La recuperación del equino fue llamativamente rápida. De pronto, comenzó a zapatear, saltar y relinchar como loco. La razón: aquel polvo blanco... Mientras más lo olía, más parecía enfurecerse. Como si le hirviera la sangre...
¿Podía producir la sal semejante efecto?... ¿De dónde había sacado la fortuna Don Eusebio?.... ¿Era verdad que estaba viejo para seguir con las entregas, que venía destruido de cada viaje?... ¿O en realidad no quería exponerse más, y había encontrado al idiota perfecto para continuar con la tarea: Demian?...
Estaba todo más que claro….”El negocio del viejo Espósito no era la venta de sal...”

Pero la cosa no terminaría allí. De pronto, el animal se acercó al
Peruano Dorado. Demian, casi inconsciente, apenas alcanzó a divisar esa enorme sombra que se abalanzaba sobre él… Tenía la vista borrosa, turbada, mas pudo ver que se trataba del equino al que hasta hacía momentos había castigado despiadadamente….
Con un último aliento, alcanzó a decirle:
“¿Me ayudas?.... ¿Me ayudás, burrito?....
El animal lo miró con desdén, como si desconfiara del Titán peruano.
Aún conservaba en su rostro la expresión de dolor por los azotes recibidos durante la alocada cabalgata; parecía resentido y había algo en su mirada rayano con lo diabólico…

Sin embargo, de pronto pareció reaccionar positivamente al pedido de socorro de Ferrante…
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“Uhh!... Gracias, burrito… Eso, eso, dame la patita, dame la patita!”, sollozó Demian, tan emocionado como dolorido, y se prendió de esa extremidad que casi no alcanzaba a ver, con todas sus fuerzas.
Probó incorporarse varias veces, pero fue inútil…
Tiraba y tiraba del miembro ofrecido por el equino cual soga.... Pero así como parecía que iba a poder incorporarse, así se caía. El pelaje del animal estaba sudado, grasoso, y su mano no podía asirse firmemente.
Finalmente, sus fuerzas flaquearon y soltó al animal.

Fue en ese instante en que se vio rendido, cuando sintió que
“algo”, que no alcanzó a comprender en ese momento qué era, lo enganchaba y lo alzaba por debajo.
Estaba como en el aire, suspendido… “Parece una pala” -pensó-, pero no especuló más…. De pronto sintió una fuerte punción en el coxis que recorrió velozmente su columna vertebral, y se desvaneció.
Como a las horas, Espósito vio a lo lejos que su burro regresaba a casa. Al galope... Casi desenfrenado. Tenía los ojos inyectados en sangre. Y no venía solo.
Debajo del pecho del animal había algo “enganchado” que no alcanzaba a divisar, aunque si a imaginar. Ya le había sucedido con otros que supieron trabajar para él y quisieron traicionarlo...
Más de cerca, confirmó que eso que se balanceaba por debajo del vientre del cuadrúpedo era el Peruano Dorado. Venía sin chiripá, pálido de semblante, y parecía estar sufriendo un dolor inconmensurable. Por un momento deseó que fuera el arnés que se le había dado vuelta. Pero pronto ratificó su presunción inicial… Demian le había fallado.

El peruano siquiera podía hablar. Estaba morado, e intentaba sin éxito desprenderse del animal que relinchaba alocadamente y no quería soltarlo... Al ver la escena,
Don Eusebio no pudo más y se echó a reír como un loco:
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“¿Así que me quisiste cagar, peruanito?… ¿Te quisiste llevar la merca?”, le susurró al oído....
A pesar de todo,
Don Eusebio mostró piedad… Después de un rato de verlo sufrir encajado como estaba,
ayudó a Ferrante a liberarse de esos 60 centímetros de carne que lo tenían acorralado. Algo parecido a lo ocurrido poco tiempo atrás, cuando lo rescatara en el desierto, aunque de aquello Demian no registrara recuerdo alguno.
Cuentan que a partir de ese día,
Ferrante Kramer abandonó la
ACCION DURA -
“Ya tuve bastante en la Salina de Caucharí”, solía decir, y comenzó a escribir los primeros párrafos de su
Biblia Peruana.FIN