Nadie, seguramente nadie.
Su fama fue efímera, apenas duró unos meses, hasta que fue eclipsado por “Estampita” y su clásica muletilla “Cepillame los cantos!”, otro payaso al que tampoco nadie recuerda.
El payaso Australino fue el emergente de un hecho policial, considerado como de los más emblemáticos y curiosos de los que se tenga registro, y de “Inesperadas consecuencias”, como lo caratulara un matutino de la época. Un acontecimiento que tuvo como protagonista a un accidental cliente que se encontraba aquella tarde en la sucursal Núñez del desaparecido Banco Mayo. Un extranjero que, como todos los días, canjeaba las monedas que recolectaba en la puerta de la Iglesia de Nuestra Señora de Luján. Ni más ni menos que Demian Ferrante Kramer.
La crónica policial de aquel entonces da cuenta de la heroica participación de Ferrante Kramer, quien desarmó a uno de los delincuentes y frustró el asalto encerrándose en el tesoro para proteger el dinero.
Corrían los días finales de 1990 y lo que no se podía prever, sucedió. La hiperinflación del gobierno de Memem, y el plan de Erman González, llevaron a la Argentina a un extenso feriado bancario que se prolongó por más de una semana. Período durante el cual la bóveda donde se encontraba Demian cautivo permaneció cerrada y sin contacto con el exterior.
Mucha tinta podría utilizarse para comentar los pormenores de aquella historia, pero lo que verdaderamente vale de ella puede resumirse en la odisea de un hombre solo y su supervivencia, sin agua ni otra cosa para alimentarse que un montón de australes. O lo que destacaron tanto la prensa como las autoridades del Banco Central: “La conducta sin par de un extranjero que honró su nacionalidad comprometiendo su propia vida para defender el patrimonio de una nación”.
Ferrante Kramer se alimentó con billetes usados por casi siete días. Y tuvo la fortuna de que fueran usados, porque sobrevivió gracias a las proteínas humanas, minerales y gérmenes que el propio “manoseo” confieren a la moneda en tránsito.. “Caso contrario, habría muerto por la ingesta y envenenado por la tinta”, afirmaría el galeno que atendió a Demian en el Durand.
De todas formas, inútil sería su esfuerzo, ya que a su salida, la moneda protegida, “Millones de australes”, habría de perder valor. Domingo Cavallo había implementado la famosa “convertibilidad”, y el “uno a uno” era la nueva consigna.
Y se hablaría mucho del “uno a uno” por aquellos días; y no por la convertibilidad, sino por la forma en que Ferrante expulsó los billetes ingeridos: “Uno a uno” fueron saliendo de sus intestinos. Y lo extraño del asunto, enteros, sin daño, lo que le valió su inclusión en el Libro Guiness de los Records como el “Hombre que cagó más billetes en perfectas condiciones”, galardón que aún hoy conserva, y que anteriormente ostentaba el pianista Liberace con apenas unas monedas de cuarto de dólar.
El tema dio hasta para un frustrado documental a cargo del director de cine Raúl de la Torre, quien propuso a Ferrante filmar la historia bajo el título de “La máscara de papel”, en alusión a la mierda más valiosa jamás cagada.
Hechos y promesas, lo cierto fue que aquel escatológico asunto duró paradójicamente “lo que un pedo en una canasta”, y Ferrante quedó otra vez en la lona, alejado de la notoriedad y las cámaras. Sin embargo, uno de sus amigos – que no quiso darse a conocer por vergüenza -, le sugirió capitalizar aquella pequeña gloria con un personaje: “Australino”, un simpático payaso que semejaba a un billete de la vieja moneda.
El Banco Central tomó conocimiento de la iniciativa artística del peruano, y en agradecimiento al que fuera protagonista de aquella gesta heroica en el Banco Mayo, entregó los sobrantes de la vieja moneda – australes – para que los utilizara como merchandising en sus funciones. Por casi un mes, antes de que el circo se incendiara y se levantara el espectáculo, Ferrante deleitó a cientos de niños revoleando australes al grito de “Llegó Australino con muchos billetinos”.
“Era hora que Ferrante honrara su vida con un personaje acorde a lo que fue siempre en realidad: un payaso”, afirmarían sus detractores desde Perú, aunque para sus seguidores tales afirmaciones fueran solamente “..Reacciones propias de la envidia, dado que Ferrante se convirtió en héroe en Argentina y no en su país natal ”.
Lo que siguió a la historia, opacó un tanto la proeza valiente de Ferrante en aquel Banco.
Fundido, sin trabajo y eclipsado por el Payaso Estampita, que con recursos promiscuos (1) había captado la atención de grandes y chicos, Ferrante fue detenido en Encarnación, Paraguay, intentando cambiarle a un menor de edad algunos australes que le habían quedado de su vieja época.
Y aunque Demian intentó zafar de las autoridades policiales aduciendo que se trataba de un error, igualmente fue detenido, confundido con Estampita sobre quien por aquel entonces pesaba una orden de captura a raíz de una causa por abuso sexual en Argentina.
Ferrante fue recluido por varios meses en una prisión de Casos Especiales junto a un centenar de proxenetas a los que siguió deleitando con su mágica rutina de payaso, aunque con algunos cambios. Apenas vestido con un billete de 1 austral que ocultaba sus zonas pudendas, se aparecía en el patio de la prisión a la voz de: “Llegó Australino... El libertino!! (2)”.
(1). Movía su trasero con gracia, insinuaba y provocaba.
(2). Algunos reclusos entrevistados afirman que Ferrante había robado parte del slogan de Estampita y que realmente decía: “Llegó Australino, el libertino... Y cepíllenme los cantos!”
1 comentario:
Yo lo vi de chico con Carlitos Balá. Eran muy parecidos. Ferrante era medio bala también.
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