26 junio, 2007

El Parque Temático Ferrante Kramer - Tercera y Última Parte

La alegría era constante. Todo estaba previsto pero el infortunio siempre está a la orden de día en todo aquello que tenga que ver con el Peruano Dorado...

Amaná Reyes Ulloa, esposa del Embajador de Perú en Argentina estaba probando la montaña rusa. Gritaba de placer (o de terror, nunca quedará claro), cuando de golpe el carrito que transportaba a la mujer del diplomático se desprendió del riel desacomodándose y volcándose violentamente hacia fuera, dejando a la mujer semicolgada al vacío.

En la soledad del parque, con solo cinco personas recorriéndolo, todos pensaron que los gritos de la mujer tenían que ver con el susto, propio de la adrenalina que le provocaba el juego, y no porque se encontraba agarrada del pasamanos del carro, a más o menos dieciséis metros del piso.

Después de quince minutos de gritos desenfrenados, los visitantes corrieron desesperados para tratar de auxiliarla. El embajador miró a Andrés y le dijo: "Si algo le pasa... olvídese del dinero para el financiamien..." no pudo terminar.

En ese instante la mujer cayó al vacío. Hubo un segundo de silencio que pareció eterno. Andrés se dio cuenta que ese hecho estaba sepultando doscientas millas bajo tierra el sueño del parque temático Ferrante Kramer.

La mujer fue a dar sobre otra atracción: Caminata Por Martelli, que no era más que una "caminata lunar". Un gran globo inflado con aire que amortiguó la caída de la mujer, provocándole únicamente algunas lesiones leves.

El Japonés García intentaba calmar al embajador, mientras pensaba porque no había sido su mujer la protagonista de este triste episodio. Andrés, mientras tanto, intentaba guardar la compostura; internamente se desangraba de furia.

El embajador peruano antes de retirarse lo miró con cierta soberbia y le dijo: “Andrés, lamento informarle que daré cuenta de este suceso al intendente de Tumbes y recomendaré que suspendan la transferencia para financiar este emprendimiento. Sin dudas será tirar la plata.”

El japonés García -para no ser menos- le espetó: “Querido...tenés una semana para desmantelar el parque y entregarnos el predio vacío tal como te lo dimos.”

Andrés se quedó apoyado en la puerta del parque, con un paquete de pochoclos en la mano casi desahuciado.

Al día siguiente, a Andrés le costo levantarse. Fundamentalmente porque sin el financiamiento proveniente de Perú y sin el apoyo del Japonés García, sería prácticamente imposible afrontar los compromisos financieros y comerciales que oportunamente había asumido para erigir esa obra.

No obstante, se levantó, y se puso su mejor traje de lino color manteca (le recordaba su pubertad junto a Demian en Tumbes. El excesivo calor de las playas tumbesinas en verano hacía insoportable cualquier tela sobre el cuerpo que no fuera lino).

Llegó al predio. Dieciséis obreros lo esperaban fuera, con cierto grado de preocupación. Una faja judicial inhibía el ingreso al parque. Dos patrulleros de la policía bonaerense se apostaban sobre la entrada lateral y cuatro integrantes del estudio de arquitectos, el responsable comercial de la empresa de grúas y dos repartidores de coca cola hacían subir la tensión de la escena.

“Señores...” -dijo Andrés con voz firme y seria- “… Este proyecto ha quedado trunco. No podremos continuar. Les pido disculpas y agradezco a todos vuestro esfuerzo personal y profesional para enaltecer la figura de Demian Ferrante Kra..." En ese instante, un botellazo de Fanta naranja se estrelló en su rostro. A partir de ese entonces, al grito de "Pagá la que debés peruco puto!!!" todo se desbarrancó.

Comenzaron a volar objetos contundentes de un lado y del otro buscando la figura del peruano. El traje de lino color manteca rápidamente se convirtió en rojizo por el efecto de la sangre que empezó a brotar de su cara.

Recibió una paliza estremecedora.

Los oficiales de la bonaerense que se habían mantenido extrañamente a un costado, se apiadaron de Andrés y cuando estaba agonizando separaron a la muchedumbre, rescatándolo y lo trasladaron en el baúl del Chevrolet Monza patrullero al Hospital Nº 1 de San Isidro.

Andrés quedó internado a causa de las múltiples contusiones que presentaba su cuerpo. Sedado y en estado semiconsciente le pareció reconocer algo. En algún momento de su internación, pudo sentir como que alguien se acercaba a él, le tomaba la mano, lo besaba en la frente y suavemente al oído le decía "Gracias".

Pensó que los calmantes lo habían hecho delirar por lo cual no hizo ningún comentario a los profesionales que lo asistían.

Cuando le dieron de alta, mientras empacaba sus cosas, una enfermera se le acercó. Veo que ya estas bien Andrés -le dijo sonriente- Si...contestó el peruano desanimado como si la vida se le hubiese caído encima.

- “Tengo algo para vos” -le dijo la mujer con aire intrigante-

- “No dijo Andrés, yo... no... Aunque no parezca soy homo..”, y de golpe se quedó petrificado.

La mujer sacó una carta de su delantal y le dijo con tono didáctico:

- “Tu primo estuvo todas las noches acá, velando porque vos estuvieras bien. Hace un par de noches me dejó esta carta y me dijo que te la diera únicamente cuando estuvieras listo para retirarte. Que costumbre rara la de los peruanos ¿no? ¿Porque no esperó para dártela personalmente?”-

A Andrés comenzaron a llenársele los ojos de lágrimas. No podía ser otro que él. No había sido una alucinación. Cuando leyó el contenido de la carta se saco la duda definitivamente.

“Siempre hay una segunda oportunidad.
El destino nos espera,
no lo hagamos esperar.
Porque si no te pones las pilas,
te la van a volver a dar”

Saludos cordiales,

Demian Ferrante Kramer

Andrés rompió en un sollozo emocionado y se fue por el pasillo del hospital hacia Avenida Libertador. Nunca más se supo de él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que grata sorpresa, alguien pude describir los hechos tal como sucedieron. Yo fui el que le tiro la fanta naranja al peruano estafador, ahora trabajo de domador de picaflores en el Circo DFK.
El Cirujano