En aquel punto de su atribulada carrera, no era la edición de un nuevo libro lo que obsesionaba a Ferrante Kramer. Lo que para cualquier escritor hubiera sido su preocupación primera, para Demian nada significaba... Su obsesión era otra: la comida. Y no por casualidad, ni por gula o glotonería, sino por la angustia que le provocaba su eventual falta, situación que se había hecho cada vez más frecuente y nada fortuita.
Ferrante creía que su colosal figura había perdido el brillo de sus mejores tiempos... El olvido y el abandono de sus lectores lo habían convertido en un hombre huraño e irascible. Y aunque sus detractores aún hoy insistan en sostener que “No tenía derecho a tomárselas así con la gente... Siempre fue un fracaso, jamás gozó del más mínimo prestigio”, nadie se animaba a contradecir al “Coloso” por aquellos días, los peores de su vida, sin duda.
Pero, en verdad, ninguno se atrevía a contradecirlo porque todos ignoraban quién era o cuál había sido su obra... Demian era un total desconocido al que a nadie interesaba; sólo un ser flagelado por el hambre y las drogas. Un pobre loco, un guiñapo que pasaba inadvertido a la vista de todos, vestido con harapos, maloliente, y que transitaba los días como un vago, mendigando caridad.
“Comida... Comida”, se le solía escuchar decir, cuando no manoteaba directamente el bolso de alguna anciana en busca de un yogur o un pancito, excusa que le servía para ir preso y obtener alimento gratis.
Y fue en una de sus noches en prisión, que sintió que el mundo se le venía abajo. Percibió como nunca el olor a orina de sus ropas, sus uñas llenas de mugre, el hedor a un sudor de semanas. Y no pudo soportarlo más.... “Quién soy!!”, gritó, en medio de la oscuridad, ocasionando un inesperado madrugón del resto de los presos. “Callate, si querés saber quién sos, yo te lo digo: sos un boludo!!... Dejá dormir, croto de mierda!!”, gritaron algunos, a lo que Demian retrucó con “Ustedes serán unos crotos, imbéciles.... Yo soy Ferrante Kramer, el.... “, y así se quedaría Demian, con la palabra en la boca, ahogado, sin saber qué decir de él mismo... Había perdido por completo su identidad, y con ella también su talento literario.
Salió de la cárcel decidido a cambiar. “Pero, cómo?”, se dijo para adentro. Estaba hecho un desastre... Quién lo iba a querer así para algo?.
Pero la fortuna nunca le fue esquiva a Demian en situaciones extremas.... Ya hemos sido testigos de la mano que le ha tendido El Altísimo cuando se las tuvo que ver negras... Pegado sobre la vidriera de una panadería, vio aquel cartelito: “Se necesita mozo. Comida y pensión a nuestro cargo”.
“Se me dio!”, gritó en medio de la calle, asustando a ocasionales transeúntes. “Voy a tener comida segura, al menos”, se dijo, y puso en marcha la primera fase de su plan: “Tengo que mendigar algo de ropa para estar presentable”, pensó, y se dirigió decidido a apretar el primer timbre que tuvo a tiro. “Luego, una ducha en algún baño público, hará el resto”, sentenció sonriente y confiado.
Esa suerte que lo acompañó desde joven al peruano, tampoco le fue esquiva en esta oportunidad. Demian consiguió armoniosos saco verde, pantalón rojo, camisa azul y sombrero negro... Y rematándola con una corbata fuxia, encaminó su marcha al sitio donde debía presentarse para conseguir el empleo.
Ya en la recepción de la empresa, Ferrante llamaba la atención. Las miradas de sus “competidores” por el puesto se cruzaban nerviosas; crecían los murmullos y corrillos. Demian, impertérrito, asistía la escena con la gallardía y el aplomo acostumbrados en una persona de su condición y linaje.
“El que sigue”, se escuchó decir, y todos, al unísono, hicieron el gesto para que pasara el ”Maestro”, aunque no le correspondiera el turno. Una vez más, el magnetismo felino del peruano causaba estragos en la gente.
Al verlo incorporarse, su entrevistador quedó subyugado al igual que sus contendientes por el empleo. Ni bien hubo transpuesto la puerta que lo dejó a solas con su interlocutor, este último espetó: “Hay que ser valiente para presentarse así....El puesto es suyo, llene la ficha”. Demian quedó perplejo, no esperaba una resolución así. Siquiera se animó a decir cuánto era la paga, ya que a lo único que aspiraba en aquel momento era a las sobras de comida de los eventos festivos a los que asistiría en su nueva condición de mozo.
