13 enero, 2008

El extraño caso de Abel Moreau - Parte 3

“Clínica Veterinaria y Científica Dr. Abel Moreau”, rezaba el cartel ubicado en la fachada de una lujosa casa del centro limeño. Demian sonrió. Se sintió más seguro, había llegado. Sin embargo, el mal aspecto de Fami, hizo que apresurara su paso y casi ingresara si pedir permiso…

- “Quiero ver al Dr. Moreau, mi perra se está muriendo!”, bramó Demian; su ojos estaban desorbitados, y jadeaba por el cansancio, o quizás para no ser menos que su perra.

- “Lo siento, el Dr. Está en la isl…. Está ocupado, atendiendo en otro consultorio; debería venir dentro de unas horas, si no…”… La secretaria, se deshacía en explicaciones, pero Demian no las escuchaba, estaba fuera de sí…

- “Mire, escúcheme, quiero que el doctor atienda a mi perra ya!!... Caso contrario esto se va a saber, y acá va a arder Troya… Usted no sabe quién soy yo ni quién es mi padre!...”, amenazó el pequeño Demian, en un intento vano de obtener alguna ventaja, aunque en el fondo se sabía perdido…

No obstante, algo sucedió… La expresión de la secretaria cambió de súbito. Aquella Clínica ocultaba algo, y el peruano había dado en el clavo por pura casualidad…

- “No, niño, espera!... Siempre hay una solución ante un caso de vida o muerte, no te exaltes ni llames a nadie!”, intentó calmarlo mientras levantaba el tubo del teléfono… Demian vio que la balanza se estaba inclinando a su favor, y esa era bueno.

- “Doctor” -se escuchó decir a la recepcionista- “… Sí, ya sé que me ordenó no molestarlo, pero aquí hay un niño “desesperado”, con su perra enferma, que creo que usted debe ver… Más allá de lo que piense en este momento, creo que va a estar de acuerdo con que vayan hacia allí”, sentenció.

Demian se sintió un triunfador; ni Dionisio hubiera estado tan bien en una situación así; estaba orgulloso, se sentía “UN HOMBRE”, con mayúsculas!...

La asistente del doctor indicó a Demian que tomara a su perra y lo acompañó hasta la puerta trasera de la clínica. La misma lindaba con un canal interno que desembocaba en el Río Rimac.

Grande fue la sorpresa del peruano cuando vio que a los pocos metros se encontraba amarrada una extraña embarcación; había visto una igual en una revista… “Cómo era que se llamaban estas cosas… Canoas, kayak??… Como era que se llamaban?”, se preguntó para sí en medio de su asombro. Subió sin decir palabra.

El conductor arrancó raudamente… “El Doctor los está esperando”, fue todo lo que dijo. No se escuchaba otra cosa que el sonido del agua golpeteando sobre el bote.

“Qué tipo raro”, reflexionó Demian… Aunque más que su laconismo, lo que llamaba la atención del peruano era el color del pelo del guíaParecía no pertenecerle, era totalmente blanco, cuando su piel todo lo contrario: negra por donde se la mirara… Y no pudo contenerse.

- “Disculpe, señor, pero estaba observándolo y me llamó la atención el color de su cabello… Es absolutamente blanco y no tiene nada que ver con el resto de su cuerpo… Es algo que viene de familia?”

El conductor de la nave lo miró con desdén, y con una sonrisa obligada en los labios le respondió: “Sí, de familia, como todos los que somos de allí”.

Demian agradeció la respuesta con un gesto, pero prefirió cerrar la boca el resto del viaje. El morocho de pelo blanco parecía no tener ganas de hablar con nadie, y menos responder preguntas tan indiscretas.

Mientras se arrepentía de su falta de tino, a lo lejos Demian avizoró lo que parecía la costa. Pero… ¿Se había desorientado?... ¿Habían salido hacía una hora y regresaban al mismo lugar del que habían partido…?. No entendía nada, y decidió preguntar…

- “Disculpe nuevamente, señor… Pero, estamos volviendo a Lima?... No era que íbamos a llevar a sanar a mi perra Fami?”, replicó el peruano, algo molesto…

- “Sí, muchacho, vamos a tratar a tu perra… Pero no es Lima, es la costa de la isla…”

- “Ah… Es una isla donde vamos?”, exclamó interrogativamente Demian.

- “Sí, la isla del Dr. Moreau”, le devolvió el negro, acariciando la cabeza del pequeño Coloso con ternura.

Demian se sintió más tranquilo. Su anfitrión de viaje se mostraba más amable. Fue en ese momento que se percató de lo que le había dicho segundos antes: “Sí, la Isla del Dr. Moreau”…. Y comenzó a temblar.

Continuará…

3 comentarios:

Georgie dijo...

A la pipetita!

Me imagino la carita del niño Demian cuando escuchó la terrible frase..."la isla del Dr. Moreau"...

Espero ansioso el desenlace de la historia. Vaya uno a saber qué desventura le espera a Demian para sobrecogerle tanto...

Saludos!

El Peruano Dorado dijo...

Georgie, creo que no hace falta que te explique los peligros que encierra la manipulación genética. Ni los peligros de la manipulación día y noche, cuando alguien está encerrado de niño como Demian.
La manipulación excesiva no es buena. Una lástima que el Peruano Dorado no haya aprendido la lección. Seguí la historia, faltan 2 episodios...

Patricio

©Claudia Isabel dijo...

La historia se está poniendo muy buena, guauuu