Anita colgó el teléfono, y se volvió hacia la computadora. Aún tenía en su mano las anotaciones del Peruano Dorado, de las que parecían ser direcciones de Internet donde se hallaba alojado el vídeo de Wanda Nara.
¿Pero... Dónde estaba Demian?...
Fue cuando estaba haciéndose la pregunta que se percató de lo que había en la pantalla del monitor: “Hoy, en pleno centro porteño, se desnuda Nicole Newman”... Y ató cabos.
Al instante, volvió a llamar a la Fundación Ferrante Kramer; atendió Artemio Ferreyra, uno de los incondicionales del peruano.
- “Hola, Anita, qué placer escucharte... Pero tu tío ya se fue, qué necesitás?", se despachó amable como siempre el viejo Artemio, en respuesta a la pregunta de la sobrina de Liberatti.
- “Artemio, escuchame bien... Creo que sé dónde está Demian”, exclamó, y agregó...
- “No sé qué le pasó a nuestro héroe, a mi héroe...”, y no pudo más, se quebró... El llanto se apoderó de ella. Nadie quería más a Demian que aquella pequeña niña. Desde que era un bebé, y el Peruano Dorado la arropaba sobre su pecho, Anita sentía por él una atracción peculiar...
Y la volvía loca la idea de que no se fijara en ella. Había algunos que hasta decían que la “vida ligera” que Anita llevaba, era para vengarse de la indiferencia del peruano. Pero parecía ser que a Demian no le importaba nada la sobrina del viejo Liberatti, habida cuenta del agua que había ya pasado entre sus piernas...
- “Anita, calmate, no llorés.... Vos sabés que a Demian no le van ni le vienen las chicas buenas como vos... A él le gustan otras cosas”, le hablaba Artemio al teléfono, tratando de sacarla de la depresión. Aunque en el fondo sabía que le estaba mintiendo, que aquellas “otras cosas” que le gustaban a Demian no era lo que Anita imaginaba.
- “Yo me encargo, nena.... Lo voy a buscar al obelisco, debe estar mirando a esa Nicole que se desnuda hoy en defensa del lobo estepario”; la ignorancia de Ferreyra no hizo a la cosa, Anita era más burra que él y asintió que fuera para llevárselo al peruano.
Artemio salió de la Fundación en busca de Demian. Le había prometido a Anita salvarlo, y él era un tipo de palabra. Si Anita le había ordenado que “Ninguna loca le pusiera una mano encima a su héroe”, él habría de cumplir, a cualquier precio.
Estaría a unos 100 metros del lugar del show de Nicole, cuando Artemio alcanzó a ver al Peruano. Estaba entre una multitud, e intentó gritarle: “Demian, Demian!”.
El Peruano Dorado reaccionó a la voz de alguien que conocía y quería, su fiel Artemio.
- “Acá estoy, Arty... Mirá cuántas tengo alrededor, y todas para mí!”, alcanzó a oír que Demian le decía, mientras se reía, manoseaba y era manoseado por un sinnúmero de fogosas figuras femeninas, que por su vestimenta escasa y pelo rubio, intentaban emular, cual clones, a la famosa modelo argentina.
- “No llego, no llego!”, le gritaba Ferreyra, quien se iba acercando, pero que sabía que jamás llegaría al punto donde Demian se encontraba.
No obstante la distancia que mediaba entre ambos, de pronto Artemio se percató de algo que llamó su atención. E intentó advertir a su protegido que se encontraba en peligro.
- “Demian, salí de ahí... Venía para acá!... No son lo que parecen, no son lo que parecen!”, vociferaba Ferreyra inútilmente. Demian ya no podía escuchar.
El show había finalizado, y aquellas señoritas se llevaban al Coloso de Tumbes en andas, zarandeándolo como en un samba, en tanto el peruano reía y reía, como si se dirigiera al paraíso. En fila india, una multitud que rondaría las 60 personas, marchaba por la Avenida Corrientes, y doblaban por Libertad con destino al barrio de Constitución... Más precisamente, Salta a 1200.
Ferreyra supo del dato a la mañana siguiente, y por lo diarios: “Importante escritor extranjero abusado sexualmente en hotel de Constitución”. Hasta la prensa omitió los detalles del hecho por pudor.
Apenas si mencionaron cantidad de participantes y duración probable de la orgía, sólo para darle seriedad a la noticia y algún contenido. Bah!, aunque el contenido lo tenía todo adentro el peruano, y no hizo falta más la foto que ilustró la primera plana para que la gente diera cuenta de ello.
No obstante la bronca, Artemio estaba feliz de no haber faltado a la palabra dada a Anita: En definitiva, “Ninguna mujer había puesto sus manos sobre el peruano”
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