
Su presencia causó sorpresa, no obstante estar acostumbrados a la presencia de locos, pordioseros, delirantes con proyectos faraónicos o simplemente mangueros.
Pero lo que verdaderamente llamó la atención de los allí reunidos aquella tarde, fue la edad del convidado de piedra… No llegaba a los 40; los miembros de la entidad casi lo doblaban en años… ¿Qué hacía en aquel lugar un tipo tan joven?.
La respuesta llegó rápidamente…
- “Éste es un taller literario, o algo así, no?”, fue lo primero que dijo…
Liberatti, que se encontraba sentado en su escritorio con la mirada sobre unos papeles, levantó la vista….
- “Ejem… sí, algo parecido. Somos una Fundación creada para difundir la obra y trayectoria del más grande escritor latinoamericano de todos los tiempos, Demian Ferrante Kramer… Nada más ni nada menos que eso…”, sentenció, y se volvió hacia sus papeles, ignorándolo…
- “Ah, yo pensé que era un taller, donde por el pago de una cuota le enseñan a uno a pulir su escritura, estructurar las ideas, expresarse mejor….”, balbuceó decepcionado, acallando su voz en la medida que avanzaba en su alegato…
Sin embargo, algo de lo dicho por el muchacho impactó al viejo Walter… La palabra “cuota”. Cuota significaba dinero, y para las alicaídas arcas de la Fundación, hasta 5 pesos representaban una fortuna…
- “Eesteee, sí caballero…” -dijo Liberatti, veloz como una Pentium 4- “Como le estaba diciendo, somos una Fundación, pero muy abierta a las iniciativas artísticas de la comunidad!!. Creo que podríamos darle clases, y orientarlo un poco en el vasto campo de la literatura a través de la obra de Ferrante Kramer… Obviamente, pago de una módica cuota, mediante… “, agregó.
- “Y de cuánto se trataría esa cuota, se puede saber?”, inquirió con suma humildad…
Liberatti, hizo como que consultaba una carpeta que sacó de un cajón de su escritorio, y a viva voz preguntó a Losasso, uno de los 5 socios presentes en ese momento…
- “Decime, Losasso, la mensualidad sigue en 100 pesos?”… Losasso contestó con un tímido “Sí”, sin saber muy bien de qué le estaba hablando Walter….
- “Guauuu!”, exclamó el joven; todos se miraron… “…Trato hecho!... Pensé que se me iban a despachar con una cifra impagable!... Qué increíble, solamente 100 pesos, un regalo!... Estoy en la Fundación Ferrante Kramer, y voy a poder perfeccionarme... Estoy emocionado!”, no dejaba de repetir evidentemente exaltado por la admisión.
- “Bueno, bueno, joven!...Vayamos a los papeles, entonces!”, dijo en tono festivo Liberatti, intentando sacar provecho de ese aborto cuanto antes… “Apellido y Nombre?”, consultó, birome en mano…
- “Sebastián…. Sebastián Delgado”, contestó… “Ah!, y me saben decir EL RIMOSO, porque me la paso haciendo rimas con todo!... Becker es mi favorito!”, dijo, buscando en el grupo alguna mirada cómplice.
Sandro Dobetti, que parecía escuchar atentamente la conversación, interrumpió…
- “Ah!!...Becker??... También es mi ídolo, nene!... Pero ya no juega más, no?...¿Se retiró de los courts?...”
La ignorancia era tanta en aquel lugar, que nadie se percató de la gafe, con excepción de Delgado….
Continuará…