22 abril, 2007

La Liga: "El Hombre Auto de Castelar" (Parte 1)

Nadie sabía si creerle o no. Pero todos le seguían la corriente.

Se trataba de alguien que había sido un “grande”, o que al menos tenía fama de haberlo sido alguna vez, aunque ahora no diera más que lástima. De alguien que tenía una Fundación que llevaba su nombre... Y eso, aunque no valiera mucho, infundía respeto... ¿Quién de todos los presentes en aquel mugroso barsucho de Martelli podía ostentar un título así?..

Nadie!!

Por eso, tanto los viejos parroquianos, como los muchachotes jóvenes y otros no tanto, escuchaban a Ferrante como a un viejo sabio... Después, igualmente, se le cagaban de risa en la cara.

- “Les digo que así lo conocí!!”... “Es otro de los integrantes de La Liga que intenta llevarme al sitial que merezco... El Hombre Auto de Castelar existe!!”....

Alentado por una copas que ya traía puestas, Demian se largó a contar una de sus tantas “vivencias”, de ésas que acostumbraba recrear en sus sueños alcohólicos y gustaba contar entre vagos. Se hacía difícil seguirlo... No por su exquisita profusión oral –que sin duda había perdido-, sino porque la bebida le hacía patinar la lengua...

- “Todo comenzó cuando me invitaron a presenciar la carrera de Fórmula 1 en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, la del otro día... Ustedes saben que yo corrí para Brabham allá por los años ’60 y quedé muy vinculado al ambiente...”, exclamó con una autoridad que pasmaba.

Ya de entrada, nomás, los oyentes ocasionales del peruano sabían que se trataba de un nuevo delirio suyo. Hacía más de 15 años que Buenos Aires no era sede automovilística de la máxima categoría.

- “Lo vi de pronto, con su extraño casco, desafiante, ganador. No sabía quién era. La carrera ya había terminado y estaba de festejo junto a otro corredor y a una rubia tremenda!”...

- “Yo estaba mirando el escote de la rubia”-fanfarroneó Demian- “.. Cuando este tipo que no sabía quién era me clava la vista, larga a la mina, y se me acerca. Zas!!, pensé, este sujeto me reconoció”

La audiencia trataba de mantenerse seria, no querían romper en carcajadas porque las historias de un borracho entretienen, y Demian se enojaba si veía que se burlaban mucho de él.

- “Se notaba de lejos que el tipo era un winner... Anillos de oro en las manos, tatuajes, un Rolex Platino, un verdadero dandy... Se me acercó sigilosamente, y me dijo: Yo soy el Hombre Auto... Soy de Castelar, y pertenezco a un grupo de personas que vos debés conocer bien, o me equivoco??”

- “La Liga”, le pregunté, y me respondió: “Sí, puede ser.. Pero dejemos eso para después... Quiero conocerte más, estar con vos... Quiero mostrarte quién soy en verdad, sin este disfraz... “

Ferrante continuó desgranando su historia con inusitado entusiasmo. A veces, la narraba de tal manera que contagiaba locura. Pero nadie se involucraba, todos sabían que estaba medio “chapita”, y que jugaba con 9 la final de la Copa Libertadores...

- "Me dijo que quería que mostrarme “SU MAQUINA y accedí. Fuimos hasta el estacionamiento, y cuando me dice: “Es ésa!!...¿Te gusta?”... "Por poco me muero!!!... Era una Lamborghini Gallardo Superleggera, un prototipo de aquéllos,deportivo, una nave!!... Y me dice: "A vos te gustan los fierros, no?... ¿Querés probar éste?”... “Y qué le iba a responder!!”

El peruano comentó a sus seguidores que se acomodó como copiloto, y que su nuevo héroe, el Hombre Auto de Castelar, se le despachó con una sorpresa que no esperaba. Pero de pronto, Demian hizo una pausa, como a la espera de algo...

Era la clásica especulación del borrachín intemperante... Quería un faso y más bebida. El dueño de la fonda, Rivadeneira, lo cazó al vuelo...

- “Dale, peruano, contá!!... Acá tenés otro trago de aguardiente, pero seguí contando ese cuento increíble que quiero saber qué paso con la rubia!”, le gritó desde detrás del mostrador.

-“No es ningún cuento... Y no me jodan que me voy!!”, amenazó no sin antes manotear el vaso que le habían servido...

Una ronda alrededor de Ferrante tipo trencito, y una levantada en andas terminaron por sacarle una sonrisa al magnífico peruano, y prosiguió con su relato como si nada hubiera sucedido. Eso sí, en medio de la algarabía ordenó simpáticamente una nueva copa de grapa...

Y siguió contando...

- “El Hombre Auto.. Un capo!!... Me recostó el asiento para que estuviera más cómodo, me puso doble cinturón de seguridad, y me dijo: "Vas a tener el honor de tirarme los cambios... Qué te parece??”... “No lo podía creer, el tipo estaba a mi disposición... Como si yo fuera el amo!!”

- “Y la rubia??”, reclamaba Rivadeneira...

- “La tiró como si fuera una bolsa de basura gallego!!”, gritó Demian al cantinero “.. Lo importante para el Hombre Auto y los restantes miembros de la cofradía es La Liga y la Superior Orden que maneja sus objetivos.. Y entre esos objetivos se encuentra Ferrante Kramer... No sé si les suena...!”, sentenció agrandado, quedando la sensación en el ambiente que si hay algo peor que estar loco, es estar loco y ser un pelotudo.

A esa altura, eran pocos los que podían contener la risa. Los más, sentían por él una profunda pena. Demian Ferrante Kramer, aquel hombre de letras que estuvo a punto de acariciar el éxito más de una vez, era un verdadero desquiciado, un patético despojo que se incendiaba en alcohol para soñarse ganador...

- “Bueno, así, como estaba, me sugirió que me tapara los ojos, ya que la velocidad –más de 300 km por hora- me podía llegar a descomponer por el vértigo que produce a los que no están acostumbrados... Me acordé del palo que me pegué con el Brabham aquel día, y permití que me vendara los ojos”.

- “Agarre la palanca de cambios, maestro!!”, me dice, y me toma de la mano para guiarme al lugar, ya que no veía nada. Ahí me encuentro con el comando; al tacto siento que tiene grip de caucho... Caucho caliente!

Continuará...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy de la zona oeste y conozco a ese viejo proxeneta de la Lamborghini amarilla. No es un hombre auto, es un degenerado que se abusa de almas inocentes como la de Ferrante.

Rudy Valiant
Haedo