Historias olvidables, si las hay, ésta es una de ellas… La que da cuenta de los tiempos en que Ferrante trabajó como “jockey” en Norteamérica. En parte, una más de las tantas elecciones desacertadas del Peruano Dorado. Y aclaramos “en parte”, porque no todos fueron desaciertos…
No obstante vivir apremiado por las deudas -todo su capital, como de costumbre-, el apolíneo y atlético cuerpo de Ferrante Kramer solía abrirle puertas allí, donde a otros se les cerraban; aquel frío domingo de invierno, en las afueras de Kentucky, más precisamente en el hipódromo de Ellis Park, la figura esbelta y grácil de Demian fue percibida por uno de los magnates del turf estadounidense de los años 60: Lester E. Yeager.
El peruano, con menos de 30 años, pelo largo como se usaba por aquel entonces, y una sonrisa que cautivó al legendario pope del turf de inmediato, despertó en el empresario ese “don” tan característico en los hombres de negocios de “descubrir” nuevas estrellas, de desafiar con su instinto cualquier elucubración racional o científica, señalando con su varita mágica a quienes serán los famosos del mañana. Obviamente, Yeager se equivocó con Ferrante, al menos en parte. Y volvemos a reiterar, “en parte”, porque no se puede afirmar que Demian no haya tenido sus 15 minutos de gloria.
Al pasar, mientras Demian mendigaba en la entrada del hipódromo, Lester se percató de que tenía delante a alguien diferente. ¿Un elegido?... Era mucho para certificarlo con tan solo un vistazo, pero había algo en Demian que a Lester Yeager le indicaba “que con este tipo las carreras no van a volver a ser las mismas”.
Yeager tenía la sensación de ver en Ferrante Kramer a una “bisagra” en el turf. No sabía bien porqué, pero presentía que habría un “antes y un después” de Demian. Y eso lo motivó a enfrentarlo... Como príncipe y mendigo, el empresario se acercó al menesteroso Demian para intentar un diálogo…
Pero grande fue la sorpresa del americano, cuando a la pregunta: “Disculpe, señor, puedo robarle unos segundos”, se encontró con un Ferrante Kramer respondiéndole con profuso y pulcro lenguaje....
“Por supuesto, caballero, disponga usted del tiempo que apetezca... Tiempo es lo que le sobra a un mendicante como yo”.
¿Cómo era que un tipo tirado en la calle, con ropa sucia y maloliente podía articular términos tan pulidos?... ¿Quién era en verdad ese individuo bajo tan inadecuado ropaje ... Un impostor?
La curiosidad de Lester, sumada al hambre de Demian y hamburguesa al paso de por medio, dieron lugar a una larga charla que hizo que el yanqui se olvidara por largo rato de las carreras, de sus caballos y de ganar dinero. Quizás, porque veía en el Peruano Dorado una mina de oro.
No obstante vivir apremiado por las deudas -todo su capital, como de costumbre-, el apolíneo y atlético cuerpo de Ferrante Kramer solía abrirle puertas allí, donde a otros se les cerraban; aquel frío domingo de invierno, en las afueras de Kentucky, más precisamente en el hipódromo de Ellis Park, la figura esbelta y grácil de Demian fue percibida por uno de los magnates del turf estadounidense de los años 60: Lester E. Yeager.
El peruano, con menos de 30 años, pelo largo como se usaba por aquel entonces, y una sonrisa que cautivó al legendario pope del turf de inmediato, despertó en el empresario ese “don” tan característico en los hombres de negocios de “descubrir” nuevas estrellas, de desafiar con su instinto cualquier elucubración racional o científica, señalando con su varita mágica a quienes serán los famosos del mañana. Obviamente, Yeager se equivocó con Ferrante, al menos en parte. Y volvemos a reiterar, “en parte”, porque no se puede afirmar que Demian no haya tenido sus 15 minutos de gloria.
Al pasar, mientras Demian mendigaba en la entrada del hipódromo, Lester se percató de que tenía delante a alguien diferente. ¿Un elegido?... Era mucho para certificarlo con tan solo un vistazo, pero había algo en Demian que a Lester Yeager le indicaba “que con este tipo las carreras no van a volver a ser las mismas”.
