Luego de una ausencia de más de 1 año sin escribir siquiera su número de teléfono en un baño público, regresó al ruedo AlexB, coeditor de EL PERUANO DORADO.
El título con el que nos sorprende y emociona esta vez -dividido en tres partes-, se intitula EL REGRESO, caprichoso o azaroso título -según como se lo quiera ver-, aunque es obvia una alusión -al menos, subjetiva- a la búsqueda de redención pública por el abandono literario al que nos sometió todo este tiempo.
Patricio D'Orrys, quien suscribe esta introducción, se cargó sobre los hombros la responsabilidad -y el goce, por cierto-, de seguir adelante con las historias de Demian. Espera él, haber estado a la altura de las circunstancias, y anhela que nunca más vuelva a registrarse en la historia del Blog una pérdida -aunque transitoria-, de la delicada pluma del querido Alex.
Los dejo con EL REGRESO, primera parte....
PD
El regreso - Parte 1
La lluvia golpeaba copiosamente sobre el techo de chapas de la galería del patio. Desde la cama, Walter Liberatti -ya despierto desde temprano- disfrutaba ese momento. Sus días eran largos, la soledad lo acompañaba lastimándolo, y su cuerpo comenzaba a traicionarlo.
El exceso de ácido úrico le hinchaba cada vez más las articulaciones. Le dolían los pies, lo cual le impedía caminar libremente. En el último año, su movilidad se había reducido mucho a su gusto, por lo cual, había empezado un confinamiento auto impuesto dentro de su casa en Villa Martelli, y ya casi no salía.
El gordo Dobetti lo visitaba regularmente, aunque ya no formaba pareja con su hija Isabel, su viejo compañero de andanzas lo respetaba y apreciaba, y cada tanto compartían un mate y una factura de la panadería 9 de julio de Balbín y Manzanares en Saavedra.
Dentro de ese panorama gris, Walter disfrutaba de ese instante. En su cama arropado, afuera lluvia, cielo plomizo y frio, y el sin prisa por empezar la jornada.
- "Así no molesto a nadie"- pensaba para sí. y nadie me molesta, agregó con un hilo de voz y una pequeña sonrisa en su rostro.
De golpe, el teléfono sonó en el comedor y violentamente lo sacó de su letargo. Mientras intentaba levantarse maldijo a su hija, preguntándose porque lo llamaba al teléfono fijo y no a ese celular que ella misma le había comprado -y el se empecinaba en no aprender a manejar- que tenía en la mesa de luz, precisamente y a pedido de Isabel, para que no se levantara cuando ella lo llamaba.
Sintió una puntada en los empeines y rodillas, y el temblequeo de sus piernas, sumado al frio infernal que hacía en el pasillo lo hicieron tiritar. El teléfono seguía sonando. Eran las 8.06 hs. Demasiado temprano para una llamada social de su hija. ¿y si había pasado alguna desgracia? intentó apurar el paso y cuando llego al teléfono, el mismo dejó de sonar.
Se quedó un rato frente al teléfono, esperando que volvieran a llamar. Se intranquilizó. el dolor en sus piernas lo obligaron a volver a la cama. cuando estaba rumbeando nuevamente para el cuarto, el teléfono volvió a sonar...
Se tiró sobre la repisa y tomó el tubo hasta con euforia. "Hola!!!" dijo esperando una respuesta tranquilizadora...
- "Señor Walter Liberatti?" -la voz desconocida provocó el efecto contrario.
- "Si..." dijo con voz temblorosa...
- "Soy Helmutt Winderlanger, responsable de arqueología de la universidad de Berlín..."
Liberati quedó helado. Hacia más de cuatro años, después de haber decidido formalmente poner punto final a su vínculo con la Fundación Ferrante Kramer, abandonar su puesto de presidente y evitar cualquier vínculo con el peruano dorado, que no se sentía así.
Hasta ahora lo había logrado en el próximo septiembre iban a cumplirse 5 años que no sentía hablar del Atila de Tumbes y a ciencia cierta, su vida se había vuelta menos agitada. Sus chamuscadas piernas una vez más sintieron ese hilo de frio desde las nalgas hasta las rodillas y con un dejo de miedo, tragó saliva y dijo:
- "Sí.. Usted dirá en que puedo ayudarlo"
Continuará...