar que la cosa pasara a mayores. La escena era kafkiana...la confusión crecía y crecia segundo a segundo.
Demian seguía quejándose del dolor que le había causado el encontronazo con Fischer, y desde el piso bramaba: “Ay!!, Ay!!” , gritos que aumentaron la ofuscación de Fischer quien interpretaba que Ferrante seguía gastándolo diciéndole “Yo, yo!!”, como muestra de su superioridad.
En eso, para peor, el gentío comenzó a caldear más los ánimos... Parecía que todos querían ver sangre. Apoyando decididamente a Ferrante, la multitud ensayó una tonada categóricamente agresiva: “Yankee putito!... Yankee putito!”, canto que fue mal entendido por el campeón como “Yanqui ponelo!” (Yankee put it), y a manera de invitación por parte del público a bajarle los dientes a Ferrante.
Bobby corrió hasta el peruano para cagarlo a trompadas, pero fue disuadido por su traductor quien le sugirió que lo hiciera “... In your sauce, Bobby” (En tu salsa, Bobby). Finalmente, la cosa sería al modo civilizado: “Una partida de ajedrez”.
Ferrante apenas tenía idea de cómo se jugaba. Su fuerte eran la casita robada, el Scrabel y la Batalla Naval. Sin embargo, “...Aceptó sin pensarlo”, a decir por sus biógrafos. Para quienes defienden a Ferrante, aquella actitud respondió a una sofisticada estrategia suya o al coraje innato del peruano en situaciones apremiantes; sus detractores, en cambio, aseguran que se trató de un acto de inconsciencia más de Demian, producto del escaso potencial de su cerebro devastado por la mezcalina (1).
Así las cosas, la cuestión es que Fischer fijó las reglas del encuentro: él elegiría el lugar, y Ferrante el premio. El norteamericano optó por jugar la partida en el Círculo de Ajedrez de Villa Martelli; conocía al gordo Rubinstein, y descontaba que no tendría problemas en cederle la sede. “Bingo!”, gritó Ferrante, ya que no tendría que gastar en el bondi; el Círculo le quedaba bien cerca de su casa.
Ahora le tocaba elegir a él, lo que generó una expectativa terrible entre los periodistas presentes: “Con qué se saldrá este poligrillo!”, se preguntaban. Ferrante como presintiendo que ésa era la ocasión de agarrar algo grande, luego de pensarlo por largo rato, se despachó con: “...Quiero 1 kilo de sánguches de miga, surtido especial”, nada más, pero exigiendo como condición que se compraran de antemano y se guardaran en la sede del Círculo, ya que decía desconfiar de Fischer.
Fischer, miró con lástima al peruano como lamentándose de su poca ambición, peló unos dólares y le encargó a su chofer que realizara la compra y los entregara en el lugar convenido. El encuentro se fijó para las 22 horas de ese caluroso 5 de octubre de 1996, casualmente, el 65 cumpleaños de Demian.
Fischer se presentó media hora antes de lo convenido, y se sentó en silencio frente al tablero a la espera del peruano. Se lo veía impaciente, y la razón era una sola: debido a los retrasos e inconvenientes sufridos desde su arribo, no había podido probar bocado.
Viendo que disponía de tiempo, y no soportando un minuto más sin ingerir comida, solicitó a uno de sus acompañantes que le comprara algo por la zona. Advertido de que en Villa Martelli le resultaría imposible conseguir algo aceptable para comer (2) ya que todo estaba cerrado a esa hora, recordó que bien podría recurrir a los sánguches que se habían comprado para satisfacer al ganador del encuentro... “De todas maneras, seré yo el winner”, dijo sonriendo. Nadie en esa sala apostaba un mango a favor de Ferrante.
Y a decir por lo ocurrido después, quien menos fe se tenía era el propio Demian.
Cuando el chofer fue en busca de los sánguches, estos ya no estaban, alguien se los había robado. Y para más, en el Círculo ni en la Sociedad de Fomento local no había ni una mísera galletita de agua para convidar al campeón aquella noche.
Harto de esperar a su adversario, hambriento y malhumorado, Fischer se retiró del Círculo pasadas las 11 de la noche. Entre puteadas en castellano e inglés, juró no volver más a la Argentina y menos a ese barrio piojoso.
A pocas cuadras del lugar, en un chalet utilizado como vivienda y base de sus negocios por Dionisio Ferrante Kramer, hermano de Demian, se escuchaban voces de niños y adultos de ambos sexos cantando: “Happy birthday to you, happy birthday dear Demian...”.
Desde la ventana se podían apreciar aquellas caras felices, bebiendo agua y comiendo sánguches de miga como si nunca lo hubieran hecho.
(1). La mezcalina es una sustancia alucinógena elaborada a partir de un cactus, específicamente el peyote o el San Pedro.
(2). No hay nada recomendable en materia gastronómica en Villa Martelli
1 comentario:
el relato me parece FABULOSO!!!!
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