
En 5 días y 4 noches, y guiados por un grupo de expertos, harían la travesía desde Uspallata hasta el Valle de Los Patos, el límite internacional con Chile. Allí serían recibidos por un grupo de baqueanos chilenos que les proveerían de nuevos equinos para seguir la travesía en tierra trasandina hacia La Lagunita.
Pero el plan de Artemio -quizás alucinado por la gesta del Libertador San Martín- a esa altura mostraba ribetes descabellados.
- “Una vez allí, no vamos a entregar los caballos a nadie, seguiremos con los mismos animales hasta Valparaíso. Nos desviaremos unos kilómetros antes de la frontera... No vamos a entrar legalmente a Chile, lo nuestro va a ser un operativo comando secreto. Nadie va a saber de nosotros!”

Como a los 5 kilómetros del límite con Chile, Artemio daría la señal convenida. En ese momento, todos se desprenderían del guía argentino, y seguirían viajes solos hacia un camino secundario que, según Ferreyra, estaba “... Poco vigilado, no pasa nadie por allí”...
Estaba anocheciendo, cuando los diez valerosos jinetes se separaron del instructor del tour. Había llegado la hora de la verdad…. Al galope, y riéndose como chicos traviesos, el grupo seguía a su líder, Ferreyra, cual si fuera el Libertador, Don José de San Martín. No hay registros de aquella jornada; pero si alguien hubiera podido sacarles una foto, no dudaría en afirmar que sus caras tenían dibujada la sonrisa del triunfo.
Casi en la oscuridad, se los vio alejándose en dirección incierta hacia Chile. Eran un solo cuerpo, y una sola voz: “Por Ferrante Kramer, carajo!”.

La directora de la entidad scout, Esther Guevara Valdez los atendió con una dedicación digna de elogio: “Quién no haría algo por un semejante, no?”, afirmaría a la prensa.
No obstante la atención recibida, todos querían marcharse del lugar... Casualidad o no, el nombre de la anfitriona del lugar llevaba uno de los apellidos de “Jara Valdez”, el enemigo de Liberatti por el que habían ido a librar batalla, y de “Guevara”, el del muchachito que hacía unos días se había asociado a la Fundación...
El clamor de Ferreyra y compañía fue escuchado, y todos fueron embarcados en un micro de la compañía, a la sazón, también llamada “Jara Valdez Transportes”...
- “Pero todo se llama Jara en este lugar!!!”, se escuchó vociferar a Artemio antes de salir. Casualidad o no, a bordo del micro, una hermosa azafata, identificada mediante un pin plástico como “Analía Rilo Valdez”, convidaba al grupo con café y unos exquisitos alfajores “Marsopla”... “Hecho por manos chilenas, como en tu casa”, rezaba un slogan impreso en la caja.
De más está decir que nadie probó bocado ni tomó nada durante todo el viaje…

Pero a su regreso a Villa Martelli, las cosas no serían iguales.
- “Tomamos el mando de la Fundación porque los dábamos por muertos!”, sentenció Rilo Guevara, elegido presidente, por aplicación de lo establecido en una cláusula de “acefalía” que nadie conocía que existiera en el estatuto.
No solo la gesta reivindicatoria de Demian en el exterior había fracasado. También habían perdido el fortín de Martelli hasta las siguientes elecciones de autoridades, y en buena ley.
Solo había una forma de recuperar el terreno perdido… Y como siempre, nadie tenía ni la más puta idea de cómo hacerlo.
FIN
1 comentario:
Hermosa historia de fracasos,como todas las del peruano. Sigan siempre así, los quiero. Laura
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