Yeager tenía la sensación de ver en Ferrante Kramer a una “bisagra” en el turf. No sabía bien porqué, pero presentía que habría un “antes y un después” de Demian. Y eso lo motivó a enfrentarlo... Como príncipe y mendigo, el empresario se acercó al menesteroso Demian para intentar un diálogo…
Pero grande fue la sorpresa del americano, cuando a la pregunta: “Disculpe, señor, puedo robarle unos segundos”, se encontró con un Ferrante Kramer respondiéndole con profuso y pulcro lenguaje....
“Por supuesto, caballero, disponga usted del tiempo que apetezca... Tiempo es lo que le sobra a un mendicante como yo”.
¿Cómo era que un tipo tirado en la calle, con ropa sucia y maloliente podía articular términos tan pulidos?... ¿Quién era en verdad ese individuo bajo tan inadecuado ropaje ... Un impostor?
La curiosidad de Lester, sumada al hambre de Demian y hamburguesa al paso de por medio, dieron lugar a una larga charla que hizo que el yanqui se olvidara por largo rato de las carreras, de sus caballos y de ganar dinero. Quizás, porque veía en el Peruano Dorado una mina de oro.
- “Dime, sabes montar a caballo?”, fue la pregunta del millón que arrojó Lester promediando la charla
- “Algo... En mi Tumbes natal, soy peruano, no se lo dije, solía tener bastante contacto con animales... Eran mis amigos; aunque no guardo un buen recuerdo de ellos. Pero... No me va a resultar difícil...”
La seguridad con la que Ferrante respondió, convenció al americano que se hallaba ante la persona adecuada. Era simplemente cuestión de práctica, y aquel hombre de barba candado y lentes se convertiría en la nueva figura del turf. Y él, en su descubridor.
Demian comenzó las prácticas de inmediato, y mostró desde el arranque una pasta especial. Marcaba buenos tiempos. A pesar de su altura -el único inconveniente porque provoca inestabilidad al jockey- el peruano progresaba día a día ante la mirada entusiasmada de Lester...
Pero, no todas las miradas eran entusiastas. Algunos jockeys, hasta ese momento los preferidos del staff del americano, no miraban a Demian con simpatía. Por el contrario, lo odiaban. Y ese odio iba “in crescendo” en la medida que sus logros avanzaban.
Tim Laguria, Bob Bentram y Fred Sinclair, no soportaban que aquel individuo, un improvisado paracaidista que había llegado de la mano del “jefe”, les arrebatara el lugar así porque sí. Había que hacer algo. Y todo plan servía con tal de sacarse al enemigo de encima...
Continuará.....
Demian comenzó las prácticas de inmediato, y mostró desde el arranque una pasta especial. Marcaba buenos tiempos. A pesar de su altura -el único inconveniente porque provoca inestabilidad al jockey- el peruano progresaba día a día ante la mirada entusiasmada de Lester...
Pero, no todas las miradas eran entusiastas. Algunos jockeys, hasta ese momento los preferidos del staff del americano, no miraban a Demian con simpatía. Por el contrario, lo odiaban. Y ese odio iba “in crescendo” en la medida que sus logros avanzaban.
Tim Laguria, Bob Bentram y Fred Sinclair, no soportaban que aquel individuo, un improvisado paracaidista que había llegado de la mano del “jefe”, les arrebatara el lugar así porque sí. Había que hacer algo. Y todo plan servía con tal de sacarse al enemigo de encima...
Continuará.....
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3 comentarios:
hay algún oficio en el que no haya intentado suerte el intrépido(Decrépito?) peruano?...cada día lo quiero más...aguante peruano, viejo y peludo nomás!!! te espero en el disco...Besos.
Más que en el disco te diría que vayas al sanatorio más cercano... El final es quizás el más desgarrador de todos los vividos por el Peruano...
Patricio
Noo, no quiero pensar que el peruano termina mal. Anónimo Patrico, no seas crueeeeeel
Esta vez sin besos
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