20 septiembre, 2007

La Gran hermana de Demian - Entrega 3

El peruano no sabía si reír o llorar. Después de años sin pasarle bola, ahora el padre se le aparecía con ese rollo de que tenía una “hermana”.

Y para peor, ese “Damián” con el que se despedía en su carta-legado, que le repiqueteaba como un pájaro carpintero picándole el cráneo. “Con razón la secretaria del Escribano me había llamado así…”, reflexionó.

Dentro del sobre, tal como le había informado su padre, había un dinero para viáticos: 50 dólares.

“Qué generoso!”, exclamó a viva voz en el medio de la plaza… A esa altura, la gente que pasaba delante de él, creía que se trataba de un loco o un borracho, ya que gritaba y hacía gestos con los brazos…

No obstante la bronca que tenía, el Peruano Dorado no podía dejar de pensar en lo que le había confesado su padre: “Tengo una hermana”…

“¿Cómo será?”, se preguntaba… “¿Vivirá?”… “¿En qué país?”…”¿Será bonita?”. Solamente sabía su nombre, “Dany”… Pero… ¿Cuántas Dany habría en el mundo?. “Miles!”; se dijo, así que concluyó convenciéndose de que la empresa encargada por su padre sería imposible.

Acto seguido, decidió darle un uso más apropiado a esos 50 dólares: “Joda y alcohol”. Y se dirigió a la “Zona Roja” de Tumbes, a probar suerte con alguien.

Las esculturas que Demian vio aquella noche lo alucinaron. No sabía con cuál quedarse. Y era lógico… A su edad, ya pasados los sesenta, el gusto por la carne se hace más elástico. Cualquier morocha o rubia eran Sofía Loren o Nicole Kidman.

Mientras caminaba delante de las féminas, mostraba su billete de 50 como si fuera un potentado, mirando de soslayo con una actitud entre presuntuosa y ridícula. La escena era patética, Ferrante daba pena.

Fue entonces cuando una de ellas, la que captó de una que se trataba de un bobo al que le sacaría esos 50 como se le saca el chupete a un bebé, se le acercó y le dijo:

- “¿Estás buscando algo, te perdiste?”

Demian, demostrando que hasta los más lelos saben qué hacer cuando la oportunidad se presenta fácil, tomó a la rubia del brazo y comenzó a caminar junto a ella….

- “¿Cómo te llamas, corazón?”, repreguntó la blonda.

- “Demian Ferrante Kramer”, respondió el Coloso.

- “¿Ferrante Kramer, te llamás?... Uy!... Igual que mi ex-compañera de calle, la del doble apellido”.

Ferrante quedó perplejo. “Nunca 50 dólares fueron tan bien utilizados”, se dijo para sí, aunque la verdad era que nunca había utilizado 50 dólares.

- Cómo, vos la conocés?, interpeló el peruano… “¿Dónde está, sabes de ella?… Es mi hermana, Dany, tengo que encontrarla!”.

- “Tu hermana, ja!”, exclamó la rubicunda, “… Nunca me habló de un hermano, pero si te interesa tanto, se fue del Perú… A la Argentina, se fue, porque allí hay mas trabajo, decía”.

“Bendito sea el destino”, pensó Demian. Tenía pasaje para el día siguiente. Y en Argentina sabría desenvolverse mejor, conocía el paño mejor que nadie; tenía contactos.

En ese momento, elevó su vista al cielo y creyó ver a su padre sonriendo. “Te salió bien, no, papá?”, le gritó, y él también le sonrió. Era como una reconciliación tardía, pero reconciliación al fin. Quizás, después de todo, su regreso a Tumbes… “No haya sido en vano”, pensó.

A las 12 del mediodía del día siguiente, Demian ya estaba en Ezeiza. Y no quería perder ni un segundo. Iría a ver a Pocho La Pantera, un viejo amigo. Él sabría más que nadie dónde buscar la mercadería recién ingresada al país.

Tomó el 86, y se fue directo a Fantástico Bailable, en Plaza Once.

El abrazo del reencuentro fue apoteósico. “Pocho, maestro!”, gritó el peruano; “Peruquino, hermano divino, seguís en la joda?”, le devolvió un Pocho tan grandilocuente como de costumbre.

- “Entrá, entrá, y servite… hay de la que te gusta!”, convidó La Pantera al Coloso, con algo de güisqui y un poco de yerba…

- “No, Pochito… Vengo a buscar información… Mi hermana, trabaja en la calle. Recién llegó de Perú hace unos días… Sabés quién puede saber algo de ella?”.

Pocho La Pantera le pidió a Demian unas horas….

- “Yo te llamo a la pensión de ese tal Don Horacio que me dijiste; algo va a salir, no te preocupes”. Y así el peruano se despidió de su compinche, con una sonrisa en la boca de lado a lado. Dany estaba cada vez más cerca….

Continuará…

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