
- “Lo escuché por casualidad de boca de Don Horacio, el dueño de la pensión donde vive Demian. Le contaba a alguien que no conozco, que estaba en camino hacia acá para “aclarar un asunto con nosotros”; no alcancé a escuchar bien qué cosa era… Que hacía tiempo que tenía en la cabeza ese tema, y que no lo quería postergar más… Ah!!... Y que estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias”.
Nadie sabía bien si la noticia era verdadera o solo un rumor del viejo Horacio. Pero el solo hecho de que el Peruano Dorado hubiera decidido ir a la Fundación para comunicarles algo -cosa que no acostumbraba hacer casi nunca- indicaba que se trataba de algo serio. Eso puso incómodos a todos los que conformaban la institución de Vila Martelli, y no era para menos...
Hacía años, Liberatti y compañía vivían de las dádivas de la gente, cuando no de engañifas rayanas con la estafa y la inmoralidad. Y aunque era poco lo que conseguían, la actividad que desarrollaban -ninguna en los hechos- les permitía no obstante mantenerse al margen del “trabajo” y ostentar una falsa imagen de “hombres cultos” en la zona.
Allí estaban ellos, aquella tarde, esperando que alguien abriera el juego y pusiera el tema sobre la mesa. Finalmente, ese alguien se animó...
- “Che, qué será lo que quiere el maestro?”, inquirió al grupo Dobetti.
El gordinflón estaba aterrado. Se le veía en la cara, estaba blanco. Por su mente daba vueltas la posibilidad de que Ferrante se destapara con alguna “intimidad del grupo”, y Dobetti no quería que lo asociaran con su fallecido hermano, Elvio. Pasaron unos segundos; y nadie le había contestado la pregunta, cuando se descolgó con aquello...
- “Y ojo que a mí me gustan las mujeres, entendieron!... ¿O les cabe alguna duda?”, gritó de golpe, clavándole los ojos a Liberatti y Ferreyra... Nadie entendía nada...
- “Qué decís, salame?... ¿Quién te dijo algo a vos, qué te pasa?”, recriminaron a dúo, en tanto Dobetti se disculpaba...
- “Estee... No, no me den bola. Me colgué... Estaba pensando en cualquier cosa”, se excusó, aunque, en el fondo, ya todos se habían dado cuenta que Sandro no había podido superar el pasado gay de su extinto hermano.
- “Les decía ...” -prosiguió Dobetti- “... ¿Con qué se destapará Demian, no?.... ¿No les pica un poco el asunto?... ¿No creen que pueda ponernos en peligro?... ¿O ponerse en peligro él, que es lo más importante?”, profirió ante los presentes, aunque nadie se tragaba eso de su preocupación por el Peruano Dorado... Todos sabían que eran simples palabras de compromiso; sus “culos” eran los que estarían en peligro si es que Demian sabía algo de lo que allí sucedía, y eso era lo único que les preocupaba.
- “Bueno, de mí, si a algo malo te referís, no va a poder decir nada”, aseguró Liberatti, como atajándose. Sobre él se cernían serias acusaciones de malversación de fondos durante su presidencia, impulsadas por Walter Ferreyra, el actual líder de la Fundación.

- “¡Qué decís, Linterna Verde!.. ¿Pero, quién sos vos?... ¿El paladín de la Justicia?” -lanzó Liberatti, con los reflejos de una mosca- ... “Quién te creés que sos para acusarme de nada, eh?”.
Si bien el ex presidente de la señera organización sabía que su defensa era “pour le gallery”, no le gustaba quedar en mala posición, aún cuando todos sabían que era un corrupto.
- “Bueno, párenla!... Lo último!!!... Qué ahora se vayan a las manos, dos viejos chotos!!... ¿Qué quieren, ir juntos al hospital?”, dijo Sosa, un socio reciente, atraído por las rondas de mate que armaba Liberatti por las tardes. Sosa tenía un almacén, y traía la yerba... ¡Nada se hacía por nada en la Fundación Ferrante Kramer.... Nada!!
Continuará....
- “Bueno, párenla!... Lo último!!!... Qué ahora se vayan a las manos, dos viejos chotos!!... ¿Qué quieren, ir juntos al hospital?”, dijo Sosa, un socio reciente, atraído por las rondas de mate que armaba Liberatti por las tardes. Sosa tenía un almacén, y traía la yerba... ¡Nada se hacía por nada en la Fundación Ferrante Kramer.... Nada!!
Continuará....