
La Fundación parecía una cripta. El silencio era sepulcral, y el frío les estaba carcomiendo los huesos a todos en aquella tarde de invierno. El único que no estaba era Sosa, quien había salido a buscar más yerba y galletas a su almacén…
En eso, se escuchó:
“Abran, soy yo, Sosa!”, y Ferreyra se dirigió hacia la puerta…
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“Muchachos, lo vi!”, gritó, desesperado. Sosa solamente conocía al
Peruano Dorado por fotos. Su vinculación con la Fundación era reciente; sería su primera vez frente al
Coloso de Tumbes, lo que justificaba su emoción..
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“Dónde estaba, dónde lo viste?”, interrumpió Liberatti, encaminándose a la salida, con una clara intención de interceptarlo y adelantársele al grupo, gesto que Ferreyra notó de inmediato…
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“Y vos, dónde vas?” -exclamó, mirando a Walter-…
“Vos te quedás acá, con nosotros, no quieras aventajarnos!”, casi le gritó al viejo Liberatti, quien retrocedía y se volvía sobre su sillón.
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“Dónde fue que lo viste, Sosa?”, repreguntó Artemio.
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“Salía de la farmacia y perfumería que está a una cuadras de aquí, traía una bolsita en la mano… Debe haber comprado los remedios…”, explicó, mirando al grupo con una cara de pobrecito que daba lástima…
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“Entonces está al caer, no va a tardar demasiado en..”, la frase de Ferreyra fue interrumpida por el timbre de entrada….
“Es él -dijo- voy a abrirle”, y todos se lo quedaron mirando mientras se dirigía a la puerta…
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“Maestro!”, se escuchó…
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“Qué tal Ferrari!”, respondió el peruano,
provocando risas contenidas que alcanzó a escuchar desde donde se encontraba… 
Ferrante había confundido el apellido de Artemio, el presidente de la Fundación… Sin querer, o quizás con la intención de fijar de entrada que “no hay amigos” cuando de aclarar cuentas se trata, el peruano había dejado en una posición ridícula a Ferreyra ante sus colegas…
- “Ferreyra, maestro, Ferreyra… No, Ferrari!”, retrucó tratando de disimular su enfado; en el fondo, y aún queriéndolo como lo quería, lo habría matado en aquel momento. Demian lo miró extrañado, y no se excusó. Siguió caminando hacia el salón principal…
- “Hola, muchachos!” -se despachó el peruano- “Qué sorpresa, no?”, agregó, generando una intriga pocas veces vista en una reunión de la entidad…
- “Todos se preguntarán a qué he venido, no?... No se lo esperaban, que cayera así, de golpe… Pero hay veces que las cosas se dan así, sin aviso previo”… “… Cuando todo se acumula y no da para más, cuando los problemas se acrecientan, los rumores circulan, y lo miran a uno por la calle, señalándolo, como si fuese un pelotudo!”, las palabras de Ferrante sonaron durísimas; las caras de los presentes evidenciaban verdadero terror….
- "¿Se imaginan lo que traigo en esta bolsita, no?... Al llegar a mi edad, uno encuentra placebos para combatir los años. Parezco el mismo, es cierto, nadie me da más de 40… Pero esta bolsita indica que no hay magia, que se necesita ayuda… "
Nadie movía un músculo, ni emitía sonido… Sabían que se venía la noche, y no porque estuviera ya oscureciendo….
- “Y pensé… ¿En quiénes puedo confiar que no sean mis muchachos de la Fundación para tratar este asunto?... ¿Me habré equivocado al elegirlos?... ¿Serán tan fieles y leales como me aseguran?..."
En eso, se escuchó el sonido de un pedo… Claramente había sido un pedo. La baranda venía del lado de Liberatti, el viejo estaba tan asustado que se estaba cagando… Era el que más tenía para explicar… Sin embargo, nadie hizo notar la gafe acuogaseosa, todos se hicieron los otarios; y no fue por condescendencia para con un par, sino porque todos sabían que pronto los próximos serían ellos…
Continuará…