
La mayoría no estábamos de acuerdo, nos parecía que era un espacio reservado a la intimidad del Coloso, razón por la cual insistimos en no hacerlo - creemos que hay un límite para todo, y está marcado por el respeto -. Pero no hubo caso, Walter, reiteró su mandato... Y bueno, es el presidente, qué podíamos hacer...¡Dónde manda capitán!!....”
La reseña de la infancia de Demian que hoy nos convoca está vinculada a un hecho festivo que ocurre inexorablemente los 5 de enero de cada año, por las noches: la venida de los Reyes Magos. Todos fuimos chicos alguna vez, todos... Y Demian, también.

Él “creía” fervientemente, contra viento y marea... Y se encargaba de que todos lo supieran: “No hay traba alguna a los deseos si éstos son fuertes”, decía. Y de hecho el tiempo le daría la razón... En su adultez se enfrentaría a “trabas muy fuertes” que le ocasionarían sus conocidos problemas de salud. Pero esas son otras historias...

Demian no sabía leer, pero igual pedía libros. Le gustaba mucho imitar a los mayores, y se la pasaba copiando letra por letra en un cuaderno cada palabra escrita en las grandes obras que le regalaban los Reyes. Así fue relacionándose con sus referentes: Arlt, Sábato, Güiraldes, Truman Capote, y tantos otros.
Algunos críticos de Ferrante, aún hoy sostienen que de esa época proviene su actitud plagiaria, y que su libro “Cuentos míos”, no es más que una copia textual de grandes éxitos de sus contemporáneos. Lo afirman en virtud de la semejanza de algunos de sus títulos como “El francés de los huesos”, “El gatito sarnoso”, “Informe sobre mudos”, “Sangre de pato” o “Don Penumbra” ... Nosotros lo desmentimos absolutamente; la obra de Demian es única, a él solo puede habérsele ocurrido escribir algo semejante.

Sin embargo, más allá de la confesión de su hermano mayor, los biógrafos aseguran que Demian siguió creyendo en los Reyes... Y hasta muy entrada edad.
Los que se inclinan por esta última hipótesis aseveran que Ferrante se dio cuenta cuando encontró escrito en la contratapa de uno de los libros que le habían traído los Reyes: “A ver cuándo aprendés a leer, imbécil, que ya estoy cansado de comprarte libros al pedo!”, y reconoció la letra de su padre. Demian ya era casi un hombrecito... Tenía 18 años, y ya sabía leer. Todo un caso, tratándose de una figura precoz y tan fecunda en materia literaria.

Confieso que no lo comprendí, y que aún hoy no sé qué me quiso decir con: “Le decían el rey, pero el de los otros... Me entiende, Liberatti?”
1 comentario:
Uyyy yo creo en los Reyes, miren mi blog, que mal, terminarè como èl ? comenzarè a replantearme ciertas cosas.....
felices Reyes igual !
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