18 septiembre, 2007

La Gran hermana de Demian - Entrega 2

Tras casi 12 horas de vuelo con varias escalas en el medio, Demian arribó al Aeropuerto de Lima. Un hombre junto a un automóvil que elevaba una cartel para hacerlo visible, le indicó que podía tratarse de alguien que lo había ido a buscar, y se acercó…

- “El cartel dice Ferrante Kramer, usted ha venido a buscarme?”, indagó el peruano.

- “Sí, es usted Dionisio, Duilio, o Danilo?”, requirió el chofer del vehículo…

- “No, soy Demian”, respondió nuestro héroe.

Su interlocutor lo miró con desdén, y con un ademán sutil pero efectivo, con el antebrazo sacó al peruano de su línea de visión, entretanto le señalaba con el dedo la parada de autobuses… “Allá, usted por allá!”.

Resignado, y algo ofuscado por el trato descortés del remisero, tras 5 horas de viaje en una carrindanga del demonio, Demian llegó a destino. Era una clásica escribanía.

Tocó timbre, y una hermosa peruana le abrió la puerta…

“Kramer, Damián Kramer?”, lo interrogó la morocha… “No, Demian, con “e” y sin acento, Demian Ferrante Kramer, señorita, y vengo por… “. No terminó de cerrar la frase, cuando su ocasional anfitriona lo interrumpió… “Disculpe mi error, el Escribano lo está esperando, usted es el último”…

- “Sr. Kramer Ferrante, es un placer!”, exclamó el Escribano Wilfredo Carnero Osuna, uno de los más conocidos del pueblo, al tiempo que extendía su mano al peruano. “Acaban de irse sus hermanos, no quisieron estar presentes cuando usted llegara; parecían incómodos… “, agregó, “Pero, bueno, aquí estamos”…
Y así prosiguió la tensa charla entre ambos. Osuna explicó a Demian que Doroteo, su progenitor, no había sufrido… “Por suerte no se dio cuenta de nada, el piano le cayó encima desde un décimo piso, fue instantáneo!”. Y también lo impuso del legado que había dejado su padre al resto de la familia:
- “La posada familiar, fue para Dionisio; dos yates y unos campos de unos miles de dólares, para Duillo… Y a Danilo le dejó sus 2 autos, un Porsche Carrera 95 y un Audi, la Toyota 4 x 4 que usaba los fines de semana, y su colección de monedas antiguas… Digamos que no hizo diferencias con nadie, equilibró muy bien las cosas”.

Demian no emitía sonido. Estaba a la espera de que el Escribano abriera el juego y le dijera qué había dejado Doroteo para él. No era que fuera un interesado por el dinero, pero cualquier cifra le cerraba.

- “A usted, Demian, su padre le dejó esta nota”, mostrándole un sobre lacrado y sellado con el anillo de oro que recordaba de pequeño haber visto usar a su padre.

- “Ni yo sé su contenido, pero me parece que es lo más importante de todo, porque encierra un secreto, eso sí lo sé, porque fue lo último que me dijo antes de morir”.

Demian tomó el sobre… Y con la esperanza de que el notario le dijera algo más, se retiró despaciosamente, como haciendo tiempo, hasta alcanzar finalmente la puerta por donde había entrado.

Nadie lo paró, todo lo que le había dejado su padre estaba en ese sobre.

“¿Lo abro o no lo abro?”, se preguntaba en silencio, dudando de que el contenido del sobre le deparara algo bueno. Una parte de él le decía que terminara con la intriga de una: si eran buenas noticias, “Fiesta para todos!”, caso contrario, seguiría en la ruina, como era su costumbre.

No obstante, sentía miedo. No quería enfrentarse nuevamente a una decepción… Se sentó en el banco de una plaza. Estaba muerto de hambre, lo último que había comido se lo habían servido en el avión.

Tomó coraje, y lo abrió:

“Querido hijo”, comenzaba la carta;
“.. Este es mi legado para ti. El más importante, porque no encierra nada material. A tus hermanos les dejé dinero y posesiones, pero a ti te he elegido para que seas el único depositario de este secreto que he guardado por años. Yo no he sido un mujeriego, pero allá por los años 60 caí en la tentación con una mujer de la calle, y cometí una infidelidad matrimonial, la única. De ella nació Dany, tu hermana. Debe tener unos cuarenta y cinco años, estimo. Te aclaro que no es una persona común. Es muy especial, rara, tiene sus cosas. Debes encontrarla y decirle que mi silencio, mi ausencia, nunca significaron indiferencia hacia ella. Los quise a los 5 por igual. Por favor, hijo, encuéntrala y pídele perdón en mi nombre. Que no me guarde rencor, por favor. Sé mi fiel escudero, hijo, y asegúrate que tu hermana no se guarde nada contra mí. En este sobre te dejo un dinero para viáticos y gastos. Te quiero Damián…”

“¿Damián?”, gritó Demian, “… “¿Ni se acordaba de mi nombre, el crápula?!”

Continuará…

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