21 noviembre, 2007

Pasión por las tablas - Última Parte

“No basta, barbita!!”, le gritó el gallego que atendía, “... No te sirvo más, te tomaste todo!!... ¿Y encima me decís que solamente tenés 2 pesos??”. Demian fue echado por la fuerza, y arrojado a la vereda. Lo que había nacido como una oportunidad, se estaba convirtiendo en una pesadilla....

“¿Y ahora qué hago?”, se lamentaba; estaba totalmente borracho, no podía hacer pie, y para peor, en la caída había perdido sus anteojos... “Soy un boludo, para qué tomé tanto!”, repetía una y otra vez, casi llorando...

Pero fue en ese momento, cuando todo hubiese estado perdido para muchos, que él, un sobreviviente de esa casta de gigantes que tanto escasea hoy en día, demostró de qué pasta están hechos los héroes.... “Estoy a menos de 100 metros del teatro!”, bramó, “... Quiero tener mi oportunidad... Puedo llegar, puedo llegar, carajo!”, agregó vehemente, y como pudo comenzó a dar sus primeros pasos en dirección al Margarita Xirgu.

Pero el alcohol y la falta de sus lentes le estaban jugando una mala pasada... Demian estaba casi ciego, no podía distinguir bien dónde se encontraba. Fue en ese instante que lo recordó... “La marquesina!!”, y se puso a mirar para arriba, en busca del cartel... Y creyó verlo.

“Es acá, lo encontré”, exclamó, y aprovechó para preguntar a quien estaba en la entrada:

- “Cabellero, disculpe, sé que parezco ebrio pero no lo estoy”, se adelantó a decir, “... Me manda Ernesto por lo de... ?". No le dejó terminar la frase.

- “Sí, barba, es acá, seguí hasta el fondo”, recibió por respuesta.

- “No saben si ya empezaron, señor”, agregó Demian...

- “Sí, hace rato que empezaron, hay un montón de gente… Faltás vos, nene!!”, le respondió.

Demian se quiso morir. Encima de llegar borracho y ciego, llegaba tarde. “Soy un desastre, la verdad, me merezco el destino que tengo!”, se recriminaba... Era la primera vez que reconocía ser el causante de todos sus males.

Como un loco, Demian avanzó por un estrecho pasillo a tientas... “Qué teatro más raro?”, pensó, pero no había más tiempo para detenerse a pensar... Había que “actuar”; y gracias a Dios que al menos recordaba su parlamento: “Mamá, perdoname!”, y la señal después de la cual debía entrar.

Se dio cuenta que estaba cerca del escenario porque el lugar se ponía cada vez más oscuro. Y ya se comenzaban a sentir las voces de los actores, por lo que dedujo debía estar tras bambalinas. Solo le faltaba encontrar la puerta por donde debía entrar a escena.

En aquel momento, al sentirse así, tan emocionado, se dio cuenta que lo suyo eran “las tablas”, definitivamente... Se lamentó haber perdido tanto tiempo con la literatura.

De pronto, así, al tanteo, manoteó un picaporte... “La puerta, por fin!”, murmuró, apretando los dientes. Y apoyó el oído para ver por donde iban. Pero el silencio era absoluto....
“¿Se habrán ido?... ¿Habrá terminado la obra?".. Las preguntas y los reproches se apoderaron de su cabeza, y se sintió morir... “... Me lo merezco, por pelotudo!”, bramó, y cuando decidía irse... "El milagro"...

“Vení, mamá, mamá!... No te vayas... Esperá, mamá, mamá!”...., escuchó del otro lado. La obra no había terminado, y era su momento, debía entrar él....

Como un demente, abrió la puerta, y se precipitó sobre el tablado
, de cuclillas, como indicaba el guión. Estaba oscuro, y sin sus lentes no veía nada.

Entonces sintió que alguien lo sujetaba por la nuca y le bajaba la cabeza con fuerza… Sus labios dieron contra algo tibio y húmedo… No supo bien qué era, pero estaba seguro que no era parte del libreto...

Más allá de no entender por dónde iba la obra, igualmente intentó pronunciar su bolo… No pudo. Le habían llenado la boca con algo, y esa cosa le impedía hablar…
Pero eso no era todo. Para peor, debía soportar que otro actor estuviera representando su papel. Y que lo hiciera muy mal: “Mamá, mamá, dale!... Mamá, dale, apurate!”, escuchaba el peruano… "¡El muy infeliz está diciendo mal la letra, que pelotudo!, reflexionaba Demian, pero no podía hacer nada. Estaba maniatado y con el comedor ocupado...

Como al rato, la presión sobre su nuca cesó, y todo pareció calmarse. El peruano se incorporó, y luego de unos minutos encontró la llave de luz…

Aún sin gafas, pudo comprobar que eso no era un teatro. “….Ah!!.. Por eso no escuché los aplausos…”, reflexionaría. Pero… ¿Qué había sucedido en realidad?... ¿Qué era ese lugar?... ¿Habría sido todo producto de su borrachera?

Como con todo en su vida, el Peruano Dorado no se hizo más preguntas…. Y grande fue su alegría cuando vio que alguien había olvidado $10 sobre la mesita de luz.
- “Al final, hoy es mi día de suerte”, exclamó.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pobre Peruano...Él, que estaba tan ilusionado con su bolo...Y yo que pensé que lo peor que le podía pasar era terminar en pedo...
Y sí...tenía razón Rubén Blades, en eso de..."La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios". Gracias a Dios se salvó de que lo agarrara Mabel..!

El Peruano Dorado dijo...

Y, sí, Georgie... El Peruano tiende a irse de boca muy a menudo. Para muchos se trata de una debilidad por el uso de la lengua, habida cuenta de su condición de literato excleso. Para otros tantos, una debilidad, nada más.
Pronto habrá más hsitorias. No nos abandones. Se vienen: El tren de los sueños, Todo por un amigo, FerranTV, El efecto mariposa, La Biblia Peruana es mía!, y no sé cuántos más que ya tenemos en el horno.

Paatricio

Anónimo dijo...

No sé si se salvo...