22 septiembre, 2007

La Gran hermana de Demian - Cuarta y última entrega

- “Demian, teléfono para vos”, gritó Don Horacio, el dueño de la pensión donde paraba el peruano, en Villa Martelli.

“¿Será Pocho?”, se preguntaba Ferrante. Le había prometido que en pocas horas averiguaría lo de su hermana. Pero no habían pasado ni 24 horas desde que lo había visto…

- “Hola, sí, quién habla?”, preguntó Demian.

- “Soy yo, atorrante, La Pantera, el Pocho, con noticias de tu hermana… No lo vas a poder creer, hermano!”.

Pocho La Pantera la había encontrado. Trabajaba en la calle, como le habían dicho en Tumbes. Y desde hacía una semana era la más solicitada de Palermo. La llamaban “Dany, la perucha”.

- “Le di la dirección de la pensión, peruano… No le dije nada, pero cuando le mostré la foto en la que estábamos juntos, se largó a llorar”.

- “Panter, decime… Se parece a mí?”, preguntó Demian, excitado por la emoción..

- “Mirá, no te voy a mentir, no se parecen un carajo. Es un hembrón. Tiene un lomo impresionante, hermano. Cuando la veas, te vas a caer de culo. Qué hermana te echaste... Winner!”, bramó eufórico el Pocho.
- “Don Horacio”, le gritó Demian desde la pieza al dueño de la pensión…. “Va a venir una persona, una chica… “. No había cerrado la frase, cuando vio al anciano venir acompañado de un monumento a la fortaleza física de más de 1,80 metros de estatura. Como le había dicho La Pantera, era un hembrón.

Ni bien la vio, Ferrante sintió algo en su interior. Como el llamado de la sangre. Pero la reacción de su hermana, Dany, fue aún más tremenda… Se desprendió de Don Horacio a la carrera, y se arrojó a los brazos de su hermano, al grito de “Demian, Demian, soy yo, Dany, la hermana que estabas buscando”.

Demian estaba como catatónico. No podía salir del shock que le había producido verla. Era difícil digerir tanta emoción, tanta historia.

Se sentaron en unas banquetas que había en el patio, y conversaron por horas como si se conocieran de toda la vida. Dany le contó que había vivido sola con su madre -la amante de Doroteo-, hasta que por problemas económicos debió salir a trabajar “la calle”. Demian, totalmente desbordado por el relato triste de su hermana, se comprometió a comenzar a escribir para hacer un dinero y sacarla de ese mundo. Más allá de sus buenas intenciones, quienes lo conocían sabían que una promesa así del peruano, solo llevaría a su hermana a la prostitución de por vida.

Pero, no obstante, ella le creyó, y albergó una esperanza para su futuro. Pero tenía que resolver su presente… Con qué comer, donde vivir, dónde pasar esa noche…

Don Horacio se atajó de entrada: “Otra habitación gratis, no”…, le dijo al peruano… “Si querés, hacela dormir en tu cama, que es bastante grande. Es tu hermana, no tiene sexo.. Y no me mires así, peruano, que tengo razón”, sentenció el viejo para terminar la discusión.

Y sí… el viejo tenía razón: “una hermana no tiene sexo, qué joder!”.

La propuesta fue aceptada por Dany. En definitiva, la idea de vivir juntos era buena. Tendrían mucho más tiempo del que habían pensado para hablar de cualquier tema. Cenaron unas tostadas con manteca y mate cocido, rieron, lloraron y se preguntaron todo lo que uno quería saber del otro. Pero finalmente llegó la hora de dormir, se había hecho tarde.

La cama era espaciosa, daba como para los dos, haciendo un esfuerzo. Demian se puso mirando hacia uno de los lados del catre; Dany para el otro, dándose ambos la espalda. En aquella habitación se respiraba felicidad y pureza.
En eso, Demian recordó la carta de su padre…

- “Sabés, Dany, papá me contó en la carta que me dejó al morir, que eras rara, extraña, que tenías de las tuyas… Y hasta ahora, por lo que he visto de vos, no me parece que te conociera mucho”.

Demian sintió que Dany se daba la vuelta sobre sí, para quedar en su misma posición detrás de él. Fue cuando escuchó aquella voz, susurrándole al oído. Era distinta, más grave, gutural.

- “Quizás se refirió a esto”…

Demian sintió como un fuerte pinchazo entre sus glúteos, y un balanceo pertinaz sobre sus muslos. Sabía bien qué era eso, no era normal en una mujer. Ya le había sucedido antes.
No fue sino hasta ese momento que Demian descubrió la verdad. Su padre sabía bien de qué hablaba en la carta. Habían sido 5 los Ferrante Kramer, 5 varones.
Y mientras pensaba en eso, reaccionó ante lo que le estaba ocurriendo. Su moral no lo permitía...
- "¡Qué asco!”, gritó, “¡Mi propio hermano, mierda!”. Y era lógica su intransigencia… El incesto estaba fuera de toda discusión.

Sin embargo, Dany se encargaría de aclarar las cosas…

- “No te preocupes, Demian, mamá me contó que no soy hijo de tu padre.. Usó su apellido solo para sacarle plata, nada más… Nada nos une”.

La respuesta de Dany lo conformó, y decidió relajarse. Aunque no todo fuera verdad… En realidad, algo los unía. Y precisamente Demian lo estaba sintiendo en ese momento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

O sea que el peruano se quedó quietito en la camita?... Cómo tira la sangre, eh??.. Especialmente la sangre de una buena morcilla!...

Fulvio Castro
Carnicero - Temperley

Anónimo dijo...

feo final para esta historia que arrancó enternecedora...una vez mas al peruano lo engarzaron.

A ver si en una lo hacen salir de perdedor

Elias
Tel Aviv

Anónimo dijo...

Entonces, me volví a comer un chocolatín con sorpresa!. Aunque, es mejor.. No sabía cómo volver a mirarte a los ojos, peruano!!

Pocho
Once - Fantástico Bailable