
Según se sabe, primero habría sido Donato, el abuelo de Demian, quien escribiera en él sus “andanzas y travesuras juveniles”. Doroteo, su padre, el continuador de la saga, confesando sus propias penurias y alegrías. Finalmente, y como resultado de la tradición familiar iniciada hace más de 100 años, el viejo cuaderno de anotaciones íntimas habría sido continuado por Demian Ferrante Kramer (*), el Peruano Dorado.
Y la historia de la libreta no habría pasado de ser un mito, de no haber ocurrido lo de aquella tarde en Denver, cuando a Dilbert Kooney, el Presidente de la Fundación y de la Universidad Ferrante Kramer con sede en Denver, se le ocurrió detenerse sobre el número 4444 de Ritchie Drive, lugar donde funciona una de las filiales de la conocida casa de remates Ritchie Bros. Auctioneers.

Hasta ese instante, para Kooney, el objeto en subasta era tan solo un libro. Pero cambió de parecer cuando leyó el catálogo donde se anunciaba el artículo: “… Cerrado, en perfecto estado, lleva grabado en su tapa las iniciales DFK”…
Dilbert sintió que le faltaba el aire, estaba en estado de shock... Había encontrado por puro azar la Caja de Pandora de su mentor, ídolo y patrono cultural: el Peruano Dorado... No podía salir de su asombro. Comenzó entonces a dejarse llevar por la emoción, y a recordar todas las cosas que había escuchado acerca de aquella libreta de anotaciones personales de los Ferrante Kramer: “… Que el abuelo de Demian habría confesado en él haber tenido un hijo en secreto con una mujer de Iquique, 30 años menor”, “… Que Doroteo, su padre, habría perdido una fortuna en una partida de juego y que esto habría derivado en su expulsión de la posada familiar, debido al enojo generado en Felisa, la esposa de éste”… O lo más importantes para Kooney: “… Que allí Demian habría esbozado el esqueleto, los vectores primeros, las bases, los principios… Digamos, las primeras ideas -sino todas-, de su obra cumbre literaria: La Biblia Peruana.

Kooney era un hombre de dinero. Él solo, sin ayuda de nadie, soportaba el funcionamiento de la Fundación Ferrante Kramer en Denver; incluso otorgaba becas. Hasta seguía manteniendo, aunque en forma reducida, la sede local de la Universidad Ferrante Kramer -en verdad, la única en pie-, iniciada a comienzos de los ’80, por alguien que muchos afirman fue el mismo Walter Liberatti, pero operando bajo un nombre falso.
Aquella tarde Kooney tenía más de mil dólares en efectivo en el bolsillo, y al menos Visa, Mastercad y Amex Corporate -de la Universidad que presidía- con los límites intactos... “Espero no quedarme sin resto”, pensó... No fuera que por ello perdiera la batalla en una pugna por el valioso Libro de Notas de la familia Ferrante Kramer.
Pero, le alcanzó...
La subasta terminó al precio base: 1 dólar... Y con un solo interesado, Dilbert Kooney.
(*). Dionisio, el mayor de los 4 hermanos, lo habría rechazado; se desconocen las razones. Duillo y Danilo quedaron descartados al aceptar Demian ser el continuador de la tradición.
Continuará…
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