“Preséntese mañana en Ciudadela, en la intersección de Gral. Paz y Autopista”, le ordenó quien lo contratara, asintiendo Ferrante con su cabeza, al tiempo que extendía su mano para un apretón que sería ignorado... Amén del desprecio, el optimismo característico del peruano cuando se le daban “las buenas”, superó el mal trago con un “No importa, lo mejor es que queda cerca de donde vivo”.
Aquella noche, bajo la autopista 25 de mayo a la altura de Villa Luro, lugar donde residía, Ferrante “jugaría al mozo” con algunas chapas, cartones, tarros de lata y botellas vacías, para no defraudar al día siguiente a las personas que habían depositado su confianza en él.
Ya había amanecido, y las horas no parecían pasar para Demian en el día de su debut gastronómico. Estaba eufórico; se había puesto sus coloridas ropas desde temprano y esperaba que se hicieran las 18 hs. para ir en tren hasta Ciudadela... “Son dos estaciones”, pensó, “Para qué sacar boleto”, se dijo, una pregunta que se hacía siempre, aún cuando no tuviera dinero para comprarlo.
Al llegar al lugar indicado, no vio ninguna empresa. En un gran terreno baldío solamente se erigía una inmensa carpa de circo. Sobre la entrada podía leerse: “Circo Dellorto Hermanos... Función a las 19 hs, todos los días”
Tímidamente, Demian se introdujo en la carpa. Estaba todo oscuro. Fue cuando gritó: “Hay alguien aquí”, recibiendo como respuesta un haz circular de luz que lo encandiló y un “Siii´´.... acá estamos Bocón!!”, estruendoso bullicio que partió desde las gradas, donde se encontraban sentados cientos de chicos.
Demian había sido confundido con un payaso. Otra vez, como cuando vistió las ropas de Australino aprovechando las circunstancias de su encierro en la bóveda del Banco Mayo (Ver entrada: ¿Quién se acuerda del payaso Australino?), Ferrante se convertía en un bufón, un personaje que le quedaba pintado, y al que accidentalmente o no recurría, habida cuenta de la confusión que originaba su colorida y ridícula vestimenta.
“Abrí la bocota... Bocón!!", se oía gritar a los gurruminos. “Abrila bien grande, así embocamos!”, agregaban eufóricos, como si ése fuera el número que estaban esperando.
Demian, desconcertado y no menos asustado, abrió su boca cuanto pudo y entre el haz de luz comenzó a ver como pequeños proyectiles se dirigían a él. Al principio, los esquivaba, creyendo que se trataban de elementos contundentes que podían ocasionarle un daño.
Pero, al dirigir su mirada al piso del escenario, se dio cuenta que se trataba de galletitas, maníes, chocolatines, caramelos y toda clase de golosinas. Fue en ese momento que comenzó a llorar de alegría, abrió su boca al extremo de fracturarse el maxilar, y como si hubiera trabajado toda la vida de hipopótamo en un zoológico, no dejó que ninguno de los proyectiles comestibles arrojados por los niños tocara el piso. Se los tragaba todos, uno a uno, así, como venían, con envoltorio y todo... “Me voy a saciar!!!”, repetía, casi ahogado por la ingesta.
Esa fue la única función de Demian en el circo de los Hermanos Dellorto. Todos sabemos que los chicos hacen algunas travesuras cuando alimentan al hipopótamo del zoológico... Cuando se terminan las galletitas y caramelos, todo vale: tornillos, tuercas, cartones, pelotitas de golf... Todo.
Demian fue internado por un tiempo en el Hospital Santojani, en Liniers... El Durand lo rechazó ni bien tomó cuenta que se trataba de él. Y por casi un mes logró alimentarse con buena comida, la que canjeó con los elementos que diariamente su cuerpo despedía de la manera en que la hacemos todos los mortales.
Ah!!... el empleo de mozo fue ocupado por otra persona, quien halló el sitio correcto. Un simpático jovencito llamado Martiniano Molina, que daba sus primeros pasos en el ambiente gastronómico.
6 comentarios:
Muy gracioso lo de este tío... Solamente pude leer algunas historia, pero os prometo regresar pronto. Mi voto, 10 puntos.
Ah!... olvidé mencionar mi apellido... Disculpas.
Gracias por tu elogio, nos alienta a seguir alimentando este pequeño monstruo literario que hemos creado.
AlexB - P. D'Orrys - DFK
Creo en Ferrante. Nada Más. El y yo, sabemos de que se trata. DFK
Desde el Panteon de San Vicente les quiero agradecer por estas entrañables historias de Demian
Brillante!!